-Perejiles por mucho tiempo había sido conocida a niveles subterráneos como aquella película que sólo se podía ver en el living de la casa del director ¿Qué fue lo que hizo posible que por fin se pudiera estrenar?

-Bueno, eso que vos leíste en prensa de que Perejiles sólo se podía ver en el living del director era tal cual, porque estábamos en pleno proceso judicial. No se podía hacer nada con la película. Todos los distribuidores de este país se interesaban por ella, yo ya había arreglado de común acuerdo con Buen Cine, y vos imaginate, todo el mundo hablando de Perejiles y sólo se podía ver en mi casa. El proceso judicial fue en total seis juicios por casi un millón de dólares. En pleno proceso no se podía hacer nada, sólo ir a las instancias de conciliación, que fue donde se negoció realmente. El hecho de tener terceros -jueces y abogados- fue fundamental a la hora de llegar a acuerdos con los protagonistas. De lo contrario, para mí solo -aunque tuviera un distribuidor- hubiera sido, yo te diría, casi imposible llegar a un acuerdo con ellos.

-¿En qué consistió más o menos el arreglo final?

-El acuerdo, como toda película, fue un porcentaje de las ganancias por ser ellos mis protagonistas; antes de todos los juicios yo siempre aclaraba que, en la medida en que Perejiles generara una cuestión económica a nivel de estreno, a nivel de ventas, los primeros en cobrar iban a ser mis protagonistas. Y dicho y hecho, fue lo que pasó. Al terminar la negociación judicial hubo una muy buena voluntad del distribuidor de darles una serie de adelantos a ellos. Ellos ahora han cobrado plata y yo no, y ahora se puede estrenar la película.

-Por así decirlo, parece una película móvil, en el sentido de que siguen actuando los personajes más allá, por fuera de la película [en ese preciso momento anda rondando por nuestra mesa Carlos Zitta, que también pretende ser entrevistado].

-Claro, yo siempre digo que este documental se continúa en la realidad, y para mí es genial poder estar con los protagonistas en las notas y que a su vez ellos hablen también de la película. Digo esto porque yo he hablado mucho, por más que es mi ópera prima, que defiendo con uñas y dientes porque es un proceso arduo de mucho laburo, muchas horas, sin empresas, sin ningún tipo de apoyo. Esto inició todos los caminos diferentes a como tendría que ser un documental: no se presentó un proyecto, se realizó en los momentos libres de mi función de asistente de cámara en Tevé Ciudad, de estar dentro del fenómeno, de concurrir a esas inauguraciones y eventos, registrar esas escenas y, de a poquito, ir armándolo, con el apoyo de muchos compañeros y amigos de Tevé Ciudad. La primera vez que escuché el término “perejiles” fue en el año 2003, con un camarógrafo de Tevé Ciudad. Estábamos en un lanzamiento y, en una, mira hacia una punta y me dice: “Pah, mirá, allá hay un par de perejiles”. Paro la oreja, le digo: “¿Qué es eso?”. Me cuenta del fenómeno, me empiezo a cagar de la risa y de ahí a grabar pasó un año y medio, dos años.

-¿No te tienta la idea de hacer una secuela de la película basada en lo que se sigue generando con esos personajes?

-Vos sabés que lo que decís está muy bueno, en el sentido de que yo veo a Perejiles como una trilogía. Me encantaría hacer un documental sólo de Carlos y un documental sólo de Pablo, que se roban la película. Son muy interesantes y hay muchas cosas de ellos que en el documental no se ven y, no sé, a mí me gustaría.

-Vos hace unos minutos me decías que Pablo era el posmoderno y Carlos…

-Totalmente. Mis protagonistas son la antítesis el uno del otro. Siempre digo que Carlos es el moderno de la película y Pablo es el posmoderno. Pablo tiene una línea que lo define muy bien, que es cuando él dice: “Yo no perdono nada, qué voy a perdonar si mañana yo no estoy, tengo que aprovechar hoy”. Es una frase bastante posmoderna, yo diría. Carlos, por el contrario, tendría una línea moderna en el sentido en que es una persona muy correcta, que refleja muy bien el siglo XX en Uruguay, que tiene esos códigos que fueron los cimientos del siglo XX, de las relaciones públicas, es una persona muy cordial, muy amable, es un periodista, digamos, chapado a la antigua.

-Incluso en la película, con el derecho a réplica que se le da, en cierto punto da la sensación de que ya no importa que sean o no sean periodistas, es decir, esos personajes valen por sí solos.

-Yo no entro en el terreno de analizar si lo que me dicen ellos es verdad o mentira. No estoy haciendo una investigación periodística, estoy contando una historia, un documental. Quizás esa discusión la tengan unos periodistas mismo, los que declaran o los que sostienen que siguen siendo perejiles. Cuando este fenómeno de los perejiles despierta a veces esa sensación de rechazo y lástima que predomina en la prensa, yo digo que de esas dos sensaciones no participo. A mí, genuinamente, me despiertan admiración y un cariño profundo que un poco se ve en el documental. Yo no quiero hacer caza de brujas ni nada. Estoy feliz de ver a Carlos a la salida del festival de Movie Center, rodeado de gente que quiere sacarse fotos con él, firmando autógrafos, gente que entiende el espíritu con que se hizo esto.

-Una cosa muy interesante es, justamente, que podría prestarse a un espectáculo cínico el hecho de presentarte vos y ellos en conjunto, considerando que acaban de salir de un proceso judicial. Pero en realidad se ve muy natural y muy orgánica esa relación, eso es algo curioso.

-Mismo. Yo te digo, me encariñé mucho con ellos. En la forma en que lo hice... imaginate estar mucho tiempo, estar a espaldas de ellos sin que supieran lo que estaba haciendo. Elegí un poco ese camino porque sabía que era inviable decirles: “Bueno, muchachos, ustedes son los perejiles, voy a hacer un documental sobre ustedes”.

-Es que si lo hubieras tratado de hacer no te habría salido tan bien.

-Totalmente, porque ellos ya estarían condicionados a salir en lo que yo iba a grabar. Seguí la corriente y vos ves lo que hacen ellos. Vos ves a Carlos haciendo sus funciones de relaciones públicas, que son geniales, haciendo sus notas a personalidades importantes, y ves a Pablo divirtiéndose, que es un poco el perfil de él y, bueno, básicamente, se trataba de seguirlos en lo que hacían en lugares públicos. No me interesa para nada la vida privada de ellos. Hay mucha gente que me dice: “Ah, me gustaría saber dónde vive el cieguito, o cómo es Carlos en su vida privada”, pero para mí sus vidas privadas no tienen ningún punto de interés a la hora de hacer la historia.

-La película en cierto punto puede tener hasta efectos en lo que es Uruguay y su noción de periodismo.

-Es eso. Y está el tema de esos periodistas que por sostener un cubito de Canal 4 se creen mucho más que los otros y miran con menosprecio a mucha gente. Eso quizá dé mucha más bronca que los propios perejiles. Eso de periodistas clase a y clase b… No existe.

-Como última pregunta, ¿queda algún saladito por la vuelta?

-Me los comí todos yo. Fui el primero en romper el hielo en la conferencia de prensa. Eso es lo que más cuesta. En las investigaciones que he hecho en Perejiles, a la hora de comer y estar una mesa servida, el primero que rompe el hielo para mí tiene una puntuación doble y, en este caso, tuve el honor de ser yo.