Hace ya muchos años la tevé inglesa sorprendió a la audiencia con una campaña bastante inusual. Un hombre salía de su casa por la mañana, aún envuelto en su bata, recién despierto. Tras bajar la típica escalinata de las casas inglesas, se agachaba en la vereda, y se podía ver que hacía sus necesidades desde un ángulo bastante púdico gracias a la bata que cubría sus partes, y con cara de alivio se limpiaba y regresaba a su casa, dejando su regalito a merced de los peatones. Encuentre las diferencias entre el señor y los perros de los vecinos ingleses.

Las definiciones acerca del patrimonio del espacio público no son uno de nuestros fuertes como vecinos de Montevideo. El tema no está claro en la ciudadanía y sin dudas tampoco entre la dirigencia política. Al menos no es un tema que se ejercite públicamente. La conducta de los montevideanos en el caso de las mascotas, o en el manejo de la basura, es un ejemplo bastante claro.

Lo de los perritos puede ser tomado como una consecuencia menor, pero tiene ribetes mucho más amplios: desde los que anotábamos en una colaboración anterior, en la que planteábamos la invasión de nuevos medios de publicidad que contravienen el sentido de equilibrio que debería primar a la hora de intervenir visualmente áreas comunes. Como ciudadanos, deberíamos imponer una serie de normas que limiten estas prácticas. Decíamos al final que íbamos rumbo al extremo de que una marca impusiera su logo sobre el Cerro de Montevideo, y de esa manera uno de los sellos de identidad más fuertes de nuestra ciudad, el que le dio el nombre, pueda ser apropiado por alguna corporación privada, o con ribetes más tristes, por alguna empresa del Estado.

No es necesario hacer un inventario muy exhaustivo de las marcas que anuncian en las playas. Ancel está entre las que tienen el dudoso mérito de que una barrera de banderas amarillas se instale entre el sol y nosotros.

Está claro que hay una cuota fundamental en el rol que le ha tocado a la intendencia frenteamplista durante estos 20 años, pero también es evidente que una vez más, como ciudadanos o simplemente si se quiere como simples consumidores, los uruguayos dejamos bastante que desear, y no nos hacemos escuchar.

Pero el tema de la publicidad puede ser justamente categorizado como menor, frente a urgencias mucho mayores, todas consecuencia de un pobre desempeño de los montevideanos como actores activos en los destinos de su ciudad.

Las faltas que se les puedan atribuir a las autoridades deben ser acompañadas con las que son atribuibles a los propios vecinos. Las gestiones municipales se suceden, y nos vamos convirtiendo cada vez más en quejosos pontificadores, en lugar de ejercer el rol que nos corresponde como ciudadanos.

Esto es más flagrante aun entre la dirección y las propias bases del Frente Amplio, que hacen de la participación y la democratización un eje político fundamental.

En plena campaña municipal, les toca también a los propios votantes del oficialismo evitar que la agenda de este momento esté dictada por ajenos, o peor aun, que se diluya en vaguedades que no mandaten a las futuras autoridades.

La evolución de los concejos vecinales no ha demostrado el dinamismo que prometía. Una importante cuota corresponde a todos los vecinos, otra a la propia administración comunal, y una buena parte se desprende de cierta neutralización natural de estos espacios alternativos de participación por parte de las fuerzas políticas.

Los concejos no forman parte del engranaje de los partidos políticos. Es bastante obvio que éstos no alientan formas organizativas que van más allá de su estructura, aun cuando su implementación haya sido su propia iniciativa.

Por la dinámica de la vida política, se puede seguir creando instancias de participación, se puede agregar eslabones de inclusión ciudadana, se puede hablar de más y más instituciones, como es el caso ahora de las alcaldías, o como el prometedor pero insuficiente espacio del presupuesto participativo, pero está claro que la tensión entre el vecino orejano y las fuerzas político-partidarias va a seguir existiendo.

La participación de las bases en organizaciones ajenas a lo que entendemos como fuerzas políticas no va a ser alentada espontáneamente por quienes entienden que la acción política debe pasar exclusivamente por los partidos, o ven en esta participación alternativa una amenaza de su propia existencia.

Se impone desde la administración comunal un robustecimiento de las herramientas suprapartidarias. Se impone desde los vecinos una actitud más activa que entonces le imponga al gobierno las condiciones de su voto. Y un gobierno municipal del Frente Amplio hoy cuenta con las ventajas de su socio mayor, que va por el segundo período.

Para ello es también primordial definir entonces la agenda de un gobierno comunal, que no debe ser confundida con las más generales guías de trabajo de un gobierno nacional.

No todo está en el debe, como es obvio. Algunas experiencias muy importantes, consecuencia del trabajo de concejales barriales, demuestran que hay un espacio abierto y una disposición de las autoridades a actuar en consecuencia. Está en los vecinos también ocupar esos espacios.

Un taximetrista de la zona de La Teja, como concejal vecinal, logró hace varios años que un asentamiento irregular cercano a su casa tuviese primero la intervención de la intendencia para abrir caminos y en lo posible ordenar los predios. Tras el municipio, llegaron OSE y UTE. En un período muy breve de tiempo, un barrio de condiciones lamentables, logró una transformación que no hubiera soñado.

Los vecinos vieron cómo gracias a la acción liderada por este personaje, sus hijos pasaron de chapotear en aguas servidas a poder ir a la escuela por una calle, a tener agua corriente, a tener energía eléctrica. La iniciativa de un concejal activó su Concejo Vecinal, que elevó la inquietud al gobierno comunal, y a su vez involucró a otras instituciones que respondieron favorablemente. Estos vecinos conocieron pocos ejemplos en los que la acción política haya sido tan tangible y haya representado un cambio tan profundo en su vida cotidiana.

Si el ejercicio de la actividad política propone tantos espacios que de alguna manera falta ocupar, cabe hacerse muchas preguntas.

¿En qué se convertirá la campaña electoral de la izquierda en Montevideo?

¿Cuáles son las reivindicaciones, las iniciativas, los puntos centrales de un nuevo gobierno frenteamplista en la capital?

¿Quiénes serán los que le marquen las falencias a la misma fuerza política que gobernará el país los próximos cinco años?

¿Se seguirá tomando el triunfo como seguro y entonces se olvidará el listado de pendientes que tienen las últimas administraciones? ¿Se seguirá asumiendo la fidelidad electoral como un hecho? ¿Cuándo tendremos como ciudadanos una actitud positiva y activa en los temas específicamente municipales?

¿Cuándo se hará claro y definitivo el aporte de los vecinos expresando sus inquietudes y ejerciendo así su derecho a incidir en el gobierno de su ciudad?

¿Cuántas formas tenemos como vecinos de evitar convertirnos en el señor de la bata?