Nadie encarnó tan bien como Bertrand Russell (1872-1970) la figura del hombre de ciencias comprometido con la causa humanista. Notorio por sus aportes a la matemática, la filosofía analítica y la lógica, el galés fue objeto de numerosos titulares de prensa a lo largo del siglo XX por sus actividades en favor del pacifismo (intensas durante la guerra de Vietnam), la no proliferación nuclear (asociado con Albert Einstein) y el agnosticismo, llegando a mediar entre los líderes de EEUU y la URSS durante la crisis de los misiles cubanos de 1962; por si faltaran vías de acceso a la carrera de Russell, él se encargó de publicar dos autobiografías. En cambio, hasta ahora no había trabajos integrales sobre la vida y obra de José Luis Massera (1915-2002), también matemático y hombre político. Más allá de las diferencias del ambiente en que se movieron estos dos pensadores contemporáneos -Massera era, claro, uruguayo-, habría que buscar también la causa de esa asimetría en el tipo de involucramiento político que adoptaron: mientras que Russell fue un típico exponente de la “nueva izquierda” británica que buscó liberarse de las ataduras del marxismo ortodoxo, su colega uruguayo militó en el núcleo mismo de esa ortodoxia, el Partido Comunista, donde imperaba la ética del perfil bajo y la labor sostenida cotidianamente.

Esto no quiere decir que la trayectoria del ingeniero uruguayo haya sido monótona. Por el contrario, la cantidad de voces convocada por Roberto Markarian y Ernesto Mordecki (discípulos, colegas y “camaradas” de Massera) para abordar su figura en José Luis Massera: ciencia y compromiso social son prueba de que el matemático fue un hombre polifacético. “Massera hombre, Massera ciudadano, Massera científico, Massera parlamentario, Massera humanista, Massera comunista”, dicen los coordinadores (la edición correspondió a Lourdes Rodríguez), y se podría agregar “Massera gestor científico, Massera preso político, Massera divulgador de conceptos económicos, Massera teórico del PCU”, entre otros atributos. La cobertura de esos distintos ángulos de la vida del pensador fue encomendada a historiadores, periodistas, matemáticos, compañeros de militancia y de prisión, filósofos y economistas.

Leyenda internacional, autoridad local

La estructura del libro ordena la diversidad de abordajes. La “Infancia, juventud y familia” de Massera son presentadas por el historiador Roberto García Ferreira, quien bucea en su genealogía patricia, su preferencia adolescente por la carrera de Bellas Artes y hasta algunas lecturas que lo habrían marcado (El lobo estepario, de Hermann Hesse). La historiadora de la ciencia Martha Inchausti contextualiza la labor desarrollada por Massera tras su regreso a Uruguay (luego de estudiar y publicar en EEUU) en el capítulo “La construcción institucional y la escuela matemática uruguaya, 1924 -1973”, donde se destaca su rol en la fundación del Instituto de Matemática y Estadística.

En el tercer capítulo del libro se atiende a una cuestión central para la comprensión de la figura estudiada: el porqué de su prestigio en el campo de las matemáticas. José L Vieitez, Jorge Lebowicz y Markarian explican el peso que aún poseen las investigaciones de Massera en las áreas de las ecuaciones diferenciales, el análisis funcional y la geometría, enfocadas a esclarecer la relación entre la estabilidad e inestabilidad del movimiento. Además, los autores repasan los aportes concretos de Massera “para quienes tienen pocos conocimientos de matemáticas” y paulatinamente van subiendo la apuesta.

El capítulo del historiador Gerardo Leibner es un buen ejemplo del amplio abanico de intereses que pone en juego este libro. “José Luis Massera y la reconstrucción del Partido Comunista del Uruguay” es, según su autor, un ensayo de microhistoria que se enmarca dentro de un estudio más general (que supuestamente se publicará este año; ver la diaria del martes pasado) sobre las transformaciones internas que le permitieron al PCU pasar de ser una pequeña agrupación de izquierda a un partido de masas de gravitación indiscutible en la génesis del Frente Amplio. Leibner sostiene que Massera jugó un papel decisivo en el enfrentamiento que condujo a la imposición de Rodney Arismendi como secretario general del PCU, y reconstruye minuciosamente los pormenores de ese putsh inciado a fines de 1954. Asimismo, Leibner sitúa a Massera como protagonista del cambio de actitud del PC hacia los intelectuales, repasa sus distintos aportes a la “línea” del partido en tiempos de divergencias entre los distintos partidos comunistas del mundo y sostiene que no fue en la labor parlamentaria sino en la educación de los cuadros dirigentes donde el matemático pudo enfocar mejor sus aptitudes naturales dentro de la estructura partidaria.

Esa actividad parlamentaria y la participación de Massera en distintas organizaciones y movimientos sociales (como el antifascismo y la resistencia al régimen de Terra) son abordadas por los jóvenes historiadores Mauricio Bruno y Nicolás Duffau.

Interrupción obligada

El capítulo 6 reúne testimonios de Eduardo Platero, Néstor Bardacosta, Elvio Acinelli y Markarian sobre la “estadía” de Massera en el penal de Libertad, donde fue recluido y torturado durante la dictadura militar. Se trata de textos breves pero que iluminan el costado humano, personal, de un hombre que por tradición y formación debió de haber tenido un trato algo distante con sus compañeros.

El alejamiento momentáneo de la “sintaxis académica” le insufla una bocanada de aire fresco al libro, que en parte se continúa en el tono periodístico que Mario Mazzeo le imprime al capítulo siguiente, centrado en las campañas internacionales que condujeron a la liberación de Massera en 1984. En el capítulo 8, Evana Alfonso y Álvaro Sosa evocan el papel del matemático en la “(re) construcción de la ciencia nacional” tras la caída de la dictadura, destacándose su contribución al Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba).

Radiografías intensas

Dos artículos de pura teoría cierran el libro, aunque en verdad su clausura corresponde a un apéndice del economista Daniel Olesker, quien a partir del Manual para entender quién vacía el sobre de la quincena, publicado por Massera en 1973, revisa la contribución del pensador tanto a la economía política como a la divulgación de sus conceptos a nivel popular.

Álvaro Rico analiza las contribuciones de Massera al ámbito de la reflexión marxista, destacando en la etapa predictatorial su preocupación por las consecuencias de la “revolución científico-técnica” en los modos de producción tanto en las potencias hegemónicas como en los países dependientes, su elaboración de la idea de “revolución socialista”, enfocada hacia la comprensión de las fuerzas motrices del cambio (con especial atención al rol de los agentes culturales en este proceso) y sus consideraciones sobre la lucha ideológica y el reformismo. Cuando Massera recupera la libertad, su trabajo aparece abocado a la defensa del leninismo y a la reelaboración del concepto de “masas populares”, referido a la política de alianzas prerrevolucionarias; más tarde, tras la caída del “socialismo real”, Massera se pliega a la línea de Lucien Sève, quien reorienta sus preocupaciones hacia el desarrollo sostenible, la ecología, la informática, el desarme y los asuntos de género.

El filósofo Juan Fló, en tanto, reconstruye con elegancia de estilo los intercambios que mantuvo con Massera sobre la ética de Spinoza, el carácter dialéctico de las matemáticas y su revisión posterior del concepto de dialéctica. Fló blanquea las dificultades que le plantearía aprovechar la instancia abierta por José Luis Massera: ciencia y compromiso social para quedarse con la última palabra en ese diálogo interrumpido.

Entre los múltiples puntos de entrada que ofrece el libro hay que contar también al prólogo, que desde su título, “Libertad para las ecuaciones diferenciales”, refiere a un artículo de Manuel Flores Mora publicado en la revista Jaque. La alusión a los últimos días de la dictadura y al reclamo de un político batllista -y, por lo tanto, de raigambre antifascista- por la libertad de un científico comunista mueve a pensar sobre esos espacios comunes a las distintas concepciones del progresismo que atravesaron el siglo XX uruguayo. Y también invita a reflexionar sobre los puentes que entre el mundo político y la esfera social solía tender la figura del intelectual.