Ministerio out

El Ministerio de Educación y Cultura no ha sido, hasta el momento, consultado respecto al tema. “A nivel personal, me parece muy importante y he escuchado otros nombres o sugerencias posibles: Carlos Gardel, Juan Carlos Onetti y otros más. Supongo que la decisión será tomada por Presidencia de la República o por el Parlamento, aunque sería interesante saber tambien qué piensa el conjunto de los ciudadanos”, opinó el director de Cultura, Hugo Achugar. Al ministro Ricardo Ehrlich, según su secretaria, Paula Pellegrino, el nombre de Mario Benedetti le parece tan interesante como otros (José Artigas, por ejemplo) y también cree que se debe debatir.

Aunque atemperadas por su muerte, ocurrida hace poco más de un año, siempre existieron muchísimos reparos hacia la figura de Benedetti dentro del ámbito cultural. Por un lado, se le ha reprochado el tipo de involucramiento en la política que adoptó. Como ningún otro intelectual notorio de la predictadura, Benedetti fue afectado profundamente por el espíritu revolucionario. En consonancia con su actividad como vocero del Movimiento 26 de Marzo -puente del MLN dentro del Frente Amplio-, Benedetti radicalizó sus opiniones políticas también en el campo de la escritura. Si en décadas anteriores había comentado la realidad nacional desde la ficción, el humor y el ensayo (El país de la cola de paja, de 1960, era una denuncia de corrupción moral generalizada), hacia principios de los 70 acusó una intensificación crítica tanto en su producción periodística (recogida en gran parte en Escritos políticos, 1971-1973) como en su obra de ficción (especialmente la novela en verso El cumpleaños de Juan Ángel, que celebraba la conversión de un oficinista en guerrillero).

Estas opciones políticas le han sido objetadas, con posterioridad, desde un ángulo ideológico (se le achaca una cuota de responsabilidad en el incremento de la violencia política del período) y también desde el campo literario. Aunque Benedetti nunca contó con la aprobación generalizada de sus colegas ni de la crítica (al tiempo que era actor protagónico de una promoción denominada “generación crítica”), el vuelco abiertamente político de su escritura permitió detectar -a través de la atención a lo panfletario- algunos problemas de su estilo literario. En los años 80, lo que hasta entonces era un “consenso silencioso” sobre la baja calidad de la producción benedettiana fue puesto en circulación por Gustavo Escanlar, Raúl Forlán Lamarque y Elvio Gandolfo (entre otros), quienes escribieron sobre la cursilería del escritor y continuaron monitoreando el deterioro de la calidad de su poesía amorosa y la puerilidad de sus observaciones existenciales.

Desde esta óptica resulta comprensible que las objeciones a renombrar el principal aeropuerto del país en honor a Benedetti provengan no sólo de tiendas partidarias. Como cuando hace tres meses se nombró a Mercedes Vigil ciudadana ilustre de Montevideo, ahora reaparece la exigencia de consulta a especialistas antes de elegir a qué figura literaria distinguir (dado que la propuesta de la diputada Daniela Payssé, de Asamblea Uruguay, Frente Amplio, parece haber obturado una discusión previa: por qué debe ser un artista el homenajeado). Pensando en esto, se consultó a críticos y académicos para conocer su opinión. Resultado: la mayoría coincide en valorar la figura de Benedetti más allá de su calidad específicamente artística y en situar la decisión sobre el nombre del aeropuerto en el ámbito público. Cabe aclarar que las opiniones vertidas no están vinculadas a su inserción institucional, aunque al elegir a cuáles convocar se intentó abarcar lo mejor posible el panorama de las organizaciones culturales involucradas. Ello no fue posible, entre otros factores, por la negativa de algunos actores a pronunciarse sobre el tema; Benedetti, al parecer, sigue siendo un tema delicado.

Aviones de papel

Como primer interrogante se planteó el de la conveniencia de homenajear a Benedetti con un aeropuerto.

Óscar Brando (titular de Literatura Hispanoamericana en el IPA, crítico literario en Brecha y El País Cultural): “Sería una originalidad uruguaya, creo, ponerle el nombre de un escritor a un aeropuerto. No conozco mucho, pero el de Santiago creo que no se llama Neruda ni el de Lanzarote Saramago, por citar dos premios Nobel. ‘En cinco minutos descenderemos en el aeropuerto Jorge Luis Borges de la ciudad de Buenos Aires. Ajústense los cinturones y prepárense para que los taxistas los paseen por toda la capital antes de llegar a su hotel’. La primera parte suena rara, ¿no? Pero tal vez, si se hace, instauremos una costumbre que llene de ilusión a escritores vivos que quieran pasar volando a la posteridad. Pienso en lo que hay y me acuerdo del Parque Rodó, que para todos es el parquerrodó y ni nos damos cuenta de que homenajea a un escritor, o en el teatro Florencio Sánchez, y me hace sospechar que otros son los lugares más adecuados para darles el nombre de un escritor (claro, está el hotel Horacio Quiroga que arruina mi cuidadoso razonamiento): un paseo (que en Montevideo se usan poco) como una peatonal, pero ¿dónde?, ¿en el Jardín Botánico, donde sucede uno de sus cuentos?, un parque ¿pero cuál?, un espacio más recoleto y montevideano. Creo que hay miedo de quedarse corto. Diría que no hay que apurarse a los homenajes, no se trata de cláusulas gatillo, el muerto no tiene por qué estar fresco, se puede esperar un poco, y con eso se pone a prueba la memoria histórica. Tal vez algún día haya otro centro cultural (que el auditorio del SODRE se llame Adela Reta es, diría con fórmula benedettiana, acierto y lástima, aunque sea modesto. Hay liceos, casas de la cultura (¿hay casas de la cultura?), calles, bibliotecas municipales y luego se verá, se puede hacer algo a propósito. ¿O es mucho?”.

Daniel Vidal (profesor del Departamento de Literatura Uruguaya y Latinoamericana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Udelar): “Es un buen homenaje a un escritor de los siglos XX y XXI que alcanzó una popularidad nacional”.

Emilio Irigoyen (titular del Departamento de Letras Modernas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Udelar, ex periodista cultural en Búsqueda): “Personalmente, la elección de Benedetti me parece buen reflejo de la relación que nuestra sociedad está teniendo con lo que suele llamarse ‘la cultura’. Se trata de una relación que el propio gobierno nacional, para sorpresa de muchos, en algunos casos parece compartir y estimular. No se destaca algo porque se considere particularmente valioso, o avanzado, o ‘progresista’, en el sentido elemental de esta palabra (es difícil decir en qué la obra de Benedetti, hoy, podría contribuir a progreso o avance alguno), sino porque es ‘representativo”, y eso quiere decir, básicamente, conocido, aceptado y querido. Como en el fútbol: Benedetti no es el que mejor juega, nadie está diciendo eso; pero es al que la gente más quiere, aquel con el que más puede identificarse. Por algo Forlán juega mejor que todos los demás, seguramente, pero no es el ídolo total que, por ‘calidad’ de juego, correspondería que fuera. Los rubios exitosos, en Uruguay, nunca han tenido esa fortuna. La gente no termina de identificarse del todo con ellos. De manera similar, la gente tampoco se termina de identificar con alguien por lo excelente que es en lo que hace. Benedetti no es un escritor que haya producido textos de una particular ‘calidad’. Pero los uruguayos no nos identificamos con alguien, no lo sentimos como nuestro, el mejor o más “representativo” de nosotros mismos, porque produzca cosas de alta calidad (se trate de poemas, goles, engranajes o lo que sea).

Otras culturas eligen homenajear a quienes consideran los autores de las obras de mayor calidad (el mejor científico, el mejor poeta, etcétera). Nosotros estamos eligiendo homenajear a los más ‘representativos’, concepto que, en el peor de los casos, suele confundirse con el de ‘los más vendidos’. Fijate que la intendencia (donde parece que de cultura se sabe cada vez menos y se la valora cada vez menos) declara a Mercedes Vigil ‘ilustre’ porque mucha gente la lee. Por cierto, quizás ello se deba a que los jerarcas municipales parecen tener un conocimiento muy limitado del idioma: una de las acepciones de ‘ilustre’ es ‘célebre’ (es decir: famoso), y quizá por eso la intendencia cree que ‘ciudadano ilustre’ quiere decir, simplemente, ‘ciudadano famoso’. Se comprende, pues, que otorguen tal distinción a una escritora aunque tenga, ella también, un conocimiento limitado del idioma. Más que ‘aunque’, pareciera que se lo dan ‘porque’ maneja un idioma bastante limitado: quizá sea el manejo del idioma que los jerarcas culturales montevideanos son capaces de entender”.

Soledad Platero (crítica literaria en El País Cultural): “Yo no termino de entender qué tienen de bueno estos homenajes. No sé por qué un aeropuerto tiene que tener un nombre (y no, digamos, ‘Aeropuerto de Carrasco’ o ‘de Sidney’, o del lugar que sea en el que esté emplazado), y mucho menos entiendo por qué ese nombre tiene que ser el de una persona. No me parece lindo que las ciudades tengan nombre de persona (felizmente son pocas) y no veo por qué sus puertas de entrada o salida tendrían que tenerlo”.

Juan Fló (titular de la sección Estética de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Udelar): “Que a un aeropuerto le den el nombre de un artista o de un escritor es un poco una usurpación de lugar. Las calles, como son miles, permiten una especie de diccionario biográfico. Ahora, que a los edificios los llamen con un nombre me parece de mal gusto. Si se llamara Onetti sería exactamente igual”.

Wilfredo Penco (presidente de la Academia Nacional de Letras): “Un aeropuerto es una puerta de entrada y de salida. Un gran cartel como referencia obligada para tripulantes y pasajeros a la hora del despegue y el aterrizaje. Para los que llegan y los que se van, el nombre de Benedetti puede ser bien representativo de lo que fue -y es- el éxodo uruguayo (que él integró) y de la manera como Uruguay se muestra al mundo, porque en el mundo, y en diversas lenguas, hoy nos conocen mucho más y en buena medida gracias a él”.

Stephen Gregory (investigador de la universidad australiana de New South Wales, especialista en la ensayística de Benedetti): “Un aeropuerto internacional no parece tener mucho que ver con Benedetti ni con su obra. Supongo que es todo un honor, pero ¿un homenaje a qué, exactamente? ¡La única contribución de Benedetti al respecto sería el número de viajes en avión que hizo!  Supongo que habría un letrero enorme en luces neón con su nombre. ¿Será el equivalente (pos)moderno de ser estatua a caballo en un parque o una plaza? ¿Benedetti como monumento nacional? ¿O simplemente un nombre cuyo oficio o papel humano y social ha sido olvidado?”.

Calidad aparte

Aquí la pregunta apuntaba a la relación entre el homenaje y la calidad como escritor de Benedetti.

Irigoyen: “No hay un estándar único para medir la ‘calidad’, mucho menos cuando se trata de objetos simbólicos, como es el caso con la literatura. En la mayoría de los terrenos en que a menudo ella se mide, casi nadie diría que Benedetti produjo literatura ‘de primera calidad’. Es decir: si comparamos la sofisticación de su escritura, o su capacidad para hacernos pensar o sentir cosas novedosas, o de maneras novedosas, o bien de expandir las posibilidades del lenguaje, o las de la poesía, la narrativa o el teatro, o, para decirlo en breve, su capacidad para decir algo de una manera más intensa, o más precisa, o más abarcadora de lo que ha sido dicho antes, en fin, si comparamos la obra de Benedetti, en cualquiera de estos aspectos, con la de muchos otros escritores uruguayos, no es de los ‘mejores’. Su calidad, medida en esos términos, dista bastante de la de un narrador como Onetti, un dramaturgo como Sánchez o un poeta como Herrera y Reissig. Está lejos de ser un peso pesado. Ahora bien, si pensás la calidad en términos, por ejemplo, de la capacidad de su poesía para comunicar poéticamente algo, para un gran número de personas, muchas de las cuales tienen muy poca relación con la poesía escrita, entonces es un escritor importantísimo. Si medís la calidad en términos de lo que te puede emocionar, por ejemplo, entonces la valoración dependerá de qué te emocione a vos. Y a la mayoría de las personas Benedetti las emociona más que Herrera, Delmira Agustini o cualquiera de nuestros poetas vivos.

En el fondo, creo que nadie que sepa algo de poesía o de literatura te dirá que Benedetti es importante por su calidad. Yo diría que lo es por su representatividad. El arte (y la literatura, como cualquier otra arte) tiene esa doble dimensión: por un lado, es una actividad ‘de punta’ (igual que la ciencia y la tecnología: el artista, como el científico o el inventor, es alguien que produce algo que abre nuevos caminos, que resuelve problemas, que amplía horizontes) y, por otro lado, es una actividad que nos representa, con cuyos resultados nos identificamos. En esto es distinta que la ciencia: uno no se siente identificado con lo que un físico descubre ni siente que ese físico o que el inventor de un nuevo tiempo de engranaje nos ‘represente’ en modo alguno. Podemos poner a un científico en los billetes como homenaje, pero nadie va a decir: ‘Fulano es el científico de la patria’, como se dice que Zorrilla es el poeta de la patria, o Blanes su pintor.

Como ‘artista de punta’ Benedetti tuvo, en cierto momento, mucha relevancia, pero no puede compararse a la que tuvieron otros artistas, como el propio Sánchez, por ejemplo, ya que hablamos de homenajes. Como ‘representante’ quizás tenga más chance de figurar entre los primeros.

Penco: “Se sabe bien que tuvo intensa actividad política y fue un notorio propagandista de izquierda. Y es probable que esa situación haya incidido en los términos de su celebridad. No obstante, creo que se lo recordará sobre todo por su labor literaria, del mismo modo que a Carlos Roxlo o Javier de Viana -conocidos militantes nacionalistas- y a Justino Zavala Muniz -encumbrado y gran batllista-”.

Vidal: “En literatura la calidad es un concepto subsidiario del valor literario. No creo en eso. Creo que existen distintas estéticas y singularidades textuales. Benedetti, como todos los escritores, tiene una obra despareja, unida por idéntica prioridad comunicacional antes que por el acento en el trabajo poético de tipo experimental. Ésa fue su apuesta y ése fue su triunfo. Hay que rascar mucho para encontrar un escritor que se haya comunicado con decenas de miles de uruguayos como lo hizo él”.

Platero: “No creo que el homenaje guarde una correspondencia directa con su ‘calidad como escritor’. Si ya de por sí me parecen raros los homenajes de este tipo, no puedo ni imaginar que la calidad de un escritor pueda guardar alguna proporción con espacios públicos, tipo ‘para un gran escritor, un gran aeropuerto’”.

Brando: “La calidad como escritor, si estoy entendiendo bien, la determina el lector especializado. Eso en el caso de que todo eso siguiera vigente, esto es, una jerarquía de escritores buenos y malos y críticos y especialistas que juzguen esa distinción. Obviamente, de lo que estamos hablando: un homenaje público a un señor que fue escritor tiene que ver con aquello que desborda un juicio riguroso de la crítica literaria y se derrama sobre un reconocimiento social, colectivo que lo impone. Su entierro parecería señalar que sí lo obtuvo, pero imaginemos al cronista de la diaria en la cola que iba hacia el féretro preguntando: ‘¿Usted cree que Benedetti fue un gran escritor?, ¿usted vino porque Benedetti era un gran escritor?’. Si otro día se me pregunta sobre las virtudes literarias (todavía creo en las virtudes literarias, me parece que se puede seguir distinguiendo buena y mala literatura y que eso no es un ejercicio trivial) responderé lo que sospecho que se me quiere arrancar ahora”.

En la otra ventanilla

Finalmente, quisimos saber si se debería consultar a especialistas en literatura a la hora de sancionar estos homenajes.

Platero: “No, en absoluto. Está claro que estos homenajes no tienen nada que ver con la literatura. Mario Benedetti fue un escritor pero, según lo que yo entiendo de la lógica de estos homenajes, podría haber sido un jugador de fútbol, un cantante de tango o un esforzado explorador de las cumbres del Himalaya”.

Brando: “Tengo más claro a quién no consultar que a quién sí. Sé que no se puede hacer un plebiscito porque sale muy caro, dirá la Corte Electoral. Sé que no es recomendable preguntarle a la Junta Departamental de Montevideo, pero como el aeropuerto está en Canelones no quiero pronunciarme sobre la junta canaria. Preguntarles a los escritores es lo que está haciendo la diaria, supongo, y está bien para la prensa sensacionalista, que espera reacciones desmelenadas para vender cientos de miles de periódicos (ambas, infelices ambiciones). A los escritores habría que pedirles que escriban bien para hacernos sufrir menos a los lectores (lo mismo dicen los escritores de los críticos) y que no opinen sobre sus colegas, por lo menos públicamente. Todos sabemos cuál es el juicio que en general merece Benedetti entre sus pares uruguayos, salvo hipocresías. Yo qué sé qué hay que hacer: a veces hacemos un plebiscito o dos y los resultados son tan poco razonables que hay que hacer una ley para cambiar su mandato. Entonces me quedo sin argumento. Que lo haga el que tiene potestades para hacerlo, excepto, insisto, que sea la Junta Departamental de Montevideo, ante lo cual me rindo y solicito una consulta al Tribunal de La Haya, aunque salga más cara que una votación popular”.

Irigoyen: “A alguien siempre se consulta. Difícilmente alguien (se trate de una empresa, de un grupo político o de otro agente) tome una decisión como ésta sin consultar a ‘especialistas’. Lamentablemente, los únicos especialistas que a la mayoría de las empresas les importan son los conocedores del mercado y los creativos publicitarios; en el caso de los políticos, están además los viejos conocidos: los compañeros de militancia, por ejemplo, o las ‘personalidades de la cultura’ (y subrayo el término ‘personalidad’: no se lo consulta por ser especialista, sino por ser ‘una figura relevante’). Cuando se trata de cultura, casi siempre la noción de ‘especialista’ que se maneja es ésa: una ‘figura destacada’, una ‘importante personalidad’. Imaginate si se siguiera ese criterio para Economía, Salud, Educación, Defensa, o cualquier otra área de la función pública”.

Fló: “Para ponerle nombre a las calles no se hace un plebiscito: lo hace la Junta Departamental. No se pueden hacer consultas públicas ni a los especialistas; los nombres van y vienen, las modas también. Los instrumentos políticos representan una opinión pública más o menos estadística”.

Vidal: “Los especialistas no pueden tener más o menos voz que otros individuos de la sociedad. En todo caso, debería haber una consulta popular para definir el tema”.

Penco: “Desde hace mucho tiempo Benedetti no está limitado al ámbito de los especialistas. Fue y sigue siendo un fenómeno en términos sociales. Una cara inconfundible de la idiosincrasia uruguaya lleva su nombre”.