Desde que comenzó el año se ha registrado una catarata de movilizaciones de carácter social, que tienen buena parte de su origen en una gran diversidad de factores, pero con la característica común del descontento político. A ello se suma la situación de crisis económica que atraviesan muchos países desarrollados, incentivando a sus ciudadanos a salir a las calles para mostrar su descontento.

Sábado gigante

Los movimientos de indignados preparan una marcha mundial bajo el eslogan "Unidos por el cambio global" para el sábado, que esperan tenga repercusión en más de 662 ciudades y 79 países, y llaman a promocionar la convocatoria mediante las redes sociales. Todas las organizaciones se están centralizando en la web 15october.net, en la que se ha colgado un mapa mundial de convocatorias. En Uruguay está previsto que se realice un acto en la plaza Independencia entre las 15.00 y las 20.00. “Ahora los ciudadanos del mundo usaremos la globalización para pedir justicia”, señalan los organizadores de este movimiento. "La gente se está levantando para reclamar sus derechos y exigir una verdadera democracia. Ahora es el momento de que todos nos unamos en una protesta no violenta mundial", proponen.

El punto de partida de estas movilizaciones puede marcarse en la conocida popularmente como "Primavera Árabe", consistente en alzamientos populares en varios países del Medio Oriente y el norte de África, y cuyo foco ígneo fue el levantamiento de Túnez en enero. A la crisis tunecina le siguió la de Egipto, donde los manifestantes ocuparon la Plaza Tahrir en rechazo al gobierno que desde 1981 lideraba Hosni Mubarak, quien luego de varias semanas de intensas movilizaciones debió abandonar su puesto.

Las protestas se contagiaron a varios países de la región, y el "modus operandi" se extendió al primer mundo, donde la crisis financiera amplificaba el descontento con el sistema político y el modelo económico. En Europa, el caso paradigmático fue el de "los indignados" españoles que formaron parte del movimiento 15/M, grupo que adquirió fama mundial luego de ocupar las plazas principales de diversas ciudades españolas siguiendo el ejemplo egipcio.

Una bomba

Hace dos años, en plena crisis internacional pero antes de que estas convulsiones sociales estallaran, un informe elaborado por Amnistía Internacional advertía contra los graves problemas que la crisis financiera podría provocar sobre el respeto de los derechos humanos, principalmente en lo que refiere a pobreza y desigualdad. En ese sentido, Irene Kahan explicaba, durante la presentación del informe anual de la organización acerca del estado de los derechos humanos en el mundo: "No se trata sólo de economía… Es una crisis de derechos humanos: el mundo está sentado sobre una bomba de relojería social, política y económica". Detalló que millones de personas sufrían inseguridad, injusticia e indignidad, y que la crisis económica estaba agravando la situación. "El aumento de la pobreza y la privación ha dado lugar a la negación de los derechos económicos y sociales, incluida la escasez de alimentos y la utilización de los éstos como arma política, los desalojos forzosos y los abusos contra los derechos de las personas indígenas", alertaba el informe.

Francia tampoco se escapó, y un grupo importante de manifestantes realizó una acampada en París por el descontento sobre una gran diversidad de temas: manejo de la inmigración, desigualdades sociales, problemas económicos, fallas en los sistemas de seguridad social, serias dificultades en el mercado laboral, entre otros.

Por su parte, el gobierno de Grecia, uno de los países más afectados por la crisis financiera, ha realizado importantes recortes presupuestales para intentar equilibrar sus cuentas públicas, lo que provocó que miles de personas se hayan movilizado contra las medidas de austeridad, privatizaciones y recortes de empleos.

Okupas

Pero quizás el más simbólico de los movimientos sociales que se está registrando en la actualidad sea el Occupy Wall Street (Ocupar Wall Street), que comenzó en un parque de la ciudad de Nueva York pero rápidamente se extendió a otras grandes ciudades estadounidenses. Wall Street es la principal bolsa de valores del mundo y el paradigma del capitalismo financiero internacional, pero actualmente también es el centro de las críticas de un movimiento que incluye pancartas contra las entidades financieras, la codicia desmesurada y la acumulación excesiva de riqueza.

El 17 de setiembre el movimiento tomó el parque Zucotti, en el distrito financiero de Manhattan, inspirándose en el movimiento de los indignados españoles, y los activistas comenzaron a entonar cánticos contra los "banksters" (banqueros-gángsters) y las grandes corporaciones financieras. Con los días la movida comenzó a ganar fuerza y poco a poco surgieron ocupaciones similares en otras ciudades: Chicago, Boston y San Francisco, entre otras. Además, la marcha ganó legitimidad cuando figuras públicas como el documentalista Michael Moore y los actores Martin Sheen y Susan Sarandon se sumaron a las concentraciones. Incluso el multimillonario George Soros aseguró que comprende la frustración que ha llevado a manifestarse contra Wall Street. Occupy Wall Street protesta contra lo que sus promotores llaman la “avaricia de Wall Street”, y reclaman instaurar un impuesto sobre las transacciones financieras, poner freno a la actividad especulativa, eliminar las lagunas legales de las “participaciones en los beneficios” y limitar la capacidad de los bancos para realizar inversiones de alto riesgo y especulativas. Los manifestantes aseguran que no terminarán con las marchas hasta obtener algún tipo de respuesta.

Actualmente, las protestas han salido de sus puntos de concentración y se han registrado manifestaciones frente a las casas de banqueros, políticos y dueños de corporaciones. En la lista de afectados se encuentran el propietario de News Corporation y magnate de la comunicación Rupert Murdoch, el banquero de JPMorgan Jamie Dimon y el defensor del movimiento ultraconservador Tea Party David Koch.

Indignados a secas

Para el sociólogo y docente de la Facultad de Ciencias Sociales Marcos Supervielle: "En términos generales, hay crecientes sectores de la población que no se sienten contentados por el sistema económico y por el sistema político", y agregó que "lo nuevo" detrás de estos movimientos es que "no hay un planteo utópico alternativo, como en el siglo XIX, [cuando] había un planteo comunista, socialista, anarquista, con un proyecto alternativo". "Estos son indignados y punto", resumió. El experto también destacó la "dimensión comunicacional" que desarrollaron estos movimientos, organizados principalmente mediante redes sociales como Facebook o Twitter. "Se han generado posibilidades de comunicación horizontal, e incluso autónomas de los grandes medios de comunicación de masas, que generan nuevas formas de relacionamiento social y que se están potenciando con creciente autonomía". Interpretó que la horizontalidad de estas movilizaciones se ha verificado también entre países en los que algunos sectores sociales se inspiran en las marchas de otras naciones para realizar las propias. En ese sentido, evaluó que estos movimientos "podrían asemejarse a los de mayo del 68, cuando también hubo este tipo de contagio horizontal".

Supervielle entiende que estos movimientos van a seguir extendiéndose porque no se trata sólo de una cuestión económica coyuntural, y puso como ejemplo las movilizaciones que se registran en Chile, donde "de alguna forma" los movilizados encabezados por los estudiantes "también se sienten identificados con este movimiento general", aunque sus reclamos puntuales apuntan a una reforma en el sistema educativo. No obstante, advirtió que estas movilizaciones son diferentes, por ejemplo, a las ocurridas en Argentina durante 2001, dado que en ese caso hubo "una intencionalidad política más específica" contra el gobierno de Fernando de la Rúa.

Resaltó, además, que "esto de estar indignado no se inscribe en ninguna retórica política de los últimos dos siglos, no se puede asociar ni al socialismo ni al liberalismo". Aclaró, asimismo, que "una cosa es la crisis económica y otra es la crisis social" y, en esa dirección, evaluó que los indignados de la actualidad exigen cambios de carácter "societal", es decir, respecto del "modelo de sociedad" vigente.

En cuanto a Uruguay, analizó que se encuentra "viviendo una larga siesta a nivel de los movimientos sociales", debido a que todavía "se entiende que el Estado puede dar más" y "puede transformar cosas", contrariamente a lo que interpretan los "indignados".

Tenés razón

Por su parte, el sociólogo Rafael Bayce explicó a la diaria que los movimientos de “indignados” tienen relación con la posmodernidad y la teoría del “fin de las ideologías”, que refiere a la decadencia de aquellas “que generaban esperanzas en el mundo”. Interpretó que “hay una especie de desencanto” activado por “los fracasos relativos de todos los sistemas políticos y las esperanzas que desataron”. En esa línea, opinó que “Europa es el lugar donde hay mayor desencanto porque es donde hay mayor cultura política y cultura general, por lo tanto [los ciudadanos] entienden los procesos que han atravesado”. “Han pasado por franquismos, fascismos, estalinismos, esperanzas soviéticas, experiencias democráticas -conservadoras y renovadoras-, han pasado por socialdemocracias, y están presenciando una crisis brutal de la democracia en el mundo”, “y, en ningún caso, la situación ha mejorado radicalmente para nadie. Han visto pasar su historia y la de sus padres por diferentes ideologías y regímenes políticos, sin que sus padres hayan mejorado y sin que ellos tengan esperanzas de mejorar”, detalló.

Bayce indicó, además, que “la crisis influye mucho, no tanto por la crisis económica en sí misma sino por la incapacidad de los gobiernos de controlarla”. “No sólo ven que la crisis los afecta sino que los va a seguir afectando porque los gobiernos no la enfrentan, siguen al revés y le pasan la crisis a la gente”, añadió.

En ese punto explicó que “el problema de que sean indignados caóticos es que no consiguen articular una cosa distinta, porque todas las que hay en el ambiente no sirven, y lo peor, es que tienen razón, no sólo razones”. Para el sociólogo, el movimiento encuentra contención en determinados países, ya que es difícil que este tipo de movilizaciones se extienda a otros que carecen de una cultura política desarrollada como la europea. Ejemplificó señalando que los movimientos en Europa y Estados Unidos surgen con una “racionalidad desesperada y caótica”, mientras que en los países árabes representan “una indignación dirigida y esperanzada”. “Es un movimiento de revolución contra determinado régimen político autoritario”, por lo que “no tienen nada que ver” con aquéllos, aclaró.

Respecto del futuro de estos movimientos, proyectó que “es difícil saberlo”, pero interpretó que podrían suceder tres cosas: “Puede que más gente apele a esas pequeñas catarsis indignadas, pero que no haya nada más”; que surja “un movimiento político que tenga la capacidad de absorber ésto”; “que ellos mismos, ante la claridad de que no llegan mucho más lejos por esa vía, decidan abrirse a alguna de las alternativas que odian pero que existen en el mercado”. Estimó que las dos primeras posibilidades son las más probables, porque la última “es bastante difícil” que se configure.

En cuanto a la región, expresó que esos movimientos podrían ocurrir en un país como Argentina, “donde hay tradición de movilización callejera”, y “si hay gente que se indigna con el gobierno, puede haber brotes de este tipo”. No obstante, coincidió con su colega en que las movilizaciones de 2001 estuvieron “focalizadas”. “No era una queja difusa contra todo sino por cosas más concretas, que provocaron la caída de De la Rúa”. Al mismo tiempo, descartó que en Brasil vaya a suceder algo así debido a que hay “falta de cultura política”, mientras que en Chile “podría ser una posibilidad”. Al respecto, agregó que “está pasando de cierta forma en el movimiento estudiantil pero por motivos concretos, hay que esperar lo que puede pasar”.

En cuanto a Uruguay, vislumbra que “es poco probable que suceda” a causa de la estructura demográfica envejecida de la población, sumado a que “la gente todavía cree -increíblemente- que el gobierno es de izquierda”. “Mientras la gente crea en eso y la estructura sea muy envejecida, los brotes van a ser contenidos por una represión brutal que mantiene este gobierno”, evaluó.