Desde enero, tanto Canal 4 como Canal 10 armaron conglomerados de dibujos animados con potencial para atraer a una audiencia intergeneracional. En el caso del 4 habría que hablar más bien de público adulto como objetivo primario, a pesar de que programó las series Padre de familia y The Cleveland Show en el mediodía de los fines de semana.

Colaterales

La familia Simpson marcó un antes y un después, iniciando una tendencia a producir animaciones para adultos. Con The Cleveland Show se muestra la vigencia del género que suele versar sobre familias disfuncionales. Cuando los ejecutivos de la señal Cartoon Network descubrieron que en horario central la mitad de su público era mayor de edad, comenzaron a producir animaciones dirigidas a ellos; también la cadena Fox decidió explotar esa tendencia y agrupó sus series animadas en un bloque denominado No molestar!, con Los Simpson como buque insignia. Seis años después continúa el fenómeno: en 2009 Fox estrenó The Cleveland Show, un spin off (serie derivada) de Padre de familia (ambas comedias creadas por Seth MacFarlane, además responsable de American Dad). Vale resaltar que todas las series que produce MacFarlane se caracterizan por introducir críticas al “american way of life” que a muchos rechinaría si fueran realizadas por personajes de carne y hueso. La nueva comedia de MacFarlane trata sobre la vida de Cleveland Brown, uno de los personajes laterales de Padre de familia, el vecino afroamericano de Peter Griffin. La acción comienza cuando Brown decide divorciarse y abandonar la ciudad de Quahog junto con su hijo Junior para emprender una nueva vida. Ambos recalan en el estado de Virginia, donde Cleveland construye otra familia disfuncional, pero esta vez con Donna, su novia de la adolescencia, a quien el ex marido abandonó con sus dos hijos: la joven Roberta y el niño Rallo. De ese modo se constituye la nueva familia de Cleveland, a imagen y semejanza de los Griffin de Padre de familia. Las analogías entre ambas series alcanzan a los personajes secundarios así como al argumento y los distintos escenarios en los que transcurre la trama. En lo formal, también la narración de las dos comedias animadas parece idéntica, con un relato caracterizado por flashbacks en los que suelen parodiar a figuras del jet set internacional. Por fuera de tales semejanzas, este spin off insinúa cierta intención de satirizar los rasgos más xenófobos de la sociedad estadounidense pero sin ningún gesto de creatividad. De hecho, se le critica a la serie la ausencia total de experimentación: lejos de profundizar sobre la línea de Padre de familia, que implicaba situaciones de humor negro y delirio muchas veces alineado a la psicodelia, The Cleveland Show sabe a una versión descafeinada de la familia Griffin, a su vez denostada por sus similitudes con los Simpson. Por eso este spin off parece una intentona de MacFarlane por generar otro quiosquito para cuando se agote la fórmula de Padre de familia. Entre tanto la serie alcanza sus pasajes más salientes con la intervención de algunos personajes menores y absolutamente surrealistas, tales como una pareja de osos parlantes. Sin embargo, esas transgresiones resultan insuficientes para la expectativa que puede implicar un derivado de una serie exitosa. Más allá de eso, la realización de una segunda temporada del programa recuerda la expansión de un género que anuncia el retorno de dos de sus criaturas fundacionales, Beavis y Butthead, a la pantalla de MTV. Nelson Barceló

Transgresores en Paraguay

No es, sin embargo, la primera vez que Canal 4, que se caracteriza por su conservadurismo en el tratamiento de muchos temas locales, se arriesga a experimentar con productos importados. Sin remontarse demasiado (para no marcar la edad), hay que recordar que a través de esa señal se pudo ver por primera vez la vanguardista serie Max Headroom, el picaresco Show de Benny Hill, al Dr. House (que milagrosamente sigue emitiéndose en orden), y a los propios Simpson, que ahora forman parte del paquete de Canal 10. Habría que ver cuál es la conexión lógica entre esa osadía a la hora de elegir ciertos productos extranjeros (inclinados hacia el humor) y la tendencia dominante en el resto de la grilla de los de la calle Paraguay, pero no convendría olvidar que si el 4 inaugura los domingos con la católica, apostólica y romana Santa misa, el resto de los canales privados ha sabido cerrar sus emisiones con predicadores evangelistas.

En ese complejo represivo-permisivo, Canal 4 ya había programado hace un par de años Padre de familia y American Dad al final de sus emisiones semanales, por lo que este retorno de dos creaciones de Seth MacFarlane no es exactamente una novedad. Sí llama la atención que ahora Padre de familia y su secuela The Cleveland Show (ver nota de esta misma página) ocupen un horario tan tempranero, ya que su cuota de violencia y sexo está bastante más allá de lo que se suele indicar para los pequeños. A menos que uno piense que se trata solamente de dibujitos y especule, erróneamente, que tienen menor poder expresivo que otro tipo de representaciones (gente filmada, por ejemplo) igualmente mediadas.

Más bien es al contrario: son justamente las posibilidades que sólo brinda la animación las que permiten que los programas de MacFarlane puedan derivar hacia el absurdo -su verdadero punto fuerte, que no la crítica social ni la narración redonda- con una aceleración asombrosa. En el universo de Padre de familia y compañía se dan por descontados los perros parlantes y los bebés hipercerebrales, y lo interesante es ver cómo, por ejemplo, el can -el único ser sensato del clan- se convierte en un cocainómano tras conseguir trabajo como detector de drogas o cómo el infante insufrible termina hablando mano a mano con su futura y deprimente encarnación adulta.

Pura aventura

En cambio, el pack del 10 (que incluye a Los Simpson como último ingrediente) está debidamete ubicado a la hora de la merienda. Y como no sólo los chicos paran para comer y ver tele, es una excelente oportunidad para engancharse con Batman el valiente (Batman: The Brave and The Bold), una proeza de traducción y reelaboración del lenguaje del cómic al lenguaje audiovisual. Nada sorprendente tratándose de una producción para la pantalla chica de DC Comics, que revolucionó la animación de los 90 con la brillante Batman: la serie animada; aquella creación de Paul Dini y Bruce Timm (que aquí emitía Canal 12) demostró que un dibujo estilizado y elegante eran tan atractivos como la cohesión y la sobriedad narrativas para los aficionados a los dibujitos de circulación masiva. El éxito de la serie rebotó en otras adaptacionesde a Superman y a la Liga de la Justicia; a las virtudes de sus antecesoras, en esta última serie también se incorporaba el uso del humor que caracterizó los cómics de ese colectivo de superhéroes hacia fines de los 80.

Ahora, esta reversión del Hombre-Murciélago, Batman el valiente, también se reapropia de recursos de comedia. No se trata del humor “psicodélico” de la serie que protagonizaba el rellenito Adam West, sino del que genera la construcción de personajes contrapuestos. En ese esquema -y aclarando que The Brave and The Bold refiere a la vieja costumbre de DC Comics de reunir a una pareja de superhéroes- Batman es siempre el integrante “serio” de diversos dúos. Esta utilización ingeniosa de la parquedad clásica del personaje como contrapunto para partenaires más locuaces preserva la esencia “dura” de Batman pero evita el acercamiento a sus versiones más sombrías.

Así, Batman el valiente es un retorno a los luminosos cómics de los años 40 y 50, los que pergeñaban Bob Kane y Dick Sprang. No sólo el trazo “recto” les hace homenaje, sino la apelación constante a tramas que, de ser un poco más detalladas, podrían catalogarse de ciencia-ficción. Nada de villanos violentos o traumas familiares sino viajes al futuro, al pasado y a otras dimensiones y planetas son la rutina de este Batman, que recupera su lado más alocado sin volverse ridículo y, de paso, desempolva a personajes memorables como el sufrido Kamandi o el delictivo Hombre Plástico.

Cuando termina Batman, Canal 10 tiene pronto El espectacular Hombre Araña, último intento de Marvel Comics (rival de DC en esto del superheroísmo estadounidense) por trasladar a la pantalla a su personaje más popular. En este caso, la apuesta está colocada en el público adolescente, al que parece que se le ha diagnosticado debilidad por los subderivados estéticos del animé más pasteurizado. Caras romboidales, pantalones anchos y mechones triangulares adornan a este nuevo Peter Parker, que ahora vuelve al liceo. No es que sea un problema revivir el origen de un personaje -en realidad, si es bueno tarde o temprano se está obligado a hacerlo-, pero el tema es que el Hombre Araña fue concebido como un eterno adolescente, lo que obliga a un periódico reseteo de su historia más allá de las imposiciones narrativas que implica crear una nueva serie.

Este Hombre Araña péndex se parece más a Ben 10 que al pibe universitario que llega a besar a Kirsten Dunst en el cine, pero los hitos son los mismos: el origen “científico” de sus diversos némesis, el padecimiento de un traje parásito, el coqueteo con una vecinita pelirroja, la muerte de su novia rubia: la vida de Peter Parker es una rueda que gira sin avanzar. Pero si es la primera vez que uno se sube a la calesita, El espectacular Hombre Araña es un buen paseo y su reponsable, Greg Weismann, se ha llevado algún que otro premio por la adaptación. Que Canal 10 lo haya programado después de Batman el valiente, sin embargo, es una oportunidad para reflexionar (brevemente: ya nos vamos) sobre el tipo de héroe que a lo largo de los años han creado ambas compañías norteamericanas. El de Marvel pasa por las diversas estaciones de las figuras religiosas: nace, lucha, padece y, acá sin morir, renace. Es el precio de ser eternamente joven -paradójicamente, el principal atractivo de los presonajes que pergeñó Stan Lee en los 60 era la conexión generacional-: no se crece. En cambio, los personajes de DC, de origen conceptual más tosco e inocente, han terminado pareciéndose a los héroes griegos, en su posibilidad de renovarse a partir de la visita a su fuente esencial. La diferencia entre el mito primitivo y el mito antiguo, digamos.