-El sociólogo Rafael Paternain piensa que hay una nueva hegemonía conservadora en el abordaje de los temas de seguridad. ¿Qué opina?

-Aprecio mucho el trabajo de Paternain, pero me parece una conclusión que todavía resulta muy temeraria. Más que una hegemonía conservadora hay una ausencia política muy importante y también de la academia, con excepciones como la de Paternain.

Si uno busca hoy investigaciones en las ciencias sociales sobre seguridad ciudadana o sobre la institución policial, encuentra poco y nada, algo parecido a lo que pasaba con el tema Fuerzas Armadas hace unos años, hasta que Julián González y otra gente se pusieron a estudiarlo. La academia y el sistema político no han enfocado seriamente la seguridad como un problema político y eso evidentemente deja vacíos que pueden llegar a ser ocupados por esas corrientes conservadoras, que reproducen el sentido común primario e intentan hacer política con esto.

-¿Que sucede actualmente en la izquierda?

-La izquierda tiene prejuicios con la aplicación de la ley y no sabe cómo resolver esa cuestión. La ley está para ser aplicada, pero el sesgo nuestro tiene que ser que sea pareja para todos. No sirve refugiarse siempre en las causas últimas de la violencia y el delito, eso puede ser un discurso explicativo, pero después hay problemas que hay que solucionar. En la izquierda tenemos una visión angelical sobre la seguridad y pensamos que con políticas sociales y generación de empleo ya basta. Ésas son condiciones necesarias pero no suficientes, hay problemas concretos de diversos tipos de actividades delictivas que hay que encararlos con sus especificidades. Tenemos que abrir el abanico de los problemas que tenemos, no centrar la discusión en un único tema.

-¿Hoy ese tema sería la minoridad infractora?

-Uno de los errores más graves que está cometiendo el sistema político es pensar que el único problema que existe es el de los menores en conflicto con la ley. Claro que hay que darle soluciones, pero tenemos otros problemas, como las violencias ciudadanas, en el deporte y a nivel doméstico. El crimen organizado de más alto nivel no está en otro lugar del planeta, lo tenemos acá y con fuertes vínculos con los señores de cuello duro. El problema es que hemos entrado en una cultura de la banalidad del delito en la que si te ofrecen un negocio lo agarrás por más que sepas que es medio trucho. Si te ofrecen algo robado lo comprás y si te ofrecen entrar en una vaquita de 40 mil dólares para un cargamento de cocaína capaz que lo agarrás, por más que seas un empresario exitoso del deporte. Y si se puede lavar dinero haciendo transacciones en el fútbol también entrás. Nos seguimos manejando con valores puros y duros del capitalismo más salvaje, y todo sirve para hacer un mango.

Muchos piden a gritos que les cortemos la cabeza a los pibes chorros, pero cuando están involucrados abogados o escribanos dicen que no hay que tocarlos porque es un estilo de vida. Eso no me sirve. En una verdadera cultura de seguridad ciudadana hay que arrancarle la cabeza a cualquiera que se lo merezca, y caiga quien caiga.

-¿La reacción corporativa en defensa del abogado Carlos Curbelo Tammaro es un síntoma de esta situación?

-Es algo sumamente significativo y paradójico. Porque si se trata de aumentar las penas o bajar la edad de la imputabalidad hay gente que está dispuesta a violar derechos elementales de los niños, pero cuando procesamos a un abogado que hizo negocios con un narcotraficante [José Luis Suárez] y le facilitó el lavado, surgieron voces de que se estaban avasallando las garantías de un abogado en la relación con su cliente o que la figura del colaborador también lesionaría, según ellos, determinados derechos y garantías. ¿El daño que ocasiona el pequeño arrebato y la rapiña es más importante que el deterioro moral y económico que produce un narcotraficante? ¿O el costo que implica que un alto oficial de las Fuerzas Armadas cometa delitos de crimen organizado en la Armada? No pido que minimecemos nada, pero sí que seamos justos.

-¿Qué opina de la tenencia de armas?

-Es un mal negocio que la gente se arme. Va en contra del ciudadano e incrementa los niveles de violencia. No se puede desplegar el criterio liberal e individualista de que cada uno se arme; el encargado de la seguridad tiene que ser el Estado. Pongo un ejemplo, el problema en la frontera de México y Estados Unidos no es sólo la cocaína, sino que los narcotraficantes se proveen de armas en el mercado estadounidense. La tipificación del delito de tráfico de armas es un debe que tiene Uruguay, y es un error garrafal pensar que la ley de la selva nos puede llevar a buen puerto.

-En un artículo de Cuadernos de compañero, del PVP, cuestionaba la irresponsabilidad de algunos medios. ¿Es partidario de regular los contenidos?

-No me atrevería a tanto, las medidas punitivas nunca llegan a buen puerto. Trabajé mucho en prevención del suicidio y hay un mito construido por la propia prensa de que no se puede informar sobre suicidios; pero no hay ninguna norma que lo establezca. No deja de ser una autorregulación llamativa. Hoy los informativos presentan noticias de carácter violento que no cumplen ninguna función social y que estimulan la violencia. He visto noticias que prácticamente son un manual de uso de la pasta base.

No se entiende la fisura que hay respecto a una población muy importante, y que aumentar las penas o bajar la edad de imputabilidad no provocará allí ningún efecto disuasivo. Esos pibes que vienen de cuatro generaciones de exclusión tienen otros códigos. En Cerro Norte, a los gurises que aparecen en la televisión vinculados a delitos los festejan en el barrio. Es una estupidez lo que hacen los canales de televisión, lo único que hacen es promover el delito y que los gurises salgan a robar como quien anda buscando cámara.