Algunos las tenían y un viento se las destruyó. Otros se metieron en un terreno para construirlas pero los desalojaron. Algunos obtuvieron sus llaves recientemente y alcanzaron el sueño, mientras que otros accedieron a créditos blandos para refaccionar las suyas. Todo esto ocurrió en pocos días en distintos puntos del país, confirmando que la vivienda, más que el hogar, ocupa y preocupa a todos los uruguayos, con matices según la capacidad económica de cada uno. La actual administración y las anteriores (sin límite hacia el pasado) han colocado el tema como prioritario para su gestión, pese a lo cual cada vez que hay un traspaso de mando el asunto es reagendado como uno de los principales problemas a resolver. La conclusión parece fácil: fracaso total de los planes. Cuando el Frente Amplio llegó a la Presidencia en 2005 se anunció un cambio de paradigma a la hora de encarar y buscar soluciones. Y si bien a partir de marzo de 2010 se reconoce el cambio de fondo que se impulso en el quinquenio anterior, por ejemplo en el Banco Hipotecario, y se afirma que se inició un proceso que requiere tiempo, los cimientos siguen sin estar firmes. Entre las donaciones públicas y privadas promovidas por el presidente, la exhortación a desarrollar el voluntariado, las declaraciones acerca de que los militares se involucren en la construcción y la intención de convertir al país en un exportador de casas a Brasil y Argentina, el objetivo se diluye. Hace 10 días, se informó la puesta en marcha del primer plan concreto del período: entregar 45 mil soluciones habitacionales en 2011 por parte del Ministerio de Vivienda, aunque hasta el momento no se sabe cuál será la distribución por departamento y cuándo inicia. Será en 2014 cuando se sepa si lo proyectado habrá cumplido las expectativas y se habrá reducido el déficit habitacional o si la campaña presidencial tendrá agenda repetida.