Si el primer tiempo fue fluidez del Inter y esfuerzo de Peñarol, el comienzo del segundo tiempo con un golazo en segundos y otro en cinco minutos modificó radicalmente la situación. Peñarol quedó con la ventaja que otorga el reglamento al valorar los goles de visitante como método de definición cuando existe igualdad en la diferencia simple de goles. Si Inter empataba 2-2, igual clasificaban los aurinegros, por lo tanto se ubicaban en ese momento del partido a dos goles de distancia del rival.

Ese sacudón formalizado con dos conversiones impactantes lo sintió mucho el equipo local. Y nunca se pudo arrimar al rendimiento del primer tiempo, cuando dominó usando todo el ancho de la cancha para la elaboración de múltiples llegadas al área rival aunque tuvo el pecado de no concretar algún tanto más.

Queda dicho, entonces, que el primer tiempo pudo ser peor en cuanto al tanteador desfavorable, pero el comienzo fulgurante del segundo tiempo no pudo ser mejor. El gol inicial fue regalado -la defensa de Peñarol parecía que no había empezado el partido- en tanto las líneas aurinegras se fueron abriendo a medida que se acercaba Oscar con pelota dominada, y el juvenil le pegó exacto contra el palo derecho de Seba Sosa.

Luego se le hizo difícil el partido a Peñarol. El tejido de pases rivales le imponía actitud defensiva y, luego, el equipo se apuraba por llegar a la zona de Juan Manuel Olivera pero lo hacía mal, apurándose y casi nunca pudiendo poner en juego al ariete. En ese período Martinuccio fue una excepción. Tuvo movilidad, encaró, logró tiros de esquina a favor de su equipo obligando e inquietando a la defensa brasileña.

El día y la noche. La noche y el día fue lo que se vio en el tiempo inicial y en el de cierre. Los dos martillazos iniciales dieron vuelta el partido. Matías Mier, como en Fénix, atacó con habilidad y ganas por la izquierda, encontró a Martinuccio y a él se la pasó. El argentino encaró hacia el arco, ensayó con éxito pleno una pared eléctrica con Olivera y la clavó en el ángulo. Iban 14 segundos del segundo tiempo. Inter tambaleó, quedó sentido cual boxeador que no espera el golpe en el mentón que acaba de recibir.

En esa situación y sin dejar reaccionar a su rival, Peñarol pegó otra vez con una excelente acción de Aguiar volcado a la izquierda, culminando con buen centro que Juan Manuel Olivera cabeceó con sapiencia subiendo hacia atrás, utilizando todo el cuerpo y colocando la pelota en las cercanías del ángulo y lejos de Renán. Iban cinco minutos.

Ya el partido fue otro tan distinto y había que saber jugarlo. La ventaja era importantísima pero no había que darle posibilidades de reacción al herido campeón vigente. Y quedaban 40 minutos por delante.

Peñarol no falló. Peleó cada pelota individual y colectivamente. Se plantó firme en defensa. Más aun, supo usar el ancho de la cancha como Inter lo había hecho en la primera etapa. En eso Martinuccio siguió siendo un castigo para la defensa rival, en ese momento muy abierta y endeble. El delantero argentino le sacó la pelota al golero rival en el ángulo del área pero no pudo culminar con el arco libre. Otro susto para los dueños del Beira Rio.

El hábil Andrés D’Alessandro protesta y le sacan amarilla. Paulo Roberto Falcão hace dos cambios en un intento de variar la situación pero no lo logra. Los brasileños ya están muy apurados, empiezan a tirar pelotazos y centros. No son Barcelona, no insisten por abajo cada vez, la buscan más por alto. Y Peñarol lo va llevando. Con categoría, con sapiencia. Sabe que puede regalar un gol pero juega para no llegar a ese extremo. Y lo logra. A los 60 minutos Aguiar pasó al centro del área y el remate de frente se va por arriba. Inter tiene técnica pero está inseguro y, con el reloj apurándolo, falla mucho. El equipo uruguayo, que ya ve cerca su pasaje a cuartos de final, se planta resistente y dominante y hasta tiene arranques ofensivos que le dan aire a su defensa radical del área propia.

A los 70 minutos, un tiro de Bolatti -buen valor- que sacan de la línea 22 piernas. Sebastián Sosa, con sus padres en la tribuna como siempre, sacó pelotas de varios y peligrosos colores. Hubo un cabezazo de Rodrigo en el palo en el primero de los cinco minutos adicionados. El triunfo ya era real. El 2-1 quedó plasmado. Una enorme victoria.

La semana que viene Peñarol defenderá su chance otra vez como local en el primer partido ante la Universidad Católica de Chile, que anoche eliminó a Gremio. La Copa Libertadores le sonríe.