Con niebla y llovizna, la tarde en la capital no se prestaba para las actividades al aire libre. Sin embargo, niños y adolescentes del liceo Nº 60 del barrio Lavalleja, del Centro Juvenil Mercadito Victoria de La Teja y del club de niños Nuestra Señora de la Esperanza, de Nuevo París, se las ingeniaron para inyectar dosis de buentrato a adultos en la zona de Paso Molino: debajo del viaducto, al abrigo de techos de comercios, dentro de las ferias permanentes o bajo la llovizna nomás.

Es el décimo año que el programa Claves de Juventud para Cristo organiza la campaña “Un trato por el buen trato”, que se desarrolla en octubre y a la que se suman liceos públicos y privados, escuelas técnicas, clubes de niños, escuelas e iglesias de 12 departamentos. En paralelo a la actividad en la Plaza de Deporte Nº 7 de Paso Molino se hicieron otras similares en varios puntos del país; la semana que viene los grupos concurrirán a ministerios y empresas.

De paso por el Paso

Eran cerca de 40 los niños y adolescentes que, acompañados por los respectivos educadores, protagonizaron la movida. Rompieron el hielo con un juego colectivo, luego se dividieron en dos grupos; mientras uno se maquilló las caras, el otro se dirigió a un ómnibus donde vieron videos sobre la campaña. Por medio de una ronda de preguntas pusieron en común sus pareceres. Había quienes participaban en la iniciativa desde hacía años y para otros era la primera vez. Como casos de maltrato mencionaron la “violencia en las casas” pero abundaron los ejemplos de discriminación entre compañeros en el ámbito educativo: “Te discriminan si sos flaco, si sos gordo, si sos petiso, de color, si te cuesta algo, si no sabés leer”, describieron. Otro adolescente aportó: “Hay un programa los domingos en la tele que se llama Maltratadas, que cuentan casos de niños abusados, está zarpado. La semana pasada mostraban un caso en que el padrastro abusaba de la nena, y está bueno porque al terminar el programa mostraron cómo te das cuenta cuando hay casos así y a qué numero podés llamar”.

Se habló de las “palabras claves” contra el maltrato: escuchar, creer, incluir, proteger, denunciar. Un “certificado de vacunación” que los chicos entregaron a los adultos que aceptaron recibir la vacuna “antipegánica” incluía una breve reseña de la actitud pactada: “escucharlos sin enjuiciar ni criticar”, “creerles cuando me hablan de asuntos que nos afectan” y “especialmente cuando me hablan de maltrato”.

Salieron a la calle en pequeños subgrupos con chiquilines de diferentes edades, procedencias y experiencia en la campaña. Se arrimaban a los mayores y les preguntaban si sabían qué era la vacuna contra el maltrato. Por sí solo, el término vacuna asusta, pero la actitud desorbitada de los adultos cambiaba cuando les aclaraban que no había jeringas de por medio: “Es un caramelo que simboliza la dulzura”.

Si no hubiera llovido podrían haberse arrimado a quienes estuvieran tranquilamente sentados en la plaza de deporte, pero tuvieron que interceptar a transeúntes apurados. Algunos aceptaban con interés creciente a medida que escuchaban los planteos, pero otros decían que no de entrada, y no pasaban inadvertidos. Igual los chicos sabían cómo proceder, poco antes de salir a la calle Romina y Pablo comentaron a este medio la estrategia: “Tener buena onda. Si te dicen que no y los insultás en cierta forma no estás cumpliendo con lo que dice el contrato y vos estás vacunando en vano”.

“¿Te podés vacunar si ya te vacunaron en otra campaña?”. Con claridad, respondió Valentina, estudiante del liceo Nº 60, que ya había participado otros años: “La vacuna sólo se vence si ellos le pegan a un niño, o no lo escuchan, o no le creen lo que dice, o no lo protegen. O si ven un caso de maltrato en que un adulto le está pegando a un niño y hacen como que no lo ven o no lo denuncian. En cambio, si cumplen todas esas normas no se les va a vencer nunca la vacuna”.

En diálogo con la diaria, Nicolás Iglesias, cocoordinador de la campaña, definió sus tres cometidos básicos: integrar a adolescentes que provienen de diferentes lugares; que éstos ocupen un lugar protagónico -“son los gurises los que hablan con los adultos”- y que adquieran “una mayor capacidad de decir, hablar del tema”. Iglesias ejemplificó que en un taller sobre maltrato un niño entendió el concepto y “se animó a contarle a su maestra una situación de violencia en su casa”.

Pero no es fácil entender y proceder. Al ser consultada sobre qué otras acciones pueden implementarse para combatir el maltrato, Romina, de 13 años, dijo que la clave era “hablar con las personas, principalmente con los niños”. E introdujo su propio combate: “Los niños cuando ven un maltrato piensan ‘yo si pego soy malo’. Yo paso pegando, y te lo digo, soy sincera, y no es bueno que los niños chicos lo vean porque cuando lo ven los perjudica. Porque si les pega el compañero, van y le pegan, y así se hacen la cabeza de que la gente vive peleando”. “Entonces si lo considerás un mal ejemplo, ¿por qué lo hacés?”, fue la pregunta inmediata. “Yo estoy acostumbrada”, se defendió. A su respuesta se unieron sus otros tres compañeros, Néber, Camila y Pablo, que alegaron que “si uno crece viendo maltratos después responde con maltrato”. Ejemplos no les faltaban.