La jornada, realizada el 23 de noviembre en el marco de las actividades del Día del Futuro convocadas por la diaria, fue organizada por el Instituto de Economía de la Facultad de Economía y de Administración (FCEA) de la Universidad de la República (Udelar). Los expositores fueron Gabriela Mordecki, Henry Willebald, Diego Piñeiro, Daniel Garín y María Inés Moraes. La predominancia histórica del sector agropecuario en la economía del país ha sido “muy cambiante” según Willebald, aunque existe una tendencia “muy interesante” evidenciada en la volatilidad del sector. El historiador explicó que hay una volatilidad constante hasta 1950, momento en el cual se incrementó el indicador y volvió a descender dos décadas más tarde. A pesar de que el sector agropecuario es considerado en ocasiones “rentista”, y donde el precio de la tierra en los últimos 12 años tuvo un crecimiento “muy fuerte” -ver la diaria del 21/11/12-, “no todo es especulativo” dado que existe una “valorización de la producción”, explicó el expositor.

En los últimos años el sector agropecuario “fue disminuyendo” su participación en el Producto Interno Bruto (PIB), corroboró Mordecki. En 1998 el sector primario representaba el 11,8% mientras que el año pasado alcanzó el 8,7%, detalló la economista. Si bien en los últimos tiempos “no es el sector agropecuario el que lidera el crecimiento”, el agronegocio representa 25% del PIB, amplió. El contexto, que atestiguan los datos económicos brindados por la investigadora, registra: una caída en la faena de la industria frigorífica, el mantenimiento de la remisión de leche a las plantas de elaboración, la soja como líder absoluto del sector agrícola, un leve crecimiento de la producción de trigo y el estancamiento de la de arroz. En tanto, las exportaciones han crecido más en precio que en volumen, situación beneficiada por los altos precios internacionales de los commodities.

Agroboys y familia

El futuro depende de la solución de conflictos de los “sectores en pugna” aunque en la actualidad el “futuro está flechado en una dirección que creo que no va a facilitar un desarrollo equitativo”, explicó Piñeiro. En tanto la cita, según el sociólogo, será tanto con las grandes empresas de la alimentación y de la química como con el sistema financiero, las distintas asociaciones de productores empresariales y familiares, los sindicatos de trabajadores rurales y el sistema científico-tecnológico, en el sistema político faltan “definiciones” y hay largos “silencios” reconoció el disertante. El fenómeno del “asalto a la tierra por el capital financiero” caracterizado por la concentración y extranjerización del recurso y evidenciado en Uruguay con que “35% de la tierra fue transada en los últimos diez años”, se seguirá profundizando, advirtió. “El ICIR [Impuesto a la Concentración de Inmuebles Rurales], no va a tener mayor efecto en el proceso de concentración de la tierra y creo que la ley, que recientemente votó el Parlamento, que obliga a que las sociedades anónimas que compran tierras sean nominativas, va a tener también poco efecto”, sentenció el sociólogo. Esa situación se verá favorecida en los próximos años por alianzas que aún no irrumpen en el contexto político. “Hay una asociación entre las viejas familias propietarias de tierras de hace muchos años en Uruguay y algunos de los fondos de inversión que han invertido recientemente” en el país, avizoró el académico. “Sin embargo, el sistema político no está demasiado interesado en esto, hay una imagen muy fuerte productivista que está priorizando la rentabilidad, las ganancias y las inversiones”, lamentó Piñeiro. Entre otras preocupaciones latentes que aparecieron en el discurso del académico estuvieron: la “hipoteca” de los recursos naturales, la “enorme deuda” con los asalariados rurales, la despoblación del medio rural, así como la regionalización en el Cono Sur en la concentración de la tierra.

A su turno, el director de Desarrollo Productivo de la Intendencia de Canelones, Daniel Garín, avanzó sobre las propuestas a futuro que maneja el Poder Ejecutivo. La elaboración de una “estrategia regional de seguridad alimentaria”, que significará “un elemento de cooperación entre los pueblos”, se plasmará en una “agenda de integración”, describió Garín. La iniciativa pretende garantizar la seguridad alimentaria, favorecer a las producciones menos rentables e intensificar el trabajo de los 35.000 trabajadores familiares en el medio rural. Por otro lado, incorporar “valor” a la cadena agroalimentaria es otro de los objetivos del gobierno.

Lo más probable del futuro

Pensar los “futuros del pasado” fue el ejercicio que Moraes propuso al auditorio. En la dinámica de aprender “un poco de los sueños que tuvieron otros”, la historiadora recorrió los sucesos de los últimos 200 años donde aparecen los planes de los funcionarios de la corona española, la política agraria del artiguismo y expresiones del batllismo reformista radical. En la actualidad: “Está en curso una especie de segunda modernización rural, que al igual que la primera no está dejando casi nada de lo viejo en su sitio”, relató Moraes, para quien “ésta es una etapa de paradojas, ironías y perplejidades; en cierto modo estamos ante la realización del sueño batllista, pero de una manera extraña”.

La agricultura avanza sobre la pradera natural de la mano de las semillas transgénicas, el glifosato y el GPS”, describió la historiadora. Además “han irrumpido los bosques artificiales” que alimentan la industria celulósica “altamente polémica”, advirtió. En este momento “en que los novillos se compran y venden en ferias virtuales, en que 100% del rodeo bobino podría llevar una caravana con un chip que registra lo fundamental de sus movimientos […] los dueños de la tierra ya no son los que eran y por diversas razones ya no encajan bien en el patrón del terratenientes” pero “tampoco los trabajadores rurales son lo que eran”, admite Moraes. Los peones ya no viven en los establecimientos, las motos chinas favorecieron la urbanización y, cita la autora a Piñeiro, “no tienen sombreros de ala ancha sino gorritos de béisbol”. En este contexto “es más difícil que antes construir imágenes de futuro, estamos perplejos, estamos mucho menos seguros de hacia dónde queremos ir”, reflexionó la historiadora.