Por lo general cuando hablamos de transparencia en el gobierno se piensa en dos tipos: la activa (cuando se publica información de forma voluntaria u obligatoria, como el organigrama y salarios de un organismo) y la transparencia pasiva, donde la ciudadanía pide información y el organismo -por lo general bajo el mandato de la ley 18.381 de Derecho de Acceso a la Información Pública-, la entrega a quien la solicitó (o al menos debería).

Aún con mucho camino por recorrer en esos dos ámbitos que fueron reglamentados por la mencionada ley del año 2008, nos estamos metiendo de cabeza en una dimensión relativamente nueva, que es a su vez transversal y más profunda que las dos de las que venimos hablando. Me refiero a los datos abiertos (si se preguntan qué tiene todo esto que ver con una columna sobre ciencia y tecnología, ténganme un poco de paciencia).

Datos abiertos son los que “pueden ser utilizados, reutilizados y redistribuidos libremente por cualquier persona, y que se encuentran sujetos, cuando más, al requerimiento de atribución y de compartirse de la misma manera en que aparecen” (http://ladiaria.com.uy/UBn). Y como se puede ver en la definición del Open Data Handbook, su uso es el carácter definitorio. La razón es que estamos hablando de datos y no de información; mientras que en líneas generales hasta ahora pensábamos la transparencia como respuestas a preguntas, los datos crudos, procesables, manipulables permiten formularse (y responder) preguntas nuevas que ni siquiera quien generó los datos conocía.

Ahí es donde entra la tecnología. La mejor calidad a la que podemos aspirar cuando se publican datos abiertos se mide por los metadatos que permiten a una computadora -no a un humano- “comprender” esos datos. Pero ni por un segundo piensen que las personas quedan por fuera de la ecuación: la tecnología ayuda a procesar, visualizar, transformar los datos en maneras que no podríamos sin utilizarla, pero la tarea de la interpretación es la que convierte esos datos en información. O en valor, que es bastante más interesante.

Esta dimensión de la transparencia permite construir sobre los datos. Entre otras cosas, permite generar servicios como las aplicaciones con horarios de transporte sobre los datos de la Intendencia de Montevideo o hasta un producto comercial como el que brinda información de comercio exterior con datos de importaciones y exportaciones (ambos ejemplos reales). Ya no hablamos únicamente de un derecho a saber o de decisiones informadas, sino de aplicaciones y herramientas que generan valor (percibido o económico) donde no lo había.

Como lo pone Guillermo Moncecchi en una publicación para la Open Knowledge Foundation (http://ladiaria.com.uy/UBo), podemos ver a los datos como infraestructura: “La gente trabaja sobre ellos, como trabaja sobre calles, puentes o parques. Por dinero, diversión o filantropía, hay miles de usos posibles de la infraestructura: no deberíamos determinar o siquiera imaginar cuáles son esos usos. [...] Los datos abiertos deberían verse como un componente más de un esfuerzo que busca la construcción de una infraestructura digital pública, donde la gente puede, dentro de la ley, hacer lo que quiera. Exactamente igual a lo que hacen con las calles.”

Uruguay viene dando importantes pasos para la construcción de esa infraestructura. Desde adherir al Open Government Partnership (esfuerzo internacional liderado por Brasil y EEUU por la transparencia) o incluir la generación y publicación de Datos abiertos en la Agenda Digital 2011-2015 (http://ladiaria.com.uy/UBp) hasta acciones más concretas, como contar con el primer portal nacional de datos abiertos de la región (http://datos.gub.uy).

Pero del otro lado están los que vayan a usar esos datos para -como decíamos- darle sentido, construir valor. Nosotros, en otras palabras. Hoy como nunca antes se abren puertas para ser parte de este asunto a través de dos concursos sobre datos abiertos. El primero de ellos, DateIdea.uy (http://dateidea.uy) es impulsado por el gobierno desde AGESIC y abierto no sólo a desarrolladores sino a ideas, incluyendo periodismo de datos. Y por otro lado -en su segunda edición- está el evento Desarrollando América Latina (http://2012.desarrollandoamerica.org/dal-en-uruguay/), una hackatón (o maratón de desarrollo) que apunta a formar equipos multidisciplinarios para crear aplicaciones que no sólo concursan localmente, sino que se enfrentarán a otras desarrolladas en simultáneo en ocho países de Latinoamérica.

El potencial es inmenso y el momento parece ideal, pero la publicación de datos requiere un esfuerzo y más que nada se justifica, en la medida que desde nuestro lado hagamos algo con ellos. El entusiasmo alrededor de los datos abiertos en Uruguay y en el mundo puede desvanecerse así como llegó, pero será mucho más difícil que esto pase si nos apropiamos de los datos.