-¿Cómo es la relación entre sus conciertos y sus ediciones en formato disco?

Tomás Nochteff: -Son dos cosas diferentes. Lo que pasa es que todas nuestras performances en vivo son muy diferentes. No estamos intentando reproducir de una forma técnicamente correcta algo que hicimos antes, sino que hay un espacio para la improvisación y un espacio para la visión del momento. El disco también es así, pero es una foto, digamos. En los discos es algo muy difícil porque tenemos una idea muy concreta y después técnicamente somos muy ignorantes, pero en la cabeza tenemos una cosa muy grabada.

-Algo que he notado de sus temas es que funcionan en base a acumulación: acumulación de imágenes, acumulación de sonidos, como si fueran viendo hasta cuánto se puede hinchar el saco antes de que se desfonde.

T: -Sí, en el proceso hay muchísimo de extracción, en realidad, sacamos muchísimo más de lo que ponemos. Es como una destilación. Y es verdad lo que decís, porque en realidad muy pocas canciones fueron compuestas como canciones, a no ser “Horas Tristes”, que Carmen la hizo así, de una. La mayoría son como collages de cosas que vamos haciendo: de golpe nos gusta un sonido, un teclado que hace Carmen, una base de bajo, nos gusta una letra, o capaz que también nos gusta otra letra y vamos armando unas obritas que son como un encantamiento.

Carmen Burguess: -Cada canción es como una pequeña obrita de arte.

T: -También en algunos casos como una canción infantil, algo que repetís, repetís y repetís y no tiene sentido, pero de repente empieza a tener sentido.

-Me llama la atención eso infantil que mencionan, porque justamente es algo que convive mucho en los álbumes, pero no como una cosa infantil ingenua, sino lo oscuro y terrorífico de la infancia...

T: -Lo que pasa es que es irreal esa idea que se tiene de la infancia. Si tenés conexión con tu infancia te das cuenta de que no es una cosa saltarina, te das cuenta de que es el momento más intenso, más perceptivo y obviamente tiene horror, fascinación, erotismo, un montón de cosas que la gente después deja afuera cuando piensa en los niños, pero si después te acordás, de verdad, es épica, increíble.

-¿Cómo fueron sus respectivas infancias?

C: -Mi infancia fue muy linda, alucinatoria. Con mi hermano jugábamos mucho y no teníamos límites de ningún tipo a la hora de jugar e inventar historias. Pasaban horas, horas, horas y a veces terminábamos llorando, terminaban los cuentos de una manera trágica, absurda, de golpe un personaje se moría porque no sé qué…

T: -Yo también tuve una infancia re linda. Muy solitaria, porque no tenía hermanos. Estaba muy obsesionado con la religión, porque mis padres eran marxistas, no existía la religión ni la televisión en mi casa. Me colgaba mucho, flasheaba con la religión, me colgaba con las cruces, lo que decían los otros chicos y hacer algo prohibido era algo súper atractivo y vertiginoso y experimentaba con eso, hacía cosas.

C: -A mí me parece que la infancia es el estado más interesante del ser humano. Siempre observo sobre todo a las niñas entre los cinco y nueve años. Las observo y veo que no se reprimen los gestos. Parecen locos, si fueran adultos e hicieran lo mismo serían considerados locos.

-¿Cómo es cuando lo prohibido es la religión? Porque generalmente aprendemos lo prohibido por medio de la religión.

T: -Claro, es alucinante. Es lo que debería ser la religión, es pura belleza, horror, fascinación, es el abismo, el misterio, lo que tiene que hacer. Como yo lo viví y como lo sigo viviendo. Lo que yo quiero de eso no tiene nada que ver con la moral, sino con el misterio auténtico de la vida. Los símbolos religiosos son arquetipos y están ahí por algo, traen conceptos súper complejos. Pero cuando a un niño fascinado por eso nadie le explica qué significa, de alguna manera casi que entiende más que lo que le explican. Lo que te explican es todo lo que es el control social de la religión, una parte, o casi todo en este momento de la religión; para mí no existía.

-Eras pagano, por así decirlo.

T: -Sí, totalmente. Salvo que en vez del bosque, la ciudad. La ciudad y todo lo demás. Y ahí también capaz que empieza algo que hacemos mucho, que es jugar, collage con esas cosas, esos símbolos; profanarlos pero también usarlos.

-Justo hablando de la religión, el título que cierra su LP, Altar, tiene algo muy religioso; un teclado de iglesia puede alternar lo oscuro y lo divino en paralelo.

T: -Qué bueno que digas eso, porque me cansó que la gente sólo vea oscuridad en lo que hacemos. Me parece que no es así, hay oscuridad y hay luz. Ni siquiera hay una predilección por cualquiera de ellas. Hacemos como somos. Yo no veo que seamos una banda de pura oscuridad para nada. Mueran Humanos tiene que ver con nosotros, y por supuesto que hay algo de oscuridad, porque es parte de nosotros.

C: -Sí, negar eso sería una pavada.

-Ahora que volvieron a Buenos Aires, ¿cómo encontraron la escena?

T: -Con Buenos Aires está todo bien, yo me fui a Europa en buenos términos. La escena musical no me cae muy bien. Creo que los grupos que más me gustan no tienen el reconocimiento que deberían. Creo que el rock argentino está en decadencia desde hace mucho tiempo.

C: -Hay cosas que no pasan ahí, cosas que sí nos pasan a nosotros allá. Yo lo tengo claro eso. Si bien por un lado nosotros nos movemos un montón y trabajamos para esto, hay cosas que sólo se pueden hacer en Buenos Aires si tenés tarjeta dorada, o algo así, y no está bueno. Incluso, aunque estoy bastante feliz por lo que nos pasa, me duele bastante lo que les pasa a nuestros amigos, porque se lo re merecen.

-¿Creen que el pos Cromagnon afectó esa escena independiente?

T: -Sí, sí, nosotros vivimos ese momento, nos fuimos de Argentina bastante después.

C: -Fue una re herida; Omar Chabán es una figura re importante para la escena underground de Buenos Aires.

T: -Pero esto va más allá, porque cerraron un montón de lugares. Antes vos podías hacer cosas como ir a un lugar, una pizzería y decirle “te armamos unas fechas”. Con Dios hacíamos mucho eso, íbamos a miles de recitales a lugares que no estaban preparados para hacer recitales. Eso hoy en día no lo podés hacer, un recital en tu casa, en la casa de alguien o un bar cualquiera. Aunque los vecinos no te denuncien. Lo de Cromagnon fue muy zarpado, pero al final la cosa cayó sobre los mismos, los que hacemos las cosas por nuestra cuenta, siempre cae el hachazo sobre el underground.

-En Uruguay los lugares han ido cerrando, huyendo de los vecinos.

T: -Igual es algo mundial, yo creo que los vecinos siempre se quejaron y rompieron las bolas, pero por alguna razón ahora la tranquilidad de dormir del vecino es más importante que la vida cultural de un país. Pasa que la gente se muda a un barrio porque es re cool, pero ¿por qué es re cool? Porque la gente hace lo que quiere y tiene onda. Creo que la gente se la tiene que bancar. No puede ser que “ay, no puedo dormir” y sos el rey del mundo y les cortás la historia a los demás. ¿Querés dormir? ¿Para qué querés dormir? ¿Querés dormir para trabajar al otro día? ¿A mí qué me importa? ¿Vos sos un nabo que hacés lo que te dicen y tenés más razón que todos nosotros? Yo laburo de noche, vos laburás de día; lleguemos a un acuerdo.

C: -Ellos quieren ese momento, es el momento en que mandan, saben que la ley está de su lado, es muy desagradable. Es su momento de tener razón en algo.

T: -¿Cuántas cosas hay que no te dejan dormir? El fútbol, el colectivo, cualquier obra que haya, la sirena de la Policía... Pero bueno, aparentemente hay razones para eso, porque es parte de la sociedad, pero lo que hacemos nosotros está mal.

C: -Hay demasiada gente en el mundo.