-Uno de los puntos que más llaman la atención de “Flacas vacas” es que, si bien hay muchas películas uruguayas que tienen humor, tu película lo hace desde un estilo distinto, más verborrágico, que sólo permitiría que se la hermanara con “Joya” (Gabriel Bossio, 2008).

-Puede ser. Esta película y “Joya” comparten la génesis. Cuando Gabriel estaba viviendo en Buenos Aires, charlando de proyectos, de qué estamos haciendo y por qué no estamos haciendo películas, concluimos que lo que había que hacer era películas que pudiéramos hacer. Él tenía un proyecto hacía un montón de tiempo, muy complicado y que no podía financiar; yo también tenía algunos proyectos demasiado grandes y ambiciosos. Entonces dijimos: “Pensemos en películas sencillas, de unos pocos personajes en un lugar; limitémonos”. De esas charlas terminó saliendo “Joya”, y en esa época también yo me encontré con Verónica [Perrotta], quien me pasó unas cosas que estaba escribiendo y me di cuenta de que era un proyecto que tenía que ver con la película que yo quería hacer. Las dos son películas filmadas en tres semanas, con pocos actores, y en ambas está Jenny Goldstein.

-También son dos películas en las que se ve mucho la mano de la dirección de actores.

-Puede ser. En “Joya” se improvisaba bastante, era una historia que estaba menos estructurada en el guión. Una parte importante en el trabajo de dirección de actores de “Flacas vacas” caía en unir los distintos estilos de cada una de las protagonistas. Verónica, Paula [Guía] y Jenny son actrices muy diferentes, tienen formas de trabajar muy diferentes. Verónica, además de ser la guionista, se mantenía muy cerca del guión. Jenny lee el guión, entiende por dónde va, sabe por dónde tiene que ir la escena y no le pidas que repita exactamente eso que dice ahí, pero una vez que descubre aquello que funciona, lo repite exactamente igual en todas las tomas de una manera perfecta; es una máquina. Paulita tenía menos experiencia que las otras dos, porque es su primer protagónico en el cine, estaba mucho más nerviosa, requería otro enfoque… El armado del puzzle, en ese sentido, fue buena parte del trabajo.

-¿Cómo fue trabajar con tantas mujeres al mismo tiempo?

-Fue agotador, ¿no? Son muy divertidas, fue muy divertido el rodaje, pero también fue muy enloquecedor. Yo terminé muerto y todo el equipo masculino terminó el último día diciendo: “Bueno, la próxima es de cowboys, ¿no?”.

-Quizá sea pedirle demasiado a un cine que es relativamente joven, pero no recuerdo muchos casos de películas uruguayas en las que se retrate a las mujeres como grupo y no desde cierta individualidad.

-Pero también es cierto que no sólo en el cine uruguayo sino en el cine en general hay muchas más películas con protagónicos masculinos que femeninos. Las mujeres tienden a ser los roles de “la madre de”, “la novia de”…, es muy frustrante para las actrices. Siempre tienen que estar bajo la sombra de, por un motivo que realmente no sé cuál es, pero que puede ser que hay muchos más guionistas y directores hombres que mujeres, por lo que se escriben y se filman muchos más personajes interesantes masculinos que femeninos. De todas maneras, no es una consideración que haya tenido antes. Simplemente me crucé con este guión, que me parecía divertidísimo, que tenía cosas que hablaban de un montón de temas que a mí me interesaban y de los que yo quería trabajar desde un lugar distinto al que me había imaginado.

-Otra cosa que llama la atención es que, si bien es una comedia, los personajes son tan queribles como detestables en algún aspecto.

-Eso es lo que más me atrae de la película y lo que más trabajo dio durante el proceso de rodaje y, sobre todo, en la edición. Se trata de encontrar el punto de no saber si reírse de eso o si querés abrazarla o matarla a la mina. Ese senderito, que es muy angosto, dio mucho trabajo pero creo que lo resolvimos con elegancia. Algunas veces habremos cruzado un poquito para acá, otras veces un poquito para allá, pero a grandes rasgos creo que ese tono es lo más interesante de la película.

-El otro papel es el de Troncoso, posiblemente el personaje secundario más increíble que haya dado el cine uruguayo.

-Fue muy divertido. Fue divertido cuando lo pensamos, porque ese personaje no lo teníamos en el primer guión de la película. Fue apareciendo en las reescrituras y ni bien apareció nos dimos cuenta de que era fundamental que el papel lo hiciera Troncoso. Era muy importante para mí que el personaje fuera completamente impresentable. Ves a Teresa enganchada, todavía angustiada, y cada vez que hablan de Carlos todos ponen un poco carita y ella está con unos enrosques de “lo nuestro no es amor pero es algo más importante, más profundo”. Cuando finalmente ves a ese tipo y ves que es una bestia que claramente no le conviene a nadie, que da para salir rajando y te dan ganas de decirle “no podés estar enganchada con esto”, para mí era de las cosas más divertidas del asunto y, de hecho, es el momento más pasado de ridiculez de la película.

-En ese escollo sentimental noto que cada una de las mujeres son una variante de cómo posicionarse frente al amor. Una está atada al ex novio, otra no ha estado con nadie durante mucho tiempo y otra está en medio de una relación muy intensa pero medio volátil.

-Y las otras dos que llegan, que son las locas pero las únicas que tienen una relación normal, sana y duradera. El hecho de que ellas son la única gente sana del film es algo que pasa completamente desapercibido en la película incluso para los personajes. Bueno, algún problemita, algún ataque de nervios o alguna cosa, pero son las únicas que tienen una vida más o menos armoniosa.

-¿Vos decís que esa invisibilidad se puede deber a que la gente sólo registra el detalle de que son lesbianas pero no se fija en el resto?

-Creo que el tema de que sean lesbianas es completamente irrelevante. Eso es un poco hasta militancia pro igualdad de parte mía. El único motivo de que sean lesbianas desde la escritura del guión es que la gracia es que sean todas mujeres. Entonces con esto que vos decías de “ésta está en esta situación, ésta está en otra”, que haya una pareja que esté bien y que sí funciona es necesario. Y como queríamos que fueran mujeres, fueron mujeres. Es un tema que, como con el racismo, vamos a empezar a solucionar una vez que dejemos de hablar de ellos. Es el tipo de cosa que funciona en “La noche de los muertos vivos”, que fue la primera película más o menos importante con un protagonista afroamericano cuya raza es completamente irrelevante en la historia. Antes de esa película, cuando te metían a uno de protagonista te encajaban a Sidney Poitier en “Al maestro con cariño”. Siempre estaba esa idea de “estamos hablando de este tema, estamos hablando del tema de la raza”. Es lo mismo que pasa cuando entramos en eso de “ponemos a este actor homosexual porque la película habla de la homosexualidad”. Hay un momento en que se llega a cierto nivel de aceptación y procesamiento de las diferencias en el que podés dejar de hablar del tema y tratar a la gente como gente. Es por eso que la sexualidad de todos los personajes no tiene nada que ver con eso. Igual, hay un antecedente en el cine uruguayo, que es “Los días con Ana” [Marcelo Bertalmío, 2000]: uno de los personajes es una mujer que está enamorada de la otra y el tema es que tal está enamorada de Fulana, no que se trate de dos mujeres. Ojo, también son muy nobles y necesarias películas como “El cuarto de Leo” [Enrique Buchichio, 2009]. Yo no digo que sea un tema que no hay que hablar. Aspiro a que eventualmente se transformen en temas en los que es innecesario hablar. Milito para eso en mi película y en la forma en que crío a mi hija.