Varios asuntos han llamado la atención de los lectores en los últimos días. Como suele suceder, algunos son de respuesta sencilla y otros nos enfrentan a problemas que debemos discutir y que no siempre podemos resolver.

Un lector observó que en la nota del jueves 31 de mayo titulada “Este oeste nuestro” había varios errores que no fueron reconocidos en la edición del día siguiente (como sí se reconoció haber atribuido la imagen del ex frigorífico Swift al Nacional). Entre ellos menciona que la nota habla de la Bahía del Cerro en lugar de decir Bahía de Montevideo (que es su nombre); se saltea La Teja cuando se enumeran los barrios o localidades; se menciona el arroyo Miguelete pero no el Pantanoso, y se dice “la zona de Capurro que bordea el Cerro”, cuando en realidad Capurro no sólo no bordea el Cerro sino que hay un par de barrios en el medio. También reclama el lector que no se haya criticado la expresión de Ulises Torrado, de la IM, cuando éste dice que “Montevideo nació de espaldas a la bahía” para luego afirmar que “Capurro era la playa de Montevideo”.

Sobre esto último corresponde destacar que las expresiones del entrevistado están entrecomilladas, y que un reportaje no es una crítica, por lo que no correspondería esperar que el cronista criticara lo dicho por su fuente, que es citada en forma textual.

En cuanto al resto, el editor de Economía, Ernesto Alazraki, observa que la nota -cuyo centro no es la descripción detallada de una zona sino la exposición del debate en torno a las concepciones de progreso que la afectan en este momento- puede tener, efectivamente, inexactitudes, pero que éstas son laterales respecto al tema tratado. Según el editor, lo relevante no es, en este caso, “la inclusión de todos y cada uno de los sitios/lugares/parajes/barrios” sino que se trata “de ubicar al lector en el área referida por el trabajo”. Teniendo en cuenta ese criterio, las inexactitudes pasarían a segundo plano, aunque es justo admitir que un error es un error, y que, por ejemplo, la bahía se llama “de Montevideo” y no “del Cerro”, tanto como la fotografía era del Swift y no del Nacional.

El mismo lector observaba algunos errores en una nota de Deportes de ese mismo día (página 16, “Todo pronto”) y sobre ellos el editor de la sección dice que “la culpa final es mía, pero no es por falta de rigor, sino porque somos falibles”. Esto último (lo de la falta de rigor) responde a una observación que el lector hacía en su mensaje, y que afectaba no sólo a Economía y Deportes sino a la diaria en general: decía que en su opinión la función de “corrector” ha desaparecido y que debido al vértigo del trabajo “no hay tiempo de revisar”. Es importante señalar la coincidencia entre ambos editores (de Economía y de Deportes) al responder que los errores pueden deberse a fallas en algún punto de la cadena de producción (y ambos se hacen responsables personalmente, en primer lugar) pero nunca a falta de rigor o a la inexistencia de correctores. Ambos destacan la minuciosa tarea de la sección Corrección y el rigor con que las noticias son revisadas una y otra vez a lo largo del proceso anterior a su publicación, lo que, sin embargo, no evita que se cometan errores de vez en cuando.

De otro tipo son las inquietudes planteadas por lectores que han quedado disconformes con la forma en que se cubrió algún tema o que reclaman que, directamente, un tema no es cubierto regularmente por la diaria. Entre estos últimos está el reclamo de una lectora que observa que los temas de “los trabajadores” no están tan presentes como deberían en momentos en que algunos sectores atraviesan “un momento crucial”, y que en estas luchas “el interior está siempre presente”, cosa que no se ve reflejada en la diaria.

Sobre los asuntos de “los trabajadores” hay un primer problema y es que la diaria no tiene una sección específica de “sindicales”, por lo que, según el tipo de noticia que se vaya a cubrir, el tema puede caer en Sociedad, en Política o en Economía. Eso dificulta el seguimiento de la información, y es uno de los asuntos que tenemos pendientes con Redacción para conversar desde la perspectiva de los lectores, que intentaré representar. El otro asunto lo hemos mencionado varias veces: la cobertura de lo que ocurre en el interior se hace difícil en las condiciones actuales en las que trabaja la diaria. Tal vez podría pensarse en una interacción más productiva con los lectores del interior (y con los que formen parte de colectivos que no se ven suficientemente reflejados en la información que brinda la diaria), que incluya la posibilidad de que avisen con algunos días de anticipación acerca de las actividades que entienden que deberían ser cubiertas, para que se pueda planificar el modo de llegar a la noticia.

Por último están las quejas respecto al modo en que una noticia fue enfocada. Hace unos pocos días se publicó en Cultura la noticia de que los Fondos de Incentivo Cultural habían inaugurado por primera vez una exposición de los proyectos elegidos. La coordinadora de los Fondos consideró que la nota no hacía justicia al trabajo realizado para la exposición, porque, por ejemplo, el cronista dijo que en la ceremonia de lanzamiento era posible ver algunos videos pero que éstos se emitían sin sonido. La coordinadora de los FI observa que el sonido se había bajado para que se escucharan las intervenciones de las autoridades presentes en el acto, pero que eso fue durante un “breve lapso”. La carta de la coordinadora expresa su pena porque desde la diaria se hizo un “daño gratuito a un evento que busca potenciar la capacidad de difusión y de financiación de más de 140 proyectos culturales”.

El cronista responde que estuvo presente a la hora en que la prensa fue citada y que desde el comienzo había dos pantallas: una “que pasaba trailers de películas fomentadas por el ICAU, con el volumen altísimo, y la otra que menciono en la nota, muteada”. Dice que el volumen de la primera pantalla hubiera impedido, de todos modos, oír el sonido de lo que se emitía en la otra, y que fueron justamente varios encargados de proyectos premiados, presentes en el lugar, los que se quejaron de esa situación. Por último admite que olvidó mencionar que “había también filmaciones de obras de teatro (una actriz de una de las obras fue una de las personas que me manifestaron la disconformidad con la modalidad de la feria) y de la Bienal de Salto” y concluye diciendo que no cree que en la nota haya negatividad “sino más bien la intención de citar el ‘discurso oficial’ sobre la Feria y los Fondos y contrastarlo con otras visiones no tan optimistas de algunos ganadores”.

Evidentemente, la información es siempre un espacio disputado por actores que representan posiciones e intereses diversos, y su cobertura puede inclinar la balanza hacia un plato o hacia otro. Es inevitable que la perspectiva periodística intervenga en el relato final sobre los hechos, por eso la única forma de garantizar una circulación saludable de los datos y de su exposición es, precisamente, que los lectores mantengan una actitud crítica y exigente que sea, a la vez, capaz de distinguir lo relevante de lo accesorio. Es un camino lleno de dificultades y todavía no está bien trazado, pero seguiremos intentándolo.