Para Martine es “muy significativo” el trabajo que hizo la CSP, porque son pocos “los países que están estudiando” los fenómenos poblacionales asociados al desarrollo económico y productivo, comenzó diciendo. Además, sostiene que Censos 2011 fue exitoso porque “se hizo muy rápido” y con una metodología adecuada. “Implica gastar más recursos pero se logra una mejor fotografía del país, con menores márgenes de error, mientras que hacer todo en un día solo no arroja datos tan precisos”, opinó.

La CSP encomendó realizar un estudio sobre los impactos de adoptar políticas activas para atraer la inmigración. Martine explica que muchos países aplicaron ese tipo de políticas con resultados diferentes. Por ejemplo, Canadá apostó a promover “la inmigración selectiva” de profesionales y “ha tenido mucho éxito”, consideró. Apuntó que Uruguay podría “repetir la experiencia” de Costa Rica, un país pequeño pero “bastante adelantado”, que hizo fuertes inversiones para atraer población de otros países que “estuviera cercana a la jubilación” poniendo a disposición “los balnearios y los espacios abiertos”. Costa Rica captó “una gran población” de América del Norte y Uruguay “podría hacer lo mismo con gente de Argentina y de Brasil”. En este último caso, Martine asegura que “hay un proceso de envejecimiento de la población” e importantes sectores que “quieren una vida más tranquila” y “tienen los recursos para hacerlo”. “Hay que buscar alternativas con las ventajas comparativas no tangibles que tiene Uruguay”, agrega.

Nuevas localidades

La CSP también pidió llevar a cabo un estudio sobre los impactos de las migraciones internas asociadas a las grandes inversiones, lo que según Martine es un fenómeno “muy frecuente”. Como ejemplo señaló que en Brasil hubo una migración de 100.000 personas en torno a la construcción de la represa de Itaipú; “eso es parte de la transformación de los países, es un proceso en que las poblaciones se concentran en torno a actividades económicas y si esa actividad es de corta duración, la gente se va para otro lado”, agregó. Sostuvo que los trabajadores rurales que se vinculan a estos emprendimientos para mejorar sus ingresos y “adquieren conocimientos” luego tratan de “subir de nivel y lograr otras oportunidades”. Afirmó que la gente “que se va del campo a la ciudad no vuelve más” al medio rural.

Martine sostuvo que en Uruguay las zonas urbanas “prácticamente ya están hechas”, pero hay que “cuidar” el crecimiento de nuevas localidades que se podrían conformar por ejemplo en torno al puerto de aguas profundas de Rocha o las plantas de celulosa. El desarrollo urbano “tiene que estar bien planificado y previsto desde un principio”, opinó.

Sin retorno

Martine también sostiene que es “inevitable” que la gente del campo siga migrando a las ciudades. “No hay ningún país desarrollado que no haya hecho ese proceso”, que continúa con “una tecnificación permanente para aumentar la productividad de la tierra que reduce la demanda de mano de obra”, explicó. Por otra parte, “las personas que se están yendo al campo en la actualidad no se van a trabajar la tierra. Quieren vivir en un lugar menos urbano pero con internet, televisión por cable y conectados con la ciudad, porque muchos trabajan desde sus computadoras a distancia”, agregó.

En cuanto a la vida urbana, Martine dice que hay “una gran desorganización social” causada por el “círculo vicioso” de la desatención de la pobreza y sus consecuencias. Los pobres que migran a la ciudad “también necesitan una vivienda y terminan viviendo donde nadie quiere vivir, donde a la especulación inmobiliaria y financiera no le interesa hacer negocio, y son los peores lugares”, explicó. Pero además esas tierras son “lugares riesgosos, de difícil acceso, sin facilidades para trasladarse, sin servicios” y la gente “no disfruta de lo que la ciudad ofrece”. Entonces, ese fenómeno “contribuye con los problemas ambientales porque la gente se instala en cerros, facilitando los derrumbes, en riberas de ríos que son zonas inundables, o como en San Pablo, donde hay dos millones de personas viviendo en áreas de protección ambiental, afectando la biodiversidad”, dijo Martine. En las grandes ciudades, entre 30% y 40% de la población “no tiene espacio porque no estaba previsto” y sin embargo “son los que trabajan y mantienen la ciudad”, agregó.

Con respecto a las críticas que muchos uruguayos hacen a los retornados, Martine dice que el único caso parecido que conoce es el de los nisei, segunda generación de japoneses en el exterior que vuelven a su país y son considerados “ciudadanos de tercera categoría” aunque son étnicamente japoneses, hablan el idioma y mantienen la cultura. “Son rechazados por la sociedad porque sus padres se fueron del país”, agregó.

En relación a las políticas de fomento de la natalidad, Martine dijo que se han aplicado en los países desarrollados desde hace dos décadas y está comprobado que “no funcionan por mucho tiempo”. Es “casi imposible” revertir la tendencia de Uruguay y “volver” a que las mujeres tengan un promedio de tres hijos, pero se puede “subir el nivel de reproducción”, que hoy es de 1,3 hijos, y junto “con una política favorable a la inmigración”, mantener estable la población del país, propone el experto. Cree que para ello el mejor camino es apostar a la “inmigración selectiva”, con políticas de Estado que concienticen a la gente, combatan la xenofobia y cuenten con el apoyo de la sociedad civil, sobre todo de las empresas que “dan trabajo”. “Ésta es la única manera de evitar un colapso de los sistemas de seguridad social, aunque hay generaciones actuales que van a tener que trabajar más de lo que piensan”, advierte.

Finalmente, Martine piensa que el problema actual es “el modelo de desarrollo basado en el consumo”, que no permitirá que “toda la población del mundo pueda satisfacerse”. “Hemos sido condicionados por un siglo de historia en que hay una relación entre la economía y el consumo. La economía tiene que producir cada vez más y para eso hay que consumir más”, y además “eso es lo que nos proporciona felicidad”. Este mensaje es “reproducido por todas las instituciones, desde los gobiernos hasta la educación” y por lo tanto es muy difícil cambiarlo”, dijo Martine. Hay “dos tercios” de la población del mundo que todavía “no consumen”, pero rápidamente aumenta “la cantidad de gente que va a ser parte del modelo consumista”.

El aumento de la población “no es el problema”, sino que el modelo de desarrollo consumista “no asegura la sustentabilidad del planeta ni la supervivencia de todos”, concluyó.