“Yo no vendo mi dignidad por la inmunidad porque pienso que vale mucho más”, dijo entre aplausos, en conferencia de prensa, Nicola Cosentino, representante de Pueblo de la Libertad (PdL), en la región sureña de Campania. La suya es la última baja de “lujo” en el partido de Silvio Berlusconi.

“Tuvimos que pedir a nuestros amigos que dieran un paso atrás porque la magistratura italiana es politizada”, fue la explicación de Il Cavaliere, presionado por los sondeos que daban al PdL una fuerte pérdida de votos. Según el instituto Euromedia Research, la candidatura de los “impresentables”, como los llama la prensa local, hubiera hecho perder un millón de votos a la coalición de derecha. Además de Cosentino, los otros “impresentables” que no participarán son Alfonso Papa, Marco Milanese, Claudio Scajola y Marcello Dell’Utri; todos ellos tienen causas judiciales pendientes.

Dell’Utri y Cosentino fueron los que más discusiones generaron dentro del PdL. El primero, siciliano y parlamentario en las tres últimas legislaturas, fue condenado en segunda instancia por relaciones con la mafia y ahora está esperando el fallo en tercera y última instancia. Está indagado también por las conversaciones entre la cosa nostra y el Estado italiano que se desarrollaron en 1992 y 1993. Aquel período marcó el fin de una era política, la “primera república”, y el inicio de otra, definida por la polarización entre derecha e izquierda, que a su vez ahora está casi agotándose.

Si Dell’Utri está acusado de implicaciones con la mafia siciliana, Cosentino lo está con la camorra de Campania por la presunta colaboración mediante contratos públicos para la gestión de la basura en las ciudades. A este último lo salvó -dos veces- de la prisión preventiva la Cámara de Diputados, gracias a los votos de toda la centroderecha italiana.

Ante la perspectiva de perder la inmunidad parlamentaria, Cosentino, también conocido como Nick O’mericano, amenazó con “arruinar” a sus viejos compañeros y casi no iba a permitir la presentación de las listas del partido, porque se había quedado él con toda la documentación necesaria para tramitarla, informó el diario La Republica.

Buenos muchachos

A pesar de estas bajas, en el universo del berlusconismo se siguen moviendo otros políticos con historias más que “discutibles”. Para empezar, el propio Berlusconi, quien ha enfrentado (y enfrenta todavía) muchos procedimientos judiciales en su contra, de los cuales hasta ahora ha logrado salvarse siempre: seis veces por la prescripción, dos por amnistía, otras dos porque sus gobiernos cambiaron las leyes para abolir delitos financieros. Actualmente está condenado en primera instancia por fraude en el “caso Mediaset”, mientras que la sentencia del “caso Ruby” está prevista para marzo.

“Quiero proteger mi honor”, declaró Il Cavaliere, que podría recuperar la inmunidad legislativa si es candidato a la presidencia del Senado, accede a la banca y logra un acuerdo con la centroizquierda, señaló La Repubblica. A cambio estaría dispuesto a votar a un candidato de centroizquierda a la presidencia de la República, cargo que debe designar el Parlamento en mayo.

Quien anunció la exclusión de Cosentino de las listas fue Luigi Cesaro, presidente de la Provincia de Nápoles, indagado por relaciones con la camorra (el Tribunal de Nápoles pidió su absolución pero ahora tiene que pronunciarse otro fiscal).

La lista sigue. Giulio Camber fue condenado por haber recibido dinero de un banco que estaba en condiciones irregulares. Denis Verdini, candidato al Senado, está procesado por la quiebra del Banco de Crédito Cooperativo Fiorentino. Augusto Minzolini, candidato en la región norteña de Liguria, recibió críticas en su papel de director del principal noticiero de la televisión pública por la línea editorial “muy berlusconiana”, al punto de llegar a mentir sobre las sentencias judiciales para hacer pasar a Berlusconi por “absuelto” en lugar de decir que el delito del que se lo acusaba prescribió. Actualmente está indagado por peculado por gastos en los que supuestamente incurrió con la tarjeta de crédito de la RAI.

Otra candidatura que generó polémica es la de Roberto Formigoni, que fue por 20 años gobernador de la región de Lombardía y renunció hace poco, después de una larga serie de escándalos que implicó a integrantes de su ejecutivo. Él mismo está indagado por corrupción y financiamiento ilícito, y durante su gobierno Lombardía vio crecer el poder de la organización católica-especulativa Comunión y Liberación (a la cual pertenece el político) en muchos ámbitos, sobre todo en el negocio de la salud privada.

Más al sur, en Puglia, otro ex gobernador, Raffaele Fitto, está acusado de corrupción y de otros delitos.

Problemas de finanzas

La campaña electoral italiana se vio sacudida por un escándalo financiero que involucró al tercer banco más importante de Italia -y el más antiguo del mundo, fundado en 1472-, el Monte dei Paschi de Siena. Se descubrió que un contrato con un banco japonés referido a activos financieros causó a esta institución italiana pérdidas por 700 millones de euros, mientras que otras operaciones de la fundación a cargo del Monte dei Paschi fueron investigadas por la Fiscalía. Fueron despedidos 150 directivos y la asamblea de los accionistas tuvo que pedir un préstamo a la Banca d’Italia.

El Monte dei Paschi está controlado por una fundación que, a su vez, está controlada por la intendencia de la ciudad de Siena, feudo -como toda la región de la Toscana- de la centroizquierda italiana. Éste fue un duro golpe para la imagen del Partido Democrático (PD), coalición que encabeza todos los sondeos electorales.

Según declaraciones oficiales, el banco no está en riesgo de quebrar pero quedan pendientes preguntas sobre el papel de los organismos de control y las respon- sabilidades personales de la clase política italiana.

No sólo el PD está implicado en este caso, sino también los tres mayores actores políticos italianos. Según revela una investigación del periódico Il Fatto Quotidiano, el PdL tiene más intereses que el PD en el Monte dei Paschi y quizá esto explique que Berlusconi esté utilizando muy poco este escándalo para criticar al líder de la coalición de centroizquierda, Pierluigi Bersani. El propio Berlusconi admitió haber construido como empresario Milano 2 (un barrio de Milán) con dinero obtenido de ese banco.

El último implicado en esta historia es el gobierno “técnico” de Mario Monti, que concedió ayudas por 3.900 millones de euros en bonos para tapar el agujero del banco privado. La Banca d’Italia acusó al Ministerio de Economía de no haber vigilado de manera correcta, y la Unión Europea pidió a Italia que esclarezca la situación.

Éste es sólo el último de muchos escándalos que vivió Italia en los años recientes, con casi toda una clase política cuestionada por el mal uso de dinero público. Tampoco la xenófoba Liga Norte fue inmune a ese proceso: fue uno de los responsables del mal funcionamiento de la administración pública en Lombardía. En conjunto, se está deslegitimando todo el sistema político de la llamada “segunda república”.

A estos factores que deslegitiman a parte de la dirigencia política hay que agregar las particularidades del actual sistema electoral con el que votarán los italianos el 24 y 25 de febrero, que ha sido muy cuestionado. La vigente ley Porcellum, definida como una “porquería” por su inventor Roberto Calderoli, otorga a la lista más votada en el ámbito nacional la mayoría absoluta en la cámara baja, pero la mayoría en el Senado se consigue con victorias en provincias clave, una situación que podría afectar la gobernabilidad, como ya ocurrió en 2006, cuando el gobierno de Romano Prodi no tenía un sólido control sobre la cámara alta y por eso cayó dos años después.

Hay dos frases utilizadas en estos días que resumen la situación que vive Italia después de un año de “gobierno técnico”, en medio de crisis económica y de legitimidad política. Una es la acusación de Monti a Bersani de “asustar a los mercados financieros” por algunas propuestas en defensa de los derechos de los trabajadores; la otra es la respuesta de este dirigente, según el cual “los mercados saben muy bien leer y escribir” y él “respetará los acuerdos”. Las dos llevan a recordar que el último Ejecutivo “técnico” se formó en los días en que el riesgo país de Italia se colocaba -en organismos internacionales lejos de las instituciones democráticas- a niveles muy altos. Tal vez el partido no se juega sólo en Roma.