Los cinco entrevistados por la diaria para este informe, la consejera de educación secundaria (CES), Ema Zaffaroni; el secretario general de la Federación Nacional de Profesores de la Enseñanza Secundaria (Fenapes), José Olivera; el director ejecutivo del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, Pedro Ravela; y los especialistas en educación María Ester Mancebo, investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, y Fernando Filgueira, sociólogo, coinciden en que la educación debe ser reformulada, en que necesita más presupuesto, y en que será clave lograr amplios acuerdos políticos y sociales. Todos ellos reflejan en sus reflexiones algunas luces y sombras sobre el sistema educativo en Uruguay.

Principio tienen las cosas. Aprender requiere esfuerzo, dedicación y motivación. Para Ravela, “uno de los principales cambios culturales y generacionales que estamos viviendo, en forma cada vez más acelerada, es el tiempo y el esfuerzo que los adolescentes y jóvenes están dispuestos a dedicar a las tareas propias del oficio del estudiante. Estas actitudes se conforman de varias maneras: por la propia labor de los educadores, pero también por los valores y expectativas que se transmiten a los jóvenes en su familia, en la sociedad en general y mediante los medios de comunicación y las denominadas redes sociales”.

La Encuesta Nacional de la Juventud de 2008 daba cuenta de las dificultades de las trayectorias educativas de los jóvenes urbanos de entre 20 y 29 años, y mostraba que 97% egresan de educación primaria, 23% lo hacen con rezago del nivel primario (repitieron uno o más años) y 90% inicia la educación media. Del 10% restante, dos de cada tres terminaron la escuela sin rezago. Sólo 19% del total de ese tramo de edad culmina la llamada trayectoria esperada (seis años de liceo), mientras que 14% aprueba el nivel medio, pero en más tiempo del previsto. Sin embargo, 51% del total dejó de concurrir sin haber completado la trayectoria. ¿Qué sucede en el camino cuando no se culmina ese sendero? ¿Es la trayectoria esperada la óptima para la educación media? ¿Qué espera del egresado la institución? ¿Quién carga las tintas y quién dibuja en el sistema educativo?

Mancebo contó cuando presenció el nacimiento del Programa de Impulso a la Universalización del Ciclo Básico (PIU). “Se seleccionaron 75 liceos en base a las peores tasas de repetición. Para conseguir los datos se utilizó como base el SECLI [sistema de información de Secundaria], que se gestionó de forma patrimonialista, y para conseguir datos siempre fue todo un tema. […] No hubo una política de trabajo con los centros educativos y los inspectores para que se asumieran los datos de repetición, rezago, abandono. Si vos tenés una tasa de repetición de 50%, es inadmisible. El problema es que es generalizado. [...] Creo que quizás pueda ser una crisis que devenga en oportunidad, dada la magnitud del problema”, reflexionó. Para Mancebo, esta situación da cuenta de la punta del iceberg de una problemática por cumplir un objetivo: terminar la educación media en seis años. “Lo que el país teóricamente ha establecido que la mayoría de las personas deben hacer lo consigue sólo una minoría. Eso nos habla de un sistema en el que lo que se enseña no está siendo quizás lo pertinente y la evaluación tampoco”, dijo.

Sabido y por saber

Estas situaciones no son made in Uruguay. Existen en otros países del mundo. El informe de 2010 de la consultora global McKinsey, citado por Mancebo, se pregunta cómo llevan a cabo los sistemas educativos los procesos de transformación para mejorar. “Nunca puede tratarse de medidas aisladas; tiene que ser una política con varias medidas aplicadas durante un lapso y tiene que haber liderazgo político en el sentido amplio del término: respaldo político, visión hacia dónde ir. Muchas veces lo que ha pasado en Uruguay es que los procesos de cambios se gatillan con informes técnicos. […] Pero lo que parece bastante claro es que tenés que revisar cómo enseñan los profesores, mejorar las competencias para enseñar y también la evaluación de los estudiantes”, sostuvo.

Según Filgueira, hay dos claras constataciones: inyectar más recursos en salarios y ladrillos con el modelo actual de funcionamiento de lo curricular, pedagógico y de gestión no sirve. “Pero sí es necesario inyectar más recursos en el sistema: tiene que haber ladrillos (se precisan más centros de educación media y de menor tamaño). Se necesita aumentar el salario docente para mejorar el sistema de incentivo actual. Se debe lograr una mayor dedicación horaria en general y en particular en los centros educativos, para eliminar la alta rotación de docentes, que constituye un desperdicio de tiempo. Además, hay que transformar el modelo curricular y pedagógico, para orientarlo a la solución de problemas y menos a los contenidos”. Algo similar pasa con la formación docente: “Esto implicará sentarse a conversar de manera franca con los docentes, ya que se tratará de un cambio en movimiento. No se puede frenar para cambiar”.

Olivera reconoce que si bien el presupuesto en educación creció, tiene que volver a recibir esfuerzos mayores. Plantea que el desafío será saber de cuánto es el monto y qué podrá hacerse con eso. Destaca como central invertir en infraestructura, ya que, sostiene, no se han resuelto los problemas estructurales que se vienen acarreando desde la década del 70. Reconoció que la docencia no es hoy una actividad “atractiva ni motivante”, puesto que “salarialmente está golpeada”. Sostuvo que ningún cambio será posible si no se refuerza el plantel con la incorporación de nuevos profesores, que la sociedad debe definir “para qué educar” y que las reformas no deberían implicar el cambio de plan únicamente, sino también una discusión más sistémica. Aseguró que, para esto, Fenapes trabaja en una comisión a la que encomendó una propuesta curricular para 2014 según la cual “el estudiante incorpora el saber teórico y el manual”.

Para Ravela, lo primero a repensar son los equipos, el modelo y cómo se organiza la institución educativa. Mucho después viene el diseño curricular. “La coherencia de pensar en una sola trayectoria educativa tiene que ver con cómo pensamos las instituciones educativas. Es necesario repensar el sistema curricular, porque tenemos uno con demasiados saltos. […] Una de las propuestas es pensar a la escuela con noveno grado, con un mismo equipo y una sola institución. Es un tema a discutir. Habrá que pensar si esos adolescentes de 15 años no verán terminado su horizonte en ese nivel. [...] No sé si hay que pensar en un ciclo básico que se acerque a primaria o en acercar la primaria al liceo. [...] Hay una experiencia interesante en Bogotá, Colombia, donde se instalaron clústers de centros educativos que unen centros de estudios primarios, secundarios y terciarios. Es una experiencia en la que se pueden ver articulaciones institucionales y centros que tienen un mismo director. Son cosas que deberíamos pensar como nuevos moldeos”, sostuvo Ravela.

Filgueira también advierte sobre el impacto que existe en el paso de primaria a secundaria, y sostiene que es necesario reestructurar la forma de gobierno de la educación para que haya consejos fusionados. Propone integrar primaria y secundaria en un solo trayecto, y cambiar el perfil docente de manera de reducir brechas entre maestros y profesores para darles continuidad y similitud a los niveles. Sobre los locales, planteó que podrían tener dos alas que reunieran a escolares y liceales compartiendo un polideportivo en el centro del edificio. También propone establecer pasantías laborales según la edad de los estudiantes y “dar navegabilidad al que egresa”, para asegurar “un paquete básico de acreditación”. Todo esto implica un cambio de matriz para pensar en clave de reforma. “Hay que invertir la lógica del cambio de planes o asignaturas. Podríamos considerar un marco general común que vaya desde los cuatro hasta los 18 años y definir un conjunto de conocimientos y competencias que espero que los niños y jóvenes logren en distintas etapas, y establecer cuatro grandes momentos dentro del trayecto, para evaluar cuánto se pudo avanzar en la incorporación de capacidades”, dijo. Además, hizo hincapié en que el sistema sea flexible. El corazón de la reforma sería “la adquisición de habilidades”.

Desde adentro

En una entrevista de Gabriel Quirici a Ana Zavala, magíster en Didáctica de la Historia y docente de Historia en el Instituto de Profesores Artigas, publicada en vadenuevo.com.uy, Zavala piensa, pregunta y vuelve a pensar: “Cabe preguntarse si todos deben, quieren o pueden asistir al actual modelo de liceo”. Sobre el concepto de repetición, dice: “En mi época, repetir era un estigma. […] En el presente, existe una delgada línea que separa el abandono de la repetición como para considerarlos asuntos independientes. Para separar ambos fenómenos, habría que ver cuántos son los alumnos que asisten hasta el último momento del curso, intentando estudiar, hacer los escritos, pasar las pruebas, es decir, cursar, y finalmente repiten. Los demás repiten por abandono de curso con 50, 60 o 70 inasistencias y la totalidad de las calificaciones por debajo del 2. [...] Muchas veces desde las casas -y no estoy hablando de sectores sociales señalados como carenciados- se le da al liceo un sentido distinto al de la obligatoriedad. Es cierto que dejan los estudiantes pobres, pero en mi experiencia también he tenido abandonos de estudiantes con familias de amplísimos recursos económicos. En colegios privados caros tuve infinidad de alumnos que cursaban por segunda o tercera vez”.

Sobre este punto, Zaffaroni comentó: “Hay estudiantes que provienen de medios con grandes dificultades socioculturales. Muchos de quienes llegan al liceo son los integrantes de la familia que llegan a un nivel educativo más alto. No siempre es fácil compartir el valor del sistema educativo. En esto incide la sociedad, que nos bombardea con otros valores: ser lindo, tener dinero para poder comprarte muchas cosas, divertirte y ser famoso a partir de cualquier don. No hay una sociedad que esté promoviendo el esfuerzo. ¿Cuál es el futuro al que aspiran estos chiquilines? […] Tenemos que pensar mucho todos en cómo darles a esos estudiantes una diversidad de herramientas, propuestas y posibilidades. El sistema es rígido y los profesores también lo somos”.

De 1 a 12

En la segunda parte del año, los medios de comunicación hablaron mucho sobre resultados y evaluaciones. No sólo por los resultados de las pruebas PISA y el Anuario Estadístico de Educación 2012, sino también por la publicación de los datos de repetición en los liceos públicos de todo el país. “Es difícil ponernos de acuerdo en qué significa aprobar o no, repetir o no. La evaluación es subjetiva en sí misma aunque hagas una prueba PISA, porque es una evaluación que plantea un equipo de personas que cree que a los 15 años un adolescente tiene que saber eso. Hay profesores que cuando les enseñaron a los estudiantes no tenían esos parámetros, entonces tuvieron que andar por otros caminos, valoraron otras cuestiones. Esto no quiere decir que no se pueda tomar en cuenta los resultados. Hay que tomarlos y pensar. En base a esos resultados se está tomando medidas y pensando en otras a largo plazo”, sostuvo Zaffaroni.

Para extender la idea, explicó la experiencia del PIU, que se amplió este año a 100 liceos de todo el país: “Este programa sufrió cambios todos los años. Se implementa mediante un equipo multidisciplinario y de profesores tutores [que profundizan y acompañan al estudiante en forma personalizada]. Cambiamos la estructura de las tutorías: hicimos un poco por área y otras veces por disciplina. Volvimos ahora a las de disciplina, porque entendemos que los profesores están formados en ellas”. Al momento de evaluar el programa, Zaffaroni dijo: “No sería cierto decir que pusimos esto y todo mejoró. Tuvo una curva ascendente en los primeros años, pero se estancó en 2010. Este año hicimos reuniones con coordinadores pedagógicos, directores e inspectores de todo el país para tratar juntos qué modelo de institución queremos y cuál es el sentido de la tutoría”. El alumno que llega al PIU lo hace exclusivamente por derivación del profesor de aula. Sin embargo, el CES elaboró un protocolo, que se aplicará en 2014, para generar derivaciones automáticas. Esto sucederá con quienes ingresen al liceo con nota "Bueno" desde la escuela, hayan repetido o presenten materias previas.

Los entrevistados están de acuerdo en que es necesaria una reformulación general. Mancebo reflexiona: “Un chiquilín tiene 13 materias. Cada profesor hace su juicio. Se da una sumatoria de rendimientos que evaluó cada docente, y cuando llegan a la reunión de profesores, eso no lo cambian nunca. Hay que revisar todo el sistema de evaluación y empezar a pensar en un trabajo más articulado. […] Hay una cosa muy ingenua y mecanicista. Están convencidos de que los chiquilines repiten porque no hacen esfuerzos. En parte, para algunos, puede ser cierto, pero para otros puede ser que no tengan ni idea de cómo hacer ese esfuerzo. Y no tienen los apoyos. Los estudiantes que tienen dinero para que sus padres paguen profesor particular lo hacen, pero aquellos que no, no. Eso es la privatización de los apoyos escolares”.

Para Zaffaroni, la reunión de profesores podría ser un espacio de intercambio que propiciara cambios: “Hay un problema: la cantidad de estudiantes que tienen los docentes. Tenemos un promedio nacional de 29 por grupo, pero los de la periferia de Montevideo, por ejemplo, tienen 34 y a veces 37. En algún caso son 40. […] Si pensás en un profesor que tenga una cantidad de 20 horas en grupos de ciclo básico que dé una asignatura de tres horas por semana, tendrá siete grupos con 200 estudiantes. Pocos profesores tienen estas horas. Hay quienes tienen 300, 400 estudiantes. Entonces, el seguimiento es difícil. Por otro lado, no es tan frecuente, pero hay profesores que van de unos liceos a otros. Esto se pierde”.

Encender la mecha

En Uruguay, los cambios de planes en educación media han ocurrido cada diez años. El Plan Reformulación 2006, que rige en Secundaria, vino a modificar el de 1996. Lo principal fue el aumento de horas de clase. En Primer Ciclo, se alcanzan las 39 horas semanales de 45 minutos, incluidos los sábados. Tres, que corresponden a Educación Física, suceden a contraturno. Consultada sobre este punto, Zaffaroni dijo: “La Reformulación trajo algunos problemas. No estamos ahora en el momento administrativo para cambios, pero podemos generar el año que viene grupos de trabajo que empiecen a pensar en propuestas de modificar el Plan 2006. […] No me parece mal empezar a trabajar el año que viene, porque es la única forma de cambiarlo para 2015 o 2016. Creo que hay que pensar en alguna reducción. Son discusiones difíciles. Y si no son amplias o participativas y no se hace con apoyos del cuerpo docente, es difícil de lograr”.

Filgueira y Mancebo también hablaron de apoyos. Los acuerdos deben ser reales, profundos y habilitantes. Según el informe McKinsey: “La transformación del sistema escolar difícilmente ocurra sin liderazgo, voluntad política, apoyos, negociación y ejercicio de autoridad”.