El camino hasta la Plaza Libertad, lugar elegido por los convocantes para manifestarse en rechazo al fallo de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) que declaró inconstitucionales los artículos 2 y 3 de la ley 18.831, estaba complicado. Un enorme vallado policial no sólo impedía arrimarse al edificio de la SCJ -significativamente ubicado en el pasaje de los Derechos Humanos- sino que ya cortaba el acceso por la calle San José, a la altura de Paraguay.

Poco antes de las 18.00, una enorme bandera uruguaya nucleaba a los primeros que llegaban hasta el lugar, pero rápidamente perdió esa exclusividad, debido a la afluencia de gente por los tres costados de libre circulación y a la llegada de organizaciones con sus banderas.

Más temprano, había circulado un correo electrónico en el que militantes de izquierda “no frenteamplista” convocaban a ubicarse en la vereda opuesta (en sentido literal) a aquella en la que estarían los líderes de los diferentes sectores de la coalición de gobierno.

Pero al llegar a la concentración surgía la duda, porque nunca quedó explicitado cuál era la vereda para los dirigentes del FA y cuál para los militantes que les reprochaban a los legisladores los pocos esfuerzos realizados para anular la Ley de Caducidad.

Lo cierto es que era posible encontrar de un lado y del otro de la avenida 18 de Julio a figuras frenteamplistas, entre las que se encontraban Eduardo Lorier, Juan Castillo, Enrique Rubio, Roberto Conde, Eduardo Fernández, Mónica Xavier, Ivonne Passada, Rafael Michelini, Eduardo Brenta, Edgardo Ortuño, Lucía Topolansky, Luis Puig, Aníbal Pereyra, Daniela Payssé, Alberto Couriel, Miguel Fernández Galeano y Yerú Pardiñas, entre otros.

En un momento, la vereda simbólica empezó a quedar más claramente delineada. Por 18 de Julio, desde Cuareim, una columna de varias organizaciones estudiantiles, sociales y políticas llegó con una pancarta que establecía con claridad los matices existentes entre los convocantes: “Parlamentarios del FA. Ésta es su responsabilidad”, decía el cartel.

En la plaza, además de banderas de sindicatos, organizaciones estudiantiles y algunas pocas banderas partidarias, se podía ver un amplio despliegue de medios nacionales y hasta algunos internacionales, como la Televisión Pública de Argentina.

La delegación del otro lado del río también incluía a representantes del Ministerio de Desarrollo (“militantes” me corrigieron), y de Madres de Plaza de Mayo. También había personalidades de diversos ámbitos como los artistas Jorge Schellemberg (actual director de la Sala Zitarrosa), Pablo Pinocho Routin, el cineasta Mario Handler, el rector de la Universidad de la República, Rodrigo Arocena, la activista Lilián Abracinskas, el abogado Óscar López Goldaracena, entre otros, que esperaban, conversando, el comienzo de la actividad.

La consigna de la convocatoria se cumplió y todo se desarrolló en silencio (o en el único silencio posible cuando se junta tanta gente), hasta que cerca de las 18.30, algunos cánticos seguidos por aplausos le dieron pie al himno nacional, que fue entonado por los concurrentes. Fue uno de los momentos más emocionantes de la tarde, con militantes, fundamentalmente los nucleados en torno al monumento a la Libertad, que cantaban el himno con lágrimas en los ojos y el puño en alto con el “tiranos temblad”.

Luego de eso, la gran mayoría de las figuras del Frente Amplio se retiraron y el sentimiento que reinaba entre la gente era el ¿y ahora qué? Estaba planteado concentrarse y cantar el himno, pero después nadie sabía de qué iba la propuesta. Por eso cada vez que había algún grupo de aplausos, un griterío, o un ruido fuera de lo común, la gente estiraba el cuello para ver de qué se trataba eso, con la esperanza de que fuera la próxima etapa de la concentración. En un momento se escucharon muchos aplausos, que festejaban una representación. Una persona disfrazada de granadero y con un cartel que decía “SCJ” agredía y tenía inmovilizada a una persona con los ojos tapados por una venda que decía “Frente Amplio”, las manos atadas y la boca tapada con un bozal con el logo del PIT-CNT.

Otras voces

Durante la jornada, algunos dirigentes dieron sus impresiones. Lorier declaró que en la convocatoria “hay una subjetividad presente que es la de todos los uruguayos indignados, desilusionados por el paso atrás que se ha dado en materia de justicia en nuestro país”.

El senador Rubio, en tanto, planteó que “hay separación de poderes pero no repúblicas aparte” y consultado sobre las críticas de la oposición ante la posibilidad de que el acto de ayer atentara contra la Constitución, se preguntó: “¿Qué hacían en abril del 2008 en la puerta de la SCJ [Jorge]Larrañaga, [Luis Hierro] López, [Aldo] Lamorte, [Pablo] Mieres, realizando un acto?”, en referencia al pedido de declarar la inconstitucionalidad del IRPF.

Pero también hubo otras opiniones. Los militantes, muchos de ellos víctimas de los crímenes que el fallo de la Corte mandó cerrar, empezaron a juntarse en grupitos y resultaba más interesante escuchar las conversaciones de esos militantes anónimos que la de los líderes políticos. En un grupo de mujeres que habían sido detenidas y torturadas en la dictadura cívico-militar, se criticaba a Eleuterio Fernández Huidobro y su expresión de “pacto de guerreros”. Una señora, con una mezcla de rabia y decepción en su expresión, decía que “Huidobro si quiere perdonar a los milicos por una cuestión de guerreros que lo haga, pero que no pretenda que todos lo hagamos. Menos nosotros, que fuimos la verdadera carne de cañón de la dictadura, a quienes nos molían en los cuarteles y las cárceles”. Un par de veteranos tenían “rabia” por “lo respetuoso que es el uruguayo”. “Acá están los legisladores que no hicieron nada por anular esta ley, y nadie les dice nada”, vociferaba. Otro grupo hablaba sobre lo tranquila que había estado la concentración. Una señora bajita esperaba que “viniera alguien a decirle que se trataba de una broma”, y señalaba que la decisión de la Corte había generado que “la rabia del viernes” se transformara ayer “en una mezcla de confusión y de ganas de despertar de un mal sueño”.

Las consignas de las pancartas y carteles mostraban otras sensaciones. Uno firmado por la asociación de ex presos políticos Crysol hacía hincapié en uno de los nudos más polémicos de la sentencia de la Corte: “La tortura es crimen de lesa humanidad”. Otro volvía a criticar la actuación de dos figuras del gobierno: “Semproni, Huidobro, vayan a los cuarteles que son su guarida”. Una señora mayor repartía volantes denunciando a los ministros de la Corte, a los ex presidentes Lacalle y Sanguinetti, a Pedro Bordaberry, Huidobro y Gonzalo Fernández como cómplices de la impunidad, y de su cuello, un cartel colgante rezaba: “Helios Sarthou presente”. Uno del Partido Comunista manifestaba su solidaridad con la jueza Mota y otro escrito con un marcador rojo decía que el Sindicato de Pancheros también estaba en contra de la impunidad.