Con 13 años en la Policía, el agente de primera, sindicalista y estudiante de abogacía Miguel Barrios atribuyó el fracaso de las políticas de seguridad al “factor humano”. Es preciso, dijo, aplacar el individualismo, establecer premios y castigos que alienten la participación en procedimientos y un sistema de ascensos regido más por el desempeño y la capacidad que por la antigüedad.

El secretario de Asuntos Legales del SUPU, de 34 años, lamentó el vínculo distante de ese sindicato con autoridades del gobierno y del PIT-CNT. Este agente efectivo de la Seccional 8ª, hoy en uso de licencia sindical, consideró una “mentira” que el Estado asuma el control permanente de las áreas críticas donde la Policía realiza megaoperativos.

-¿Qué pensabas de la Policía cuando eras chico?

-Nunca me pareció algo negativo. En el barrio no la veíamos como al enemigo. Con los años, el rechazo y el odio calaron hondo y trascendieron a lugares donde antes no existía.

-¿En tu familia hay policías?

-Soy bisnieto de policía. Mi abuelo murió siéndolo y tíos míos fueron policías.

-Entraste a la Policía en 2000. ¿Notabas rémoras de la dictadura?

-Todavía se nota, a veces en respuestas que parecen de otra época, que se les escapan a jerarcas y a compañeros veteranos. O en algunos oficiales que se acercan poco a los subalternos, o nos dicen “sindicaleros” a los sindicalistas.

-¿Les hacen problema a los agentes universitarios?

-Hay jerarcas aislados que todavía no entienden… pero como delegados sindicales se lo hacemos notar. Un decreto de los años 90 ordena acomodar el horario del empleado público que estudia. Pero en la Policía el estudio no es motivo de ascenso. Un brillante abogado puede seguir siendo agente de segunda.

-¿Qué vas a hacer cuando te recibas?

-Practicar la abogacía. Podría defender a funcionarios, y para eso debería irme de la Policía. En la facultad me va muy bien. Tengo escolaridad alta. Si hubiera entrado en la Escuela [Nacional de Policía para ser oficial] tal vez andaría mal.

En el llano y solitarios

-¿Con qué políticos o partidos se lleva mejor el SUPU?

-Soy de los que menos se contactan con ellos y no retengo bien los nombres. En las comisiones legislativas unos te reciben mejor que otros. El MPP, el Partido Colorado y gente del Partido Nacional nos han prestado mucha atención.

-¿Y en los ministerios?

-Ahí es muy complejo. El de Trabajo no identifica al sindicato policial más representativo, y el del Interior lo usa de excusa para decir que si no sabe cuál es, no negocia con nadie. Con la Ley de Acceso a la Información pedimos los números y, oh casualidad, el SUPU hace cinco años es el que tiene más socios: 5.000 y subiendo. Allá atrás viene el Sinpolur [Sindicato de Policías del Uruguay], con 1.600. Los demás tienen 1.000, 800 y 600 afiliados cada uno.

-Entre todos suman sólo 15% de los policías. ¿Por qué?

-Porque la formación y la institución se han centrado siempre en lo individual, aunque no debería haber nada más colectivo que la Policía. “Lo difícil para ustedes va a ser aprender a trabajar en colectivo”, nos dijo Daisy Tourné, y tiene razón. A los compañeros tenemos que hablarles uno por uno.

-¿Eso influyó en que no hayas cursado la Escuela Nacional de Policía?

-Claro. En 2006 tuve oportunidad de entrar en la carrera de oficial, de estar en otra posición, no hacer calle… Preferí no hacerlo, porque ayudo más a la gente como personal ejecutivo y subalterno. No me cae simpático el rol que hoy cumplen los oficiales. Será una carrera sacrificada, pero están alejados de los problemas. Hay policías que pasan ocho horas diarias reprimiendo y previniendo delitos, mientras el oficial le dedica apenas sus 15 minutos de recorrida para controlar al personal. Tendrán tareas administrativas, pero podrían dar más. Los que lo hacen son los menos.

-¿La Policía mejoró, empeoró o sigue más o menos igual que hace 13 años?

-Los gobiernos hicieron intentos, pero con carencias en el factor humano hasta el mejor plan del mundo falla. Si trabajás 16 horas diarias cuesta no equivocarte. Los agentes especializados en violencia doméstica, por ejemplo, sufren mucho estrés, y así no deberían tratar casos de alta conflictividad.

-¿Inseguridad o “sensación térmica”?

-La sensación térmica pasó hace rato. La calle dejó de ser un paseo en los 90. En el interior la situación tal vez sea más leve, pero en Montevideo... No es consuelo que la seguridad sea mejor que en otros países. ¿Cuál es el parámetro?

La ley del más pesado

-Los planes de los últimos gobiernos, que incluían desde las comisiones vecinales hasta los megaoperativos, ¿atacan los problemas o son adornos para dar una impresión de seguridad?

-No sé si “adornos”, pero siempre son lo mismo. Operativos como el “Estrella”, el “Pinza” y el “Tenaza” o los megaoperativos de ahora procuran el control circunstancial de un barrio, demostrar fuerza y buscar delincuentes. Si queremos resultados diferentes, hagamos cosas diferentes. Detrás del operativo no va el Ministerio de Desarrollo Social, el de Salud Pública ni nadie. Si el Estado no da signos de institucionalidad, es mentira que tome control del barrio. Sigue mandando el más pesado. Pero igual arriesgamos vidas de trabajadores, matándolos con los horarios y ejerciendo ultrarrepresión. Brasil no controló las favelas dominadas por el narcotráfico en 15 años de embate policial hasta que el Estado se estableció dentro de ellas. Nos llevan 20 años de delantera.

-Acá los resultados en la Justicia no se ven. Hay pocos procesamientos.

-Ninguno, o casos aislados. Pero ése no es el objetivo, a menos que el gobierno no quiera controlar las zonas de alto conflicto. Si tengo una boca de pasta base y me instalan un control policial cada dos esquinas, en una semana me pongo a vender verduras. Con el megaoperativo espero cinco horas a que se vaya la Policía y sigo vendiendo. Pedimos protección para soportar las pedreas. Contestaron que no se podía, pero a los dos días llevaron la Guardia Republicana al barrio Marconi. Propusimos entrar con vehículos blindados en zonas donde hay grandes arsenales. La Jefatura de Policía de Montevideo dijo que jamás lo haría. Ahora la Republicana entra a los asentamientos cada cinco minutos. El error es pensar que la Policía no puede ingresar, porque sí puede, y donde quiera. Pero si las pedreas te desbordan, te destemplás.

-Hablaste de Brasil. ¿Hay modelos extranjeros aplicables? Los guardias civiles, la militarización de la fuerza, la tolerancia cero…

-Hay varios, pero ninguno óptimo para Uruguay. En Japón, la Policía, que anda desarmada, está bien instruida en defensa personal. También los bobbies de Inglaterra, con silbatos y palos, pero para incidentes mayores llaman a lo que sería acá la Republicana, que no está en la calle sino acuartelada.

-¿A qué nivel llega la corrupción?

-Está en todas las actividades. En la Policía es generalizada. Corre el factor humano: el más corruptible es el más débil ante la carencia y la necesidad, o ante la ambición. Es imposible identificar sectores, grados o jerarquías. La corrupción es impalpable, porque elude a los honestos. Uno no se topa con muchos casos si se comporta con honestidad. En el servicio hay irregularidades importantes que no sé si son corrupción. Cuando el SUPU las detecta, las denunciamos en Asuntos Internos o en la Justicia penal. No defendemos a socios que cometan delitos infames.

Ascender haciendo la plancha

-¿Un policía que comete un acto de corrupción es redimible, o debe ser expulsado?

-A la formación policial le faltan ética y valores. Enunciar una norma no quiere decir que se entienda o se aplique. Debe ser explicada y estimulada. Y no existe aquí un sistema que premie a quien procede bien y castigue a quien procede mal. Aunque haga todos los cursos y dé todos los concursos, si voy en el patrullero y ejecuto 16 procedimientos por noche, tengo más posibilidades de equivocarme y ser sancionado. Excepto que haya un tiroteo o que aclare una situación muy compleja, los procedimientos no se valoran. Entonces, capaz que ascienden antes al que se queda en el kiosco, al que de repente hace una patrulla o ni siquiera asume un procedimiento. Eso está mal, sobre todo en un gobierno de izquierda que debería valorar el trabajo. También funciona la “escala del burro”: la mayoría de los ascensos son por antigüedad, no por capacidad ni por desempeño. El SUPU propuso un sistema de evaluación funcional positiva, con un puntaje por cada actuación, para diferenciar a los que asumen los procedimientos de quienes los hacen irregularmente o los eluden. Parecía tener aceptación, pero en el proyecto de Ley Orgánica Policial no hay nada sobre eso.

-Es raro que un sindicato proponga un régimen de evaluación.

-Creemos que es necesario, por principio. Nuestras propuestas no son locuras, sino que van de la mano con la Institución Nacional de Derechos Humanos, que rechazó en febrero la derogación del convenio colectivo de 2010 dispuesta en mayo de 2011 por la Orden de Servicio 12. El SUPU no impulsó esa acción [fue el Sinpolur], pero la suscribe. Denunciamos en el Ministerio de Trabajo la ilegitimidad de esa orden, porque a un convenio colectivo sólo lo debe sustituir otro. Entendieron que éste había caducado porque la Fenasip [Federación Nacional de Sindicatos Policiales], que lo había firmado, se disolvió, aunque las organizaciones que la integrábamos todavía existimos. De los tres abogados que firmaron la decisión del Ministerio de Trabajo, dos enseñan lo contrario en la Facultad.

-¿En qué los perjudicó el cese del convenio?

-El acuerdo no se refería a salarios, sí a los descuentos por sanciones. Establecía que por cada una se descontaba 50% del día trabajado con sanción, que ya es bastante, y no se podía concurrir al 222. Con la Orden 12 se descuenta 100% de las jornadas de sanción, que pueden ser de una a 30, trabajando gratis. La presión no cae sobre el trabajador, sino sobre su familia, porque lleva a incumplir obligaciones como el pago de alquileres y préstamos… Por eso hubo desalojos de policías. Si esto pasa en el Correo, al otro día lo dan vuelta, pero nosotros no, porque somos conscientes, quizá más que las autoridades. El SUPU nunca participó en una medida de fuerza. Presentamos escritos y proyectos y tratamos de negociar sin cortar una ruta ni hacer una manifestación.

-¿Por qué se disolvió la Fenasip?

-Por cuestiones de principios. Otros sindicatos quieren resolver los problemas políticamente y nosotros no vamos a negociar derechos adquiridos que nos quitaron sin explicaciones. Tenemos una visión mucho más legal. Capaz que no lo resolvemos, pero nunca vamos a vender los derechos de los trabajadores.

-¿Los oficiales se sindicalizan?

-La afiliación de oficiales ha sido baja, pero muchos, subcomisarios incluidos, no encuentran lo que buscaban en el Círculo Policial y se están acercando.

Ni a PITo ni a CorNeTa

-¿Te resulta difícil la tarea sindical?

-A veces me dicen que judicializo demasiado el proceso gremial. Acepto la crítica, pero nos guiamos por las normas o nos caemos, aunque el sistema policial tenga fallas por todos lados. Yo tardé cinco años en darme cuenta. Cuando ingresé creía que el sistema era perfecto y cualquier desvío me parecía incorrecto.

-¿Tenés algún referente sindical?

-A veces estoy muy de acuerdo con lo que dicen algunos, aunque nunca tuve referentes. Hay dirigentes que me merecen mucho respeto, como Richard Read, pero no puedo aplicar lo que él aplica porque nuestras áreas son diferentes.

-¿Cómo se llevan con el PIT-CNT?

-De momento, muy mal. En dos años de violación del convenio colectivo tendría que habernos apoyado y nunca lo hizo. Además, sustituyeron sin justificación al congresista que nos correspondía por nuestros 5.000 afiliados por uno que representaba a 130.

-¿Tienen mejor vínculo con unos sindicatos o corrientes que con otras?

-Hay una afinidad obvia con COFE [Confederación de Organizaciones de Funcionarios del Estado]. Toda la administración central tendría que estar ahí. Nos declaramos independientes de las corrientes, porque todas tienen orientación política. Los estatutos policiales son “apolíticos” y a eso le tenemos respeto absoluto. En su momento estuvimos en Articulación [afín al Frente Liber Seregni], pero para mí fue un error.

-¿Se le presta poca atención a la situación y a los reclamos policiales en comparación, por ejemplo, con la que se le da al asalto a un almacén?

-Esto me da mucha vergüenza. El gobierno se olvida de que somos servicio esencial. Si el sindicato de salud pública quiere parar, a los cinco minutos se está reuniendo con las autoridades. A los policías las reuniones nos salen a las cuatro o cinco semanas, y son con el director de Secretaría, o con algún asesor, porque el ministro Eduardo Bonomi no atiende. Se supone que ellos saben de negociaciones y deberían mostrarnos el camino. Casi todos, incluso Bonomi, fueron sindicalistas. Pero el director de Trabajo, Luis Romero, nos dijo que la violación del convenio y la sustitución del congresista eran graves, gravísimas.

-¿Qué van a hacer el 1º de mayo?

-Eso se debe decidir en la interna. Estamos medio desmadrados. No pierdo las esperanzas de que hagan una autocrítica o nos inviten a hablar. Participamos en los actos anteriores, pero para éste la veo difícil. Estar separados de la central es preocupante, porque el policía es un trabajador que sólo cuenta con su salud y su salario. Me cuesta entender el rechazo hacia la sindicalización policial. En siete, diez años, ojalá menos, nos terminarán dando la razón.