Cuando llegué a trabajar el miércoles 27 de marzo, un sobre blanco sobre mi mesa tenía matasellos de Madrid pero una etiqueta de remitente con los datos “André Touan, Avenida de Mayo 725, Buenos Aires, Argentina”. En el interior había un texto de poco más de siete páginas impreso en computadora, con una firma manuscrita acompañada por la 
aclaración “Héctor Amodio 
Pérez”.

La carta no indica ninguna manera de hacer contacto con quien la envió. La dirección en Buenos Aires es la del famoso Café Tortoni, y Google no registra la existencia en ningún sitio de internet del nombre “André Touan”. Jean Touan fue el fundador del Tortoni en 1858, 
pero lo vendió unos 20 años después y la empresa ha cambiado
de propietarios varias veces más.

“Si tiene un código de barras con una numeración encima que comienza por ‘RR’ y acaba en ‘ES’ puedo intentarlo, pero si no lo tiene es totalmente imposible”. Ésa fue la respuesta de Naiara Pastor Vegas, directora adjunta de la sucursal 99 de correos 
de Madrid, cuando le preguntamos si podía ayudarnos a saber quién envió el sobre, con matasellos de esa oficina pero sin código de barras.

Desde que recibimos el documento, algunos periodistas de la diaria hemos hablado con ocho personas que fueron, y en algunos casos aún son, militantes o dirigentes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y que conocieron a Amodio, varias de ellas mencionadas en el texto y con protagonismo en los acontecimientos que narra. Queríamos saber qué opinaban sobre la carta (de la cual no entregamos copia a nadie) y su presunta autoría. Todas esas personas nos dijeron que les parecía auténtica, tanto por las referencias que contiene a hechos y situaciones como por ciertas formas de expresión y razonamiento, e incluso 
porque piensan que determinadas “mentiras” o “verdades a medias” son las que su ex compañero muy probablemente diría para mejorar un poco su imagen. Pero también fue unánime la advertencia de que el texto podría haber sido fraguado, a partir de un conjunto de datos y versiones que son accesibles para quien se tome el trabajo de buscarlas, aunque no esté nada claro con qué intención.

En todo caso, hay tres razones de fondo para que no publiquemos el material que llegó en aquel sobre blanco. La primera es que, como no aporta nada sustancial que fuera desconocido hasta ahora, su valor noticioso está directamente relacionado con la identidad del autor, que no estamos en condiciones de comprobar. La segunda es que, sin realizar un contacto directo con quien escribió la carta, no nos es posible plantearle muchas preguntas necesarias para contribuir a la búsqueda de la verdad sobre el pasado reciente. 
La tercera es que antes de publicar el documento deberíamos desarrollar más entrevistas e investigaciones, para acompañarlo con otros relatos y documentos sobre los hechos que cuenta, aportando elementos de juicio sobre posibles omisiones o falsedades.

En menos palabras, está en juego el modo en que nos proponemos hacer periodismo, y que es más importante para la diaria que causar un impacto de dudosa utilidad en la opinión pública. En este oficio, como lo entendemos, las primicias son valiosas pero no hay que pagar por ellas cualquier precio.