El título tiene que ver, porque en este documental la murga tiene la palabra (aunque no en forma exclusiva). Los entrevistadores no se ven, apenas se les escucha la voz fuera de campo, no hay voz narradora ni títulos sobreimpresos (este comentario está hecho sobre una versión sin finalizar; es posible que algún detalle difiera con la versión que se va a exhibir mañana). Por supuesto que el montaje y la cámara organizan y seleccionan, pero aun esos bloques temáticos están dispuestos de una forma no muy evidente, sin puntos de articulación claros, con regresos varios a puntos ya transitados, como para pronunciar una sensación vivencial, como si el espectador se zambullera en un caos concentrado de ambiente murguero. Esto se da ya desde la primera imagen, que es la de la parrilla de algún club, con los sonidos de ensayo que se distinguen a lo lejos.

Vemos fragmentos de ensayos, aspectos de funciones en distintos tablados, en el Teatro de Verano o en el desfile, entrevistas varias tipo “cabezas parlantes” en las que murguistas hablan sobre la creación, el ensayo, evalúan la murga y valorizan sus aspectos críticos, cuentan anécdotas, tratan de explicar la seducción que el género ejerce sobre ellos; vemos a familiares y amigos compenetrados en las tareas solidarias de ayudar a hacer trajes y objetos, contemplamos los rituales del maquillaje, el calentamiento, la bañadera, los saludos en el pedregullo, la expresión de los espectadores durante el espectáculo, un enorme travelling acompaña la fila correspondientemente para entrar al Defensor. Hay gente que habla mal de lo que considera un género monótono y pobre, hay otros que lo vindican en cuanto la voz del pueblo o de “la gente”, hay uno que hace la interesante aseveración (que resuena con la célebre declaración de Jaime Roos sobre el Canario Luna) de que la murga, aunque sea una murga de derecha, es “intrínsecamente izquierdista”. Se ponderan los pros y contras del concurso, con opiniones diferenciadas. El montaje iguala rostros célebres como los de Edú Lombardo, Raúl y Felipe Castro, Milita Alfaro, Alejandro Balbis, Pablo Routin, Pepe Veneno, con los de varios otros personajes con un perfil menos público.

Hay unos aspectos tangencialmente turísticos (alguna digresión hacia el laguito del Parque Rodó y la Plaza Independencia) que se pueden vincular al auspicio de la intendencia, así como la presencia, reiteradas veces, de la “Sinfonía de tambores” en la banda sonora, que se vincula al apoyo de Tenfield. Pero quizá se trate simplemente de que la fascinación por el ambiente de la murga viene junto a la fascinación por aspectos de la uruguayez (mate con termo, tortas fritas, formas de hablar). Las murgas sobre las que más se pone la atención son justamente aquellas que más pegada tienen en Argentina (el único país extranjero que le presta mucha atención al fenómeno de la murga uruguaya), como Falta y Resto, Agarrate Catalina y, en imágenes de archivo, Contrafarsa.

El ambiente recibe más atención que el fenómeno propiamente artístico: no se entra mucho en los mecanismos de creación, no se habla nada de las parodias musicales, de los mecanismos de ensayo, de los arreglos de voces, de la emisión vocal, la batea casi no se enfoca y nunca se comenta. La historia se contempla nomás en unas anécdotas esporádicas, o en un bloque en que entrevistados comparan los tablados de antes con los de ahora. Importa lo de ahora. Hay respeto por los veteranos, pero el panorama es juvenil, no nostálgico.

No hay propiamente investigación (más que la necesaria para elegir qué filmar y qué preguntas hacer) ni tesis, y el acercamiento no es pedagógico. Aunque de ese proceso uno siempre aprende o constata cosas, lo que se transmite es como un sabor, o un conjunto de sabores. Uno apto a atraer a quienes ya están seducidos por la magia murguera y, quién sabe, de pronto puede llegar a atrapar nuevos adeptos.

El momento más lindo viene al final: un par de niños, aparentemente hermanos, probablemente hijos de un murguista, juegan ellos mismos a ser murguistas. Son tan chicos que todavía no tienen muy disciplinados ni el ritmo ni la afinación. Pero la gestualidad, la onda, el acento, son increíblemente exactos, naturales, vigorosos, ya impregnaron sus almas. Son, en cierta forma, como la película misma: ellos absorbieron en primer lugar el aire, y todo lo demás, en pocos años, ganará forma, madurará, dentro de ese contenedor. Lo que da pie a poner un poco en cuestión aquí qué es “forma” y qué es “contenido”, porque el contenedor podría ser incluso más fundamental que lo otro (lo cual se vincula con lo de “esencialmente izquierdista”).

Voz de murga se va a exhibir en una única función mañana en Cinemateca 18 a las 21.00. La anunciada actuación de La Mojigata no se va a realizar por dificultades logísticas, pero varios de los personajes retratados en la película estarán presentes.