Este primer capítulo presenta un procesamiento de datos del Censo 2011 que permiten medir carencias de la población en algunas necesidades críticas.

La estimación de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) realizada a partir del procesamiento de datos del censo realizado en 2011, que considera unidades territoriales de diverso tamaño (departamentos, secciones censales y barrios), fue presentado por la directora del INE, Laura Nalbarte, el titular del Mides, Daniel Olesker, y el subdirector de la OPP, Jerónimo Roca. A las críticas realizadas en su etapa de relevamiento, las autoridades contrapusieron la rapidez en el procesamiento de los datos, que fue, según dijeron, “como nunca antes”. Roca mencionó que lo importante en este tipo de trabajos “no es cuándo se releva el último dato, sino cuándo se entregan las primeras conclusiones”. Recordó que a tan sólo un año y medio de realizado, se presentaron resultados “de calidad” como el reseñado. La directora del INE, por su parte, hizo hincapié en que las NBI de hoy “no son las mismas que las de hace 20 años”, cuando se realizó el último estudio de las necesidades. Por esta razón, se presentó una nueva metodología para su medición, y la especialista señaló que su comparación puede acarrear algunas dificultades.

El NBI es un método directo de medición de la pobreza. Contrasta con el tradicional del ingreso por ser un enfoque multidimensional. Busca identificar el número de hogares y personas que no acceden a algunos bienes y servicios cuya disposición se considera fundamental para el ejercicio de derechos sociales. Por eso se procedió a seleccionar cuáles necesidades son consideradas básicas y se fijaron umbrales por debajo de los cuales se estima que la privación es crítica, lo que lo constituye en un método normativo. Las necesidades consideradas básicas para este estudio fueron seis y se vinculan con el acceso a vivienda decorosa, energía eléctrica, abastecimiento de agua potable, artefactos de confort, servicio sanitario y educación.

Más o menos universales

Para Roca, el método de las NBI “explicita una idea de justicia”, porque mide el acceso a bienes y servicios que “sí o sí” deben ser accesibles y cuya cobertura debería ser “universal”. Además, sugirió que el método es “un buen referente” del rumbo de las políticas públicas. Consideró que las transferencias fueron un “primer” instrumento mediante el cual el Estado pudo abordar el núcleo “duro” de la pobreza. Olesker coincidió y agregó que, a partir de la situación actual, en que se ha logrado disminuir “notoriamente” la pobreza medida según los ingresos, buena parte de los que ya no forman parte de este grupo puede no tener todas sus necesidades básicas satisfechas, sobre todo porque no han cambiado su estructura de demanda. A raíz de esto, consideró “necesario” replantear las políticas públicas, utilizando esta medición multidimensional.

El decano de la FCEA, Rodrigo Arim, invitado a comentar el trabajo, dijo que se trata de un documento “conciso y compacto”, con “insumos y riquezas en muchas dimensiones”. Además de realizar apreciaciones metodológicas, consideró al método como uno que consagra el “stock de logros, y no el flujo de activos”, coincidiendo con los presentes en su amplia representación de la situación de los más vulnerables.

Datos duros

A partir del censo, se determinó que casi 1.068.000 personas y 347.700 hogares particulares tienen al menos una carencia crítica, lo que equivale a 30,7% de los hogares y a 33,8% de la población residente en ellos. Lo primero que se destaca en el trabajo es que existe cierto nivel de masculinización de las carencias críticas. La población con NBI presenta una relación de 109 hombres por cada 100 mujeres, mientras que en la población con Necesidades Básicas Satisfechas (NBS) esa relación es de 96.

Por su parte, dentro del total de hogares con al menos una NBI, un tercio acumula dos o más carencias críticas, lo que significa un total de 185.000 personas, que habitan 4,7% de los hogares. A su vez, 20% de las personas con NBI presenta tan sólo una, 8% dos, y el restante 6% tres o más. Al respecto, Juan José Calvo, coordinador de la publicación, indicó que quienes presentan más de dos NBI suman el 14% de los insatisfechos, una cifra “relativamente cercana a la medición de pobreza a través de ingresos”.

Si se consideran las dimensiones y los indicadores que las miden, la carencia crítica que combina el acceso a bienes básicos de confort (calefaccionamiento de vivienda y disponibilidad de agua y conservación de alimentos) es la que presenta el mayor guarismo: 23%, tanto en hogares como en personas. Lo sigue en importancia un indicador combinado de vivienda decorosa (que alcanza a 11% de hogares y personas). En el extremo opuesto, la disponibilidad de energía eléctrica es casi universal, siendo menos de 1% los hogares y personas que carecen de ella.

Dividido por el río Negro

Los datos de los censos de 1985 y 1996 revelaban una fuerte heterogeneidad territorial de la población NBI, que vuelve a verificarse con la nueva metodología y los datos de 2011: Artigas (54%), Salto (49%) y Rivera (45%) presentan los valores más altos de población con al menos una NBI, mientras que Montevideo (27%), Flores (29%) y Colonia (30%) son los departamentos con valores más bajos.

Básico

Las dimensiones y los indicadores considerados para medir las NBI han cambiado respecto de la última vez que se procesaron estos datos. Las necesidades consideradas básicas son el acceso a vivienda decorosa (medida por los materiales con que está construida, la existencia de hacinamiento y espacio disponible para cocinar); abastecimiento de agua potable (medido por su origen y llegada a la vivienda), servicio higiénico (medido por la calidad), energía eléctrica, artefactos básicos de confort (calefacción, conservación de alimentos y calentador de agua para el baño) y educación (medida por la asistencia a la enseñanza formal de niños y adolescentes).

Pero el trabajo presentado ayer permite analizar datos a un nivel mayor de desagregación territorial. El quintil de secciones censales más crítico (con un nivel de carencias de entre 59% a 96% de personas con al menos una NBI) se encuentra fuertemente concentrado en áreas rurales norteñas, próximas tanto a la frontera con Brasil y al “vacío demográfico” central. El análisis particular de Montevideo indica que los barrios ubicados en la periferia montevideana presentan altos valores de población con carencias críticas (entre 40% y 60% del total de su población), mientras que todos los barrios de la costa este del departamento presentan valores muy bajos (inferiores a 14%). Esta distribución territorial polarizada de las NBI en la capital muestra que barrios como Casavalle, Villa García, Manga, Toledo Chico, La Paloma, Tomkinson, Punta de Rieles, Bella Italia, Tres Ombúes, Victoria, Bañados de Carrasco, Casabó, Pajas Blancas, Jardines del Hipódromo, Piedras Blancas, Nuevo París y Las Acacias se encuentran en la peor situación, todos ellos por encima de 40% de población con al menos una carencia crítica. En el extremo opuesto, Punta Gorda y Carrasco no alcanzan a 4% de población.

Básicamente infantil

La población con al menos una carencia crítica tiene una estructura joven e infantil. El 44% de los niños y niñas tienen al menos una NBI, lo que equivale a unas 306.470 personas. Esta cifra se descompone en 153.441 niños con una NBI, 86.405 con dos NBI y 66.624 niños con tres o más NBI acumuladas. En particular, más de 50% de la población infantil de Artigas, Cerro Largo, Durazno, Paysandú, Rivera, Salto y Tacuarembó se encuentra en esa situación. El indicador es particularmente crítico en Artigas, donde 63% de los niños presenta al menos una carencia crítica.

Los valores descienden dramáticamente en el otro extremo de edad. La población con 65 y más años promedia 23% de personas con alguna necesidad insatisfecha.

En otro capítulo se midieron las NBI en los migrantes internos, internacionales y los uruguayos que han retornado al país. Los migrantes internos recientes suman unas 144.354 personas y su estructura por edad y sexo es joven: 16% es menor de 15 años y 48% tiene entre 15 y 34. Del total de migrantes internos recientes, 36% cuenta con al menos una NBI, tres puntos porcentuales por encima de la población no migrante mayor de cinco años.

Por otro lado, 2,4% de la población censada es inmigrante internacional, es decir, proveniente del exterior. Además de que su nivel educativo promedio es más alto que el promedio de la población no migrante, el porcentaje de inmigrantes con al menos una NBI es inferior al promedio. Por su parte, los uruguayos retornados tienen un promedio educativo más elevado que el de las personas no migrantes, pero tienen un menor porcentaje de población sin carencias críticas con respecto a los no migrantes.

Pobreza racial

A pesar de la fuerte presencia blanca o caucásica entre los censados, la información del censo permitió contabilizar algo más de 250.000 personas que se declararon afrodescendientes (ver página 5) y casi 160.000 que se autoidentificaron como descendientes de indígenas. En términos porcentuales, estos valores implican 8% y 5% de la población total, respectivamente. La población afrodescendiente que reside en hogares que tienen al menos una NBI alcanza a 51,3%, la población indígena en esta situación es 36,2%, la asiática o amarilla 35,6% y la población blanca 31,9%.

En particular, el trabajo destaca que la proporción de población negra que vive en hogares con dos o más carencias críticas duplica el valor observado en las otras categorías de ascendencia. Al respecto, concluye que “aun cuando en los últimos años la caída de la pobreza ha beneficiado a toda la población, este proceso no ha sido acompañado por una reducción de la brecha racial”. En este sentido, la tasa de pobreza de la población afrodescendiente continúa siendo más del doble que la del resto de la población.