Sábado 24 de agosto, a las 18.00, en el Obelisco. Se cumplen 19 años de los episodios del Hospital Filtro y centenares de personas se juntan otra vez para marchar por Bulevar Artigas, hasta la altura de Cufré. ¿Qué pasó en aquella gélida tarde de 1994, que merece ser recordado? Un grupo de vascos que vivían en Montevideo fueron a prisión, acusados de pertenecer a ETA, y contra ellos se cursó un pedido de extradición desde España.

La Justicia uruguaya dio lugar al traslado de tres de ellos: Miguel Ibañez, Jesús María Goitia y Luis María Liazzaralde. El 11 de agosto de ese año los tres hombres empezaron una huelga de hambre y rápidamente se conformó un frente social que empezó a reclamar junto con ellos por el derecho al asilo político.

El gobierno de Luis Alberto Lacalle y las autoridades españolas de la época venían negociando ayuda económica a cambio de garantías para la extradición, y la represión para facilitar el trámite no se hizo esperar.

Cuentan que en la madrugada del miércoles 24 de agosto un granadero gritó “que no quede ni uno vivo” y de inmediato comenzó la balacera contra los centenares de manifestantes.

Ese día murieron Fernando Morroni y Roberto Facal, decenas de personas terminaron hospitalizadas con heridas graves y los tres vascos finalmente fueron extraditados.

Unos meses más tarde el gobierno de Lacalle pagaría en las urnas los costos políticos de estos episodios 
-sobre todo por la responsabilidad de su ministro del Interior, Ángel María Gianola-, pero el fantasma ya estaba instalado: diez años después de la restauración democrática seguía vigente un aparato represivo que todavía funcionaba como una máquina aceitada. Norma Morroni es la madre de Fernando. Ha participado en todas las marchas desde 1995 y ayer habló con la diaria sobre la importancia de recordar estos sucesos.

-¿Cómo evaluás la movilización?

-Fue buena, pero otra vez nos pusieron alguna trampita por ahí. Nos pasó lo de estos muchachos que los agarraron cerca de La Solidaria, en Fernández Crespo; estaban terminando de armar una pancarta y los metieron de prepo para adentro. Los llevaron a la jefatura y a las 22.30 los largaron, cuando ya había terminado la marcha. Es un disparate, no tiene sentido. La marcha es pacífica, se desarrolló normal, sin aceptar las provocaciones. Andaban ahí con camionetas al costado nuestro y después vimos dos infiltrados, a los que pudimos sacar. Pero fuera de eso fue una buena marcha.

-Insistieron mucho en un reclamo central de 1994, el derecho al asilo político.

-Es que en realidad todo esto quedó asociado a ellos, a los vascos, pero el derecho al asilo es una reivindicación histórica en Uruguay. Si no hubieran sido vascos también se hubiera generado toda esa solidaridad. Ellos estaban trabajando acá con total normalidad, era gente de trabajo, sólo querían vivir tranquilos, por eso se generó tanta movilización en torno a esta causa. A La Trainera iban muchos políticos, y de buenas a primeras empezaron las detenciones. Acá hubo una negociación entre el gobierno español y el de Luis Alberto Lacalle, y ellos quedaron en el medio.

De Askapena

Miriam, Ohiane y Jon integran la brigada de Askapena. Es la octava vez que militantes de este grupo llegan a Montevideo para participar en la marcha del 24 de agosto. Mantuvieron reuniones con Plenaria Memoria y Justicia, el sindicato del taxi, Familiares de Detenidos Desaparecidos, Hijos y la Federeción Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua, y el jueves dieron una charla en Café Insurgente. Entre otras cosas hablaron de la “doble personalidad” del juez Baltasar Garzón. Afirmaron, entre otras cosas, que fuera de España es tratado “como un héroe de la memoria que investigó los crímenes del franquismo”, pero con respecto a la causa vasca su actuación ha sido “de lo más derechista y reaccionaria que puede existir, un verdadero criminalizador de la ideología”.

-¿Vos ya militabas políticamente por este tema o empezaste a interiorizarte después?

-No, en aquel momento fue sólo Fernando a la movilización, yo estaba en casa. Él había ido con unos amigos a la marcha, todos gurises divinos. Cuando lo mataron, Fernando tenía 24 años, trabajaba en una empresa de poda de árboles y hacía el liceo nocturno. Ellos fueron hasta el Filtro como la mayoría de la gente, con su termo y su mate, y acampaban ahí afuera. Ese día llegó de trabajar y me dijo que se iba a acostar. Yo por dentro pensé que era mejor, porque en la radio ya decían que iban a dar palos como locos. Pero nunca pensé que podía pasar lo que pasó. Me voy a hacer los mandados y cuando vengo del almacén, Fernando ya estaba levantado porque lo habían ido a buscar otros muchachos. “Vamos un ratito, mamá, porque después tenemos un cumpleaños”, fue lo último que me dijo. Al final se fue y a la 1.00 me tocan la puerta. Eran los mismos muchachos, que me cuentan que en un momento lo habían perdido de vista. Entonces salimos a preguntar a todos lados, en la comisaría me dicen que vaya al Hospital Policial, y cuando llegué ahí me estaban esperando tres médicos. Me llevan para adentro y cuando vi el cuerpo fue espantoso, nunca me imaginé que lo podía ver con todos esos agujeros en el pecho. 12 balazos y por la espalda, fue un fusilamiento tremendo. Tiraban de la cintura para arriba.

-¿Y en el caso de Facal? En un momento la versión policial hacía referencia a un crimen pasional.

-Es que ellos cuando no pueden con algo lo primero que hacen es ensuciar. Tienen ese poder. Roberto era concejal del barrio y además era fotógrafo. Ese día estaba registrando todo. Y en la puerta de la casa tenía una ikurriña [bandera vasca]. Lo estaban siguiendo, claramente. En la noche se fue a la casa, él tenía una piecita en el frente y los padres vivían más atrás. Se despidió de ellos, se fue a acostar y se ve que en la madrugada lo llamaron. Lo arrastraron, lo acuchillaron y lo dejaron tirado en el jardín de la casa. La cámara nunca apareció y las cosas que faltaron de la casa no son las que se lleva un chorro. Se llevaron papeles, documentos, nada material. Además de matarlo, después inventaron todo el resto, ensuciaron su memoria.

-¿A quién responsabilizás políticamente?

-La principal responsabilidad política es de Lacalle y de Gianola. Los culpables, políticamente, son ellos. El año pasado Lacalle se animó a decir que él había visto todo desde la ventana [del Edificio Libertad]. También llama la atención que toda la gente que convocó a movilizarse y a pelear por el derecho al asilo, entre ellos Tabaré Vázquez, José Mujica, [Eleuterio] Fernández Huidobro y otros que están en el gobierno, en realidad los terminaron mandando al matadero. Nunca más se preocuparon por lo que pasó. Antes de que empezara la balacera ya se habían mandado a mudar todos. Capaz que si se quedaban la cosa hubiera sido distinta. Y no fueron nunca a nuestras marchas.

-¿Esperabas que después de 2005 se avanzara con la investigación y la identificación de los responsables?

-Es obvio que si ellos hubieran querido podrían haber avanzado con la investigación. Eso sería tomar el mando realmente. Hace poco estuve con el Ministro [del Interior, Eduardo] Bonomi y me dijo que algunos papeles de aquella época se habían humedecido. Yo vivo en un rancho, pero el Ministerio no es ningún rancho. Es un disparate que pasen esas cosas con los archivos. Lo que me dieron son papeles con nombres de policías, las armas que usaban. Distintas cosas que nos pueden servir, pero no todo lo que precisamos para avanzar. Al revés, lo que pasó después de 2005 es que algunos efectivos policiales que estaban a cargo de los operativos hasta fueron ascendidos. Eso a pesar de que en la causa está claro que las balas eran de los policías y hay fotos de civiles disparando al lado de móviles policiales. Y estamos hablando de gente que sigue en actividad, de gente que anda todavía en la vuelta.