Hay estudios que demuestran que las murgas tienen algo más de un siglo de historia en Uruguay, y que se originaron en carnaval, cuando aquellos primeros grupos callejeros de amigos con seis o siete integrantes decidieron que ya eran capaces de constituir una categoría especial, para participar en un concurso anual de conjuntos carnavaleros de Montevideo, mientras cantaban nuevas letras sobre viejas melodías populares, ejecutando instrumentos inverosímiles y exagerando hasta el ridículo su vestimenta de gala y fuera de contexto. También se ha escrito bastante sobre sus rasgos más específicos, y no siempre de modo indiscutible. A modo de ejemplo, en un artículo sobre el tema (“¿De dónde viene la murga?”, semanario Brecha, 02/03/90), el influyente Coriún Aharonián menciona tres características que diferenciarían a las murgas de otras expresiones: el coro masculino estructurado sobre una base de tres voces, la emisión nasal (o nasalizada) y gangosa de la voz, y la batería formada por redoblante, bombo y platillos de entrechoque. Pero ninguna de estas características -que han variado, varían y se modifican permanentemente- define la esencia de las murgas tanto como la parte más teatral de su espectáculo: el cuplé.

El cuplé es el momento en que la murga asume la preocupación de componer personajes, y el papel protagónico es de los “cupleteros”, integrantes especializados del coro que poseen, además de ser cantantes solistas, cierta capacidad histriónica para esta modalidad de actuación.

Desde sus inicios, las murgas refieren y satirizan hechos políticos o sociales sucedidos durante el año, que han sido difundidos por los medios y sobre los cuales la población mantiene una opinión que puede contrastar y compartir con el punto de vista de las murgas. Durante el desarrollo de un cuplé, el cupletero es interpelado por el coro, que le pregunta quién es, de dónde viene, qué busca, qué le sucedió. Las intervenciones alternadas del coro van creando expectativa, y finalizan cuando la murga juzga la conducta del personaje o la de otros protagonistas de la narración, con una reflexión de cierre. En ese momento el coro critica y comenta los hechos narrados a la manera de un espectador ideal, y mantiene una visión crítica sobre lo que está narrando el cupletero: como en las formas teatrales más antiguas, la representación del cuplé alterna el relato del personaje con el comentario crítico del coro. El público identifica la posición de la murga con el punto de vista que asume el coro en ese momento.

Los mejores espectáculos de murgas tienen un buen cuplé y generalmente son recordados por éste. Es muy posible que una buena murga con el mejor cuplé se convierta en ganadora del primer premio del concurso oficial.