Al cierre de esta edición, es un hecho que el 30 de noviembre habrá segunda vuelta por la presidencia de la República entre Tabaré Vázquez y Luis Lacalle Pou, y todo indica que el primero es el ganador más probable. El Frente Amplio (FA) está, por lo tanto, en muy buenas condiciones para lograr su tercer gobierno nacional consecutivo, y además aparece, según los datos disponibles cuando se escribe esta nota, muy cerca de lograr, también por tercera vez consecutiva, mayoría propia en las dos cámaras del Poder Legislativo. En todo caso, y contra lo que sugerían algunas proyecciones preelectorales de empresas encuestadoras, esa mayoría no será lograda por la suma del Partido Nacional (PN) y el Partido Colorado (PC), que obtendrían menos legisladores que en los comicios anteriores. El Partido Independiente (PI) parece haber logrado una banca en el Senado, es posible pero no tan probable que Unidad Popular logre una en la de Representantes, y no se aprobó el proyecto de reforma constitucional que buscaba permitir la aplicación a menores de 18 años del Código Penal empleado para los adultos.

Este panorama se configuró luego de que las primeras proyecciones a boca de urna, difundidas antes de que se terminara de votar, sugirieron resultados muy distintos. Y ya que estamos con las encuestas, cabe recordar que en la noche del miércoles 22, cuando las principales empresas dieron a conocer sus proyecciones sobre el resultado más probable, todas previeron votaciones del FA por debajo de las que ellas mismas medían anoche, y para la suma del PN y el PC, un respaldo probable o seguramente mayor (Cifra consideró probable que esa suma llegara a 50% de los votos válidos, o sea, casi cinco puntos porcentuales más que su estimación, al cierre de esta edición, sobre la votación real de los lemas tradicionales).

Es cierto que en estos comicios diferencias relativamente pequeñas en los resultados podían determinar realidades políticas muy diferentes, pero no es menos cierto que las encuestadoras (sea por decisiones 
inadecuadas al elegir su metodología para realizar consultas, por errores en sus procedimientos a la hora de convertir en pronóstico los datos obtenidos, o por la suma de ambos factores, descartando la mala intención) tendieron a converger en torno a una estimación equivocada, en algunos casos bastante más allá del margen de error (de más o menos tres puntos porcentuales) que asumen. Qué se movió

En la primera vuelta de las elecciones de 2009, la suma de los votos al PN y al PC fue 47% de los sufragios válidos. Cinco años después, todas las estimaciones de las encuestadoras dadas a conocer anoche ubican a la suma de ambos lemas tradicionales por debajo de 45%.

Si esas estimaciones se confirman, queda sin sustento alguno la aseveración mil veces repetida de que el triunfo de Luis Lacalle Pou en la interna del PN cambió la campaña electoral y puso a la oposición más cerca de ganar el gobierno en segunda vuelta. En cambio, todo indica que el respaldo acumulado por los partidos tradicionales ha disminuido, y con ese panorama ni siquiera es descabellado pensar que quizá los blancos le podrían haber disputado más votantes al PI con Jorge Larrañaga como candidato.

A su vez, el FA parece haber disminuido un poco su votación de casi 48% en 2009 (aunque las proyecciones propias del centro de cómputos oficialista lo ubican algunas décimas de punto porcentual por encima de lo logrado hace cinco años). Pero ese eventual decrecimiento, si ocurrió, no se dio en beneficio de los partidos tradicionales, como acabamos de ver. Los que aumentaron su respaldo fueron el PI y Unidad Popular (UP), aparte de que el Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI), que se presentó por primera vez, logró la preferencia de cierta cantidad de electores, aunque anoche todo indicaba que no serían suficientes para que ingresara al Parlamento.

Para aproximarnos a entender por qué sucedió esto, hay que tener presente que el FA debió desarrollar una campaña en dos fronteras, disputando en forma simultánea votos “a su derecha”, en el espacio “centrista” de indecisos moderados que también podían inclinarse por el PI o por alguna opción dentro de los partidos tradicionales; y “a su izquierda” entre quienes podían preferir a UP o el PERI, así como una parte considerable de los posibles votos en blanco o anulados. En cambio, los partidos Colorado y Nacional no tuvieron “a su derecha” una oferta electoral que les pudiera quitar algún punto porcentual de apoyo.

Lo que puede haber ocurrido es que la pequeña pérdida de votos del FA se haya producido en su mayor parte “hacia la izquierda” y en menor proporción hacia el PI. Esto parece congruente con la campaña desarrollada por Vázquez (más apta para captar votos “de centro”), y con independencia de la opinión que cada uno pueda tener sobre el desempeño del candidato frenteamplista, los resultados parecen indicar que tuvo éxito (aparte de que, a grandes rasgos, parece bastante lógico que Vázquez haya podido captar ahora más indecisos centristas que Mujica en octubre de 2004). Por lo mismo, las cosas pintan mal para los lemas tradicionales con miras al balotaje, ya que los antecedentes de segundas vueltas (en 1999 y en 2009) señalan que los votantes de Mieres se reparten entre los dos bloques, y es muy poco probable que Lacalle Pou logre convencer a quienes se inclinaron por UP o el PERI.

Una lectura de estos datos es que, después de diez años de presidencias frenteamplistas, la proporción de la ciudadanía que desea volver a un gobierno de colorados y blancos sigue siendo muy importante, pero no llega a la mayoría y ni siquiera ha crecido, sino que disminuyó un poco; al tiempo que en el otro “bloque”, que sigue siendo el mayor, las demandas se han diversificado, y resulta que, mientras algunos desean un gobierno más moderado, otros prefieren opciones más radicales. La cantidad de votos en blanco y anulados parece haberse ubicado bastante cerca de la proporción histórica (en torno a 3%), y muy lejos, por lo tanto, de la registrada en las departamentales de Montevideo realizadas en 2010, pese a que en algunos microclimas de redes sociales se percibía como una opción en fuerte ascenso.

Aún no disponemos de datos precisos sobre la relación interna de fuerzas en los partidos, pero desde ya se confirma que los años de predominio de Pedro Bordaberry entre los colorados no permiten al PC salir de un tercer lugar muy detrás del PN, y que el flamante liderazgo de Lacalle Pou entre los blancos no determinó un crecimiento partidario muy importante, de modo que aún no puede considerarse consolidado.

El Parlamento, nuevo lobby a la uruguaya

Con una mayoría parlamentaria del FA casi todos los apuntes que siguen perderían sentido, pero al cierre de esta edición no estaba claro si la habría; los últimos datos indicaban que podía lograrla en el Senado -en caso de que Raúl Sendic sea electo vicepresidente- pero no en Diputados, donde obtendría 49 representantes.

De todas maneras, incluso este último escenario “menos favorable” para el FA podría resultarle poco traumático y, siempre quizás, hasta podría revitalizar el papel del Poder Legislativo.

Por el contrario, se abre una posibilidad, no tan prevista en los últimos sondeos, de negociar cada proyecto de ley, con el margen de maniobra suficiente para aprobar algunos “por izquierda” con un eventual diputado de UP -que sería Eduardo Rubio- y otros consensuados en el centro del espectro político, mediante acuerdos con la bancada del PI (que según las estimaciones tendría tres diputados, dos por Montevideo y uno por Canelones) y/o con legisladores batllistas y wilsonistas de los partidos tradicionales.

Cabe esperar que los frenteamplistas tengan más posibilidades de acordar con independientes, blancos y colorados que con Rubio, dirigente del Movimiento 26 de Marzo, pese a que éste fue hasta no hace tanto integrante del FA. En tal caso, UP podría aportar al Parlamento una nueva mirada sobre temas como la megaminería o el modelo sojero, pero en forma sobre todo testimonial. Probablemente las chances de acuerdo entre el FA y UP sobre algún asunto dependerán de cómo se salden las discusiones en la interna frenteamplista (por ejemplo, si sobre el presupuesto educativo prima el punto de vista del “lado izquierdo” del FA).

Los acuerdos extrapartidarios hacia el centro parecen más fáciles de proyectar o imaginar. Por ejemplo, uno de los grandes programas sociales que impulsa el FA para un eventual tercer gobierno es la consolidación de un Sistema Nacional Integrado de Cuidados, una iniciativa que también está incluida, con bastante destaque, en el programa del PI y que ha sido defendida en varias oportunidades por su líder, Pablo Mieres, aunque con énfasis en que, según su punto de vista, debería ser “menos estatista”.

La reforma del Estado y una rediscusión del estatuto del funcionario público son otros temas en los que algunos operadores del FA prevén, en principio, facilidades para explorar acuerdos con el PI, entre otras cosas por el papel que podría jugar Conrado Ramos, que fue subdirector de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez, y su probable sintonía con propuestas del grupo de elaboración programática Nueva Agenda Progresista, cuyo principal referente es el ex ministro de Economía y Finanzas Álvaro García.

Otros puntos en los que hay interés del PI por discutir con los referentes del vazquismo en los primeros meses de un eventual tercer gobierno del FA son la creación de un Sistema Nacional de Competitividad (mediante la acción conjunta de seis organismos, entre ellos la Agencia Nacional de Desarrollo); establecer dinámicas de concurso para la designación de gerencias de la Administración de los Servicios de Salud del Estado; rediscutir los compromisos de gestión y el gobierno corporativo en la Ley de Presupuesto; y sacar de la órbita de Presidencia a la Unidad de Acceso a la Información Pública.

Esta dinámica del “caso a caso” podría resultar novedosa -sobre todo por la mayor visibilidad de las discusiones y negociaciones entre partidos-, pero hay una realidad que se mantiene intacta respecto de los últimos diez años: la llave al momento de saldar debates seguiría estando en la interna del FA (y ahora también en la capacidad de liderazgo o mando de Vázquez). Es posible que él y sus asesores más cercanos fácilmente lleguen a acuerdos con el PI en muchos temas, pero eso no significa una palabra final, entre otras cosas por cómo parece configurarse el nuevo mapa frenteamplista.

Los datos que manejaban anoche en la interna del FA indicaban que el Movimiento de Participación Popular repetiría sus niveles de votación de 2009, y que, por lo tanto, el presidente José Mujica conservará un papel de liderazgo, ahora desde el Senado. También queda por ver en qué lugar se pararán Raúl Sendic, en caso de que sea vicepresidente, el líder del Frente Liber Seregni, Danilo Astori, y algunos más que querrán tallar en las decisiones. En cualquier caso, nada será igual.