Si hay que ponerle un cargo, Fernando Bruno es actualmente el director técnico de la selección sub 15 floridense y será, próximamente -porque el campeonato se jugará en verano- el de la sub 18. Es el actual campeón nacional de la categoría, pero hay mucho más. Con los más chicos hace tres años que trabaja y con los más grandes cuatro, con un impasse de uno. En el apuro de la charla, se le pierde desde cuándo está al frente de los equipos departamentales, de la misma manera que recuerda cada detalle de su puntillosa planificación. Analítico, sabe bien a lo que juega. Dice que la ventaja de dirigir las dos categorías es que "excepto alguna aparición de alguien que se destaque sin tener el proceso de selección, tomás la base de lo anterior. El grupo humano en general ya tiene claro cómo son las cosas y eso está bueno porque es difícil, sobre todo, por el poco tiempo para trabajar. Los chiquilines saben lo que les va a suceder en la preparación y yo los conozco y sé lo que van a dar, más la variante del crecimiento de los años".

Consciente de eso, no se detiene. Cree que no alcanza, que es un empujón para lograr otras cosas. Entonces forma más cuadros: "Tengo dos equipos: uno son los padres y otro los futbolistas. El de padres trabaja en pos de la comida, del agua, de los energizantes, de que no falte nada, una ayuda que a veces la Liga [de Fútbol de Florida] necesita. Al principio fue muy resistido, luego los dirigentes entendieron que se podía trabajar junto a las familias. Siempre hay algún padre que da una mano. Ahí vamos haciendo los escalones para que cuando vengan otros esté todo aceitado. Hoy lo está”.

Insisto. No me queda claro el por qué, ni el para qué, quiero saber qué lo motiva a decidir masificar las decisiones en una sociedad que peca de libertad individual. Pincho. "Mirá, si tenés cinco minutos te explico. Con la primera selección que dirigí tomábamos agua de la canilla, más un montón de cosas precarias que teníamos; como es el fútbol amateur. Haciendo pretemporada en la cancha del cuartel, dieciséis gurises se agarraron enterocolitis. Ahí me decidí a darle un giro total al laburo. Si lo aceptaban, bien; si no, me iría pa casa. Así me manejo. Para llevar a cabo las cosas hay veces que hay que ser determinante y drástico. Ahí pensé en la familia. Apunté a eso, a lo social. Tratar de darnos cosas a nosotros que de otra forma no podríamos. En el inicio empezamos a comprar el agua mineral con rifas que organizaban los padres de los chiquilines y cubrimos desde el primer entrenamiento hasta el último día. Todas las selecciones, en todas las prácticas y los viajes. Este año, por suerte, es a costo de una firma comercial que nos está apoyando con el tema agua", comenta Fernando.

Me doy cuenta que cinco minutos no van a alcanzar. Me saco el reloj.

Con proceso rinde

Habla en primera persona del plural y lo reconoce. Nosotros, ese cliché donde solemos caer para encasillar al mundo del fútbol cuando no escuchamos. Corrección de estilo: "perdoná, no hablo en primera persona. No tengo un equipazo, es tenemos. Por ahí las determinaciones las tomo yo, pero siempre laburo consultando, constantemente". Y sigue. Más que conjugaciones importa el contenido: "nos costó trabajo, pero hoy está todo involucrado. Siempre le digo a los botijas 'podemos educar a nuestros padres'. El tema es cómo hacemos para que los que gritan cualquier cosa en las canchas cierren el pico. Ahí está el trabajo de participación. Nos reunimos cada quince días, después de algún entrenamiento, para hacer hamburgueseada o comer pizzas, lo que sea. Todos juntos. Les estamos dando a los padres un espacio que ellos no tienen con sus hijos.

Muchos, ni al mediodía se juntan para comer. Ni que hablar lo que pasa con los padres separados. Eso también lo involucramos. Tenemos que convivir, si no se está por dentro no se entiende. De verdad. Se genera un afecto y un buen sentimiento".

Fernando no es Pep Guardiola pero apunta en su libreta de cosas por hacer. Siempre se puede más, dice. Fernando no es matemático, pero apunta los números que hacen bien al grupo: "Llevo estadísticas, este año tengo el dato de que es la selección de Florida con más padres separados. Están 50 y 50. También tenemos un máximo de chiquilines con materias bajas. Son muy pocos los que llegan a final de año sin exámenes. Todo repercute. Por eso el sentimiento es lo primero que laburamos". El silencio en el teléfono es prolongado: revisé en qué ámbito de la vida no influyen los estados de ánimo en la tarea. Hola, ¿se cortó?, dirá. Contesto que no y pregunto cuál cree que es la virtud. Define: "Es una sola. Conseguir la libertad de que entiendan que éste es el único camino de salir adelante en un fútbol pobre". ¿Dónde está lo pobre? "Hay falta de cariño. En la sociedad, en cualquier ámbito. Eso hace que se prendan como garrapatas en donde les dan afecto".

Todo es adentro

"El fútbol es un bumerán. Lo que vos generás siempre da resultados. Por más que seas pobre, si lográs buen fútbol y tener las cosas organizadas, vas a andar bien. Pero claro, hay que perdurar en el cargo. Y, lógicamente, hay que tener el respaldo de los éxitos deportivos. Eso también es verdad", asegura el técnico. Él los tiene. Florida es el actual campeón nacional sub 15 y con Fernando al mando no bajó nunca del cuarto puesto. Esa pata del fútbol se trabaja en la cancha.

La selección trabajó con revisaciones médicas, odontólogo, nutricionista, médico deportólogo -que enseñó a vendarse correctamente- y psicólogo, todo para rodear y contener lo que suceda en la cancha. Nada se deja librado al azar. Todo influye. Cuenta Fernando que la determinación cuando cita al primer grupo es trabajar sobre presión el primer mes, mes y medio, como preparación para el campeonato de alta competencia. "Se habla, y el que no está dispuesto sabe que la puerta es grande: por cada uno que sale entran cinco. Con eso no hay problema, son pocas deserciones, aunque la idea es que no se vaya nadie.” También argumenta que "con la selección no se jode", que "se trabaja a nivel profesional aunque no lo sea", y que les explica que "somos la elite de Florida, que se sientan orgullosos de eso, porque hay setecientos que quisieran estar en este lugar, pero juegan veinticinco".

No hablamos en profundidad de tácticas, formas de entrenamiento, estrategias futbolísticas. A la vista de los resultados, sería redundante. Sobre todo, porque Fernando antecede otras cosas. "El que juega ya tiene el orgullo y el placer de ser titular. Trabajo más por los que no juegan que por los que juegan, por los que no comen que por los que comen, lo mismo con los que no estudian", dice con énfasis de padre que pide el carné con las notas. Porque lo pide. El que tiene bajas, a recuperación (nunca excluido). El psicólogo ayuda, los padres también. Se cuidan para ganar en varias canchas y con micrófono abierto: "No hay casete, pueden decir lo que quieran en cualquier momento. Con la prensa, con los padres, con el entrenador y los ayudantes, con quien sea. Si el psicólogo les pregunta en qué lugar los dejan decir lo que quieran contestan 'en ningún lugar'. A mí me parece un tema grave, pero vos mirás y pasa como normal. Si alguien que hace docencia no da la posibilidad de expresarse o discrepar a los gurises con los que estás todos los días, quiere decir que algo falla en la comunicación".

Se cuidan en varias canchas, decíamos, y Fernando, ya pasado de los cinco minutos que hablaríamos, cuenta cómo: "Por ejemplo, le dimos chalecos refractarios para andar en las calles en bici o moto. Es obligatorio, el que no viene con el chaleco no entra al entrenamiento. Lo usan a morir. Pero también los utilizamos para trabajar en la cancha, cuando hay que formar dos equipos y los naranjas no dan". Fútbol del interior, arte de disimular la escasez. En ese cuidado también es primordial la concentración antes de los partidos, ya sea de local o visitante. Se cena, se charla hasta no más de las 0.30, se pone la canción de Florida -la de Valentín Arismendi, que tiene hasta una versión del Canario Luna- y a dormir. Se levantan con la misma canción como despertador. Desayuno, almuerzo, merienda, cena. Aclara: "Todos sabemos lo que tenemos que usar: ropa de cama, cepillo de dientes, sus cosas. Ropa de la selección. Lavarse la taza, el plato, los cubiertos, levantarse para que nos sirvan la comida. Se tienden la cama. Cambian hasta en sus casas. Limpiamos cuando nos vamos de cada lugar. Cosas que tienen que ser normales", y termina el comentario con una frase a lo gurí "ta robado así”.

Por qué

Prefiero no quedarme con dudas y le pregunto cuál es la prioridad, ganar dónde. “Te lo explico en cinco minutos”, dirá -llevamos más de una hora hablando, siento que se me evapora la oreja-. “Mirá, fui un botija muy pobre. Cuando inauguraron una tribuna del estadio hubo desfile con los equipos de baby. Le pedí por favor a mamá que fuera, mi papá ya había muerto. Vivíamos lejos, pero ella fue. El entrenador, cuando íbamos pasando frente a la gente, me corrió para un costado porque mis championes daban lástima. Dimos toda la vuelta, nos paramos, y me metió en el medio. Cuando llegamos a casa mi mamá me comentó que no me había visto. Yo le dije que sí. Era mentira. Eso me pegó. Las dos cosas: la actitud del técnico y mentir. Odio ese tipo de actitudes. La discriminación es lo peor que puede sentir un ser humano. Hoy trabajo anti eso, en todos los anti que te imagines. Con eso estoy de punta”.