Luis mira a los ojos. Se sabe figura pública. Más tarde dirá que ya no puede elegir qué comprar, dónde comer o con quién salir; que le gustaría ir a la playa con sus hijos y que muchas veces tiene que esconderse o correr para no ser visto ni alcanzado. Nada es como antes. Una y otra vez dice que es la mirada de su hija de cuatro años la que le preocupa. Sentado frente a la ronda de periodistas, juega con los dos anillos que usa en cada dedo anular. Mientras piensa que hoy saldrá a la cancha con la celeste pegada al cuerpo para jugar contra Costa Rica, habla sobre su trayectoria, su vida en el extranjero y su forma de definir. Para eso, escoge los goles contra Inglaterra, como si la justicia poética pudiera aliviar algún mal que lo aquejó. Luis es tremendo gordo, un peso pesado de talento que nos hace gozar de fútbol y apenas parece darse cuenta.

-¿Qué diferencias y similitudes encontrás en tu carrera futbolística, si comparás los tres países donde te desempeñaste en el exterior, Holanda, Inglaterra y España?

-Está claro que cuando empezás, en la infancia, todo eso lo vivís como un niño. Y a medida que va pasando el tiempo vas creciendo, vas mejorando y aprendiendo algo nuevo. En mi caso, aprendí algo en todos los clubes para mejorar. Y era consciente de que necesitaba cosas para triunfar. Desde que empecé, en Nacional, siempre era “el bruto”, el que se pechaba contra todo, el que se quedaba la pelota, el que “tenía suerte para hacer los goles”. Tenía esas rachas. Después, el paso a Groningen, estar en Europa, mejorar físicamente porque estaba más gordo; acá los entrenamientos son más tranquilos y allá entrenás 120%. En Ajax, a medida que fue pasando el tiempo, mejoré muchísimo técnicamente. Futbolísticamente me enseñó mucho, porque es una escuela de fútbol, tiene mucha calidad técnica. Ahí terminaba de entrenar y me quedaba a patear, a pegarle con las dos piernas, a mejorar los movimientos. En Liverpool todos saben que como jugador y físicamente mejoré mucho, y me hizo ser el Luis Suárez que soy hoy. Eso se dio gracias a Liverpool. Pero de todos los equipos siempre he aprendido algo, y los torneos con la selección han sido increíbles.

-Viviste en cuatro ciudades diferentes ¿Dónde te sentiste mejor y maduraste como persona?

-Irme tan joven con mi novia en aquel momento, mi esposa en la actualidad, ella con 16 años y yo con 19, fue un cambio brutal para los dos. Éramos jóvenes, no estábamos acostumbrados a convivir en pareja. Maduramos, aprendimos a hacer cosas de la casa -aunque no lo crean, uno hace cosas de la casa-, a hablar inglés. La vida te hace valorar todo eso, el esfuerzo que estás haciendo: en una ciudad como Groningen, que es chica, no conocíamos nada. Preguntar, averiguar, estar lejos de la familia. Te hace madurar de golpe. Después en Ámsterdam ya había mucho turismo, nos gustaba. Éramos jóvenes y nunca nos imaginamos, con la edad que teníamos, estar paseando por la Torre Eiffel, hacer muchos viajes. Eso te hace darte cuenta de dónde venís. Se valora mucho. La ciudad que más me gusta es Barcelona. De Liverpool todo el mundo sabe que es la ciudad de los Beatles; yo no tenía mucha idea, sabía que eran de ahí pero cuando fui al museo quedé encantado, aprendí cosas que no sabía de ellos y de la ciudad. Y bueno, Barcelona es especial. Fue la ciudad que me separó de mi novia y la que ahora nos juntó para estar con la familia.

-¿Hay algo que quisieras pulir de tu perfil futbolístico?

-Mi forma de ser, mi forma de luchar los partidos, de calentarme, son parte mía. Yo no sería Luis Suárez sin eso. Siempre afronté las cosas y me peleaba contra todo. Desde que comencé en Nacional: me chiflaban porque erraba goles. “Sacalo porque éste es un perro”. Todas esas cosas. Después en Groningen me exigían [que ejercitara] porque estaba gordo. Esas cosas las vas superando. Y no puedo perder eso de ir, pelear, discutir. Pero ojo, hoy por hoy tengo personas que me aconsejan y que están alrededor mío. En vez de discutir e insultar tanto, me dicen que respire, que me calme, y estoy tratando de sobrellevar eso. Es difícil cambiar mi forma de ser y mi forma de jugar, pero a la vez no quiero perder esa energía de luchar todas las pelotas, porque nadie me regaló nada, hasta el día de hoy, como para quedarme tranquilo por lo que dicen. Yo voy a jugar todos los partidos de la misma manera, pero hay que respirar un poco antes.

-¿En qué momento empezaste a perfeccionar los tiros libres?

-Yo soy muy atrevido en ese sentido. En las juveniles de Nacional no me dejaban ni arrimarme a patear los tiros libres. Y en Primera menos, con los tiradores que había. En ese momento, en Nacional era imposible. En Groningen tampoco llegué a patear ninguno, pero ya en Ajax, a medida que uno va creciendo, va agarrando nombre, vas pateando alguno. Me quedaba a entrenar, y en Liverpool también. Vas mejorando, no querés pegarle siempre de la misma manera, y hoy sigo entrenando, pero claro, estoy en un club en el que es muy difícil patear. No solamente por [Lionel] Messi, sino porque hay muchos que patean bien. Acá en la selección nos turnamos; Edi [Cavani] le pega bien, no hay un tirador solo. Acá ninguno se cree más que otro.

-¿Qué tenés en cuenta para definir un tiro o un pase?

-El instinto que tengas en ese momento. Soy un jugador muy instintivo. Los compañeros se ríen porque cuando voy a encarar a un defensa y me resbalo, y el defensa también se cae conmigo pero la pelota sigue quedándome a mí, voy derecho al arco. Hay veces que vos lo pensás y hay veces que no. Hay veces en que vos decís: “Le voy a pegar así para que entre con la rosca”, y hay veces que cierro los ojos y le pego, como me pasó contra Inglaterra. Estaba muerto y no podía más. Son instintos que tenés en ese momento, que a veces te da para pensar y a veces no. Otro fue el primer gol contra Inglaterra. ¡Me gusta decir que le hice goles a Inglaterra! [Se ríe]. Viene el pase de Edi y yo estoy perfilado, y sé que quiero pegarle así, que voy a patear cruzado porque no tenía otra forma de hacerlo. Son esos mínimos segundos que te dan para pensar cómo hacerlo.

-¿Cómo siguió tu relación con Steven Gerrard, que es un símbolo en Liverpool? ¿Qué sentiste al tener su respaldo?

-A mí me llena de orgullo. Él va a ser una leyenda del fútbol, porque aunque siempre haya estado en el Liverpool, ganó una Champions y se le tiene un respeto máximo. Estuvo toda la vida ahí. Él decía: “Los extranjeros vienen acá con el sueño de jugar en Liverpool pero con el deseo de jugar en Real Madrid, en Barcelona, Bayern Munich, y yo soy fanático de Liverpool y a mí no me va a mover nadie”. Y es real eso; los extranjeros sabemos que estamos espectacular y todo, pero si te vienen esos equipos, tenés esa espina. Creo que desde que yo llegué siempre me trató de forma espectacular. Lo ves dentro del vestuario y es muy tranquilo, muy humilde, y a mí siempre me respaldó. En todos los líos que tuve en Inglaterra salió a defenderme, siendo el capitán de Inglaterra y una leyenda para el club. Después del tema de Arsenal, me agarró y me dijo: “Luis, haceme caso, no te vayas, quedate, porque este año, donde vuelvas a hacer un buen año, van a venir de Barcelona, de Bayern Munich o de Real Madrid y te vas a ir adonde vos quieras”. Son palabras que me quedaron. Con todos los jugadores que él jugó en Inglaterra, que me haya dicho que fui el mejor delantero con el que jugó no tiene precio. Y después de que me fui, me dijo que me extrañaba. Me dijo que le sorprendía que yo no estuviera en la lista del Balón de Oro. No me sorprende porque él no te lo dice en la prensa, te lo dice en la interna, y eso me motiva mucho.