En febrero de 1964, un grupo de rockeros londinenses llamado The Detours y dedicado -como la mayoría de las bandas jóvenes inglesas- a hacer covers descubrió que ya existía una banda llamada Johnny Devlin & the Detours, por lo que urgía cambiar de nombre. Luego de manejar varias opciones irónicas como “Nadie” o “El grupo”, finalmente optaron por The Who (los quién). La banda giraba alrededor de su líder, un rubio y apuesto cantante llamado Roger Daltrey, pero en vivo solía llamar la atención el virtuosismo de su bajista, John Entwistle. Poco después del cambio de nombre consiguieron un baterista extraordinariamente salvaje llamado Keith Moon, y en junio del mismo año el guitarrista Pete Townshend dio un salto demasiado entusiasta en un escenario con el techo bajo, reventando el mástil de su instrumento. Furioso ante las risas del público y divertido por el blooper, Townshend destrozó su guitarra contra el piso del escenario y tomó otra para seguir el show. De pronto The Who no era sólo otra banda de mods -un movimiento de jóvenes de clase media con cierto parentesco con los beatniks estadounidenses- que tocaba rhythm & blues, sino que sus integrantes eran una suerte de dementes capaces de destruir en la pasión del momento los mismos instrumentos con los que se ganaban la vida. La furiosa frustración juvenil convertida en autodestrucción había pasado a ser parte de la aún joven cultura rockera.

Desde esa primera guitarra destrozada hasta la figura de Kurt Cobain agrediendo todos los instrumentos presentes en su escenario (y pasando por la película Blow Up, la imagen de Jimi Hendrix incendiando su Fender Stratocaster y la legendaria tapa de Paul Simonon a punto de desintegrar su bajo en el London Calling de The Clash), pasó medio siglo de excesos, de peligrosas acrobacias escénicas, de agresión convertida en energía sonora y de volúmenes absurdos que han tenido como referencia permanente a la banda de Pete Townshend y los suyos. La banda que en 1965 proclamó desafiante, en “My Generation”, “espero morir antes de hacerme viejo” y que de pronto cumplió cinco décadas de existencia.

Su generación

Aun si Townshend jamás hubiera vandalizado un instrumento, The Who tenía seguro su sitial en la historia del rock por el simple talento musical de sus integrantes. Fue, por ejemplo, de los primeros grupos en eliminar la guitarra rítmica, ya que Pete Townshend era capaz de tocar los riffs y hacer los punteos al mismo tiempo. Una banda de cuatro temperamentos volátiles y talentos equilibrados, entre los cuales jamás hubo un gran cariño personal pero sí un entendimiento sonoro único que los dotó de la capacidad de llevar al rock a un nivel de volumen y hostilidad desconocido hasta el momento, convirtiéndolos en precursores simultáneos del heavy metal y el punk, pero volviéndolos la definición misma de lo que es el hard rock.

Sus primeros discos simples los mostraron imitando alternativamente a The Kinks (“I Can’t Explain”) o a The Beatles (“The Kids Are Alright”), pero con una distintiva crudeza. Crudeza omnipresente en su primer LP -The Who Sing My Generation (1965)-, en el cual presentaban su propio himno generacional, amenazando con un tartamudeo que sugería el deseo de utilizar la palabra fuck a todas las generaciones que los habían precedido. La banda -que ya había convertido la destrucción de instrumentos en escena en parte de su show- inició un veloz período de evolución compositiva sólo comparable al de The Beatles, experimentando con temas complejos de varias partes distintas en A Quick One, While He’s Away (1966) y con el cancepto de la totalidad de un disco en The Who Sell Out (1967). En el ínterin, la figura de Townshend, convertido ya en el principal compositor del grupo y en su figura escénica más notoria, fue adquiriendo predominio sobre el resto, y comenzó a generar fricciones que se harían permanentes entre los integrantes.

En 1969, inspirado en las enseñanzas del gurú Meher Baba, Townshend dio un paso ambicioso al componer la que se considera la primera ópera rock (aunque había antecedentes menos notorios), Tommy, que contaba la historia de un joven ciego y sordomudo que se convertía en un líder espiritual. Una obra excesiva, no siempre bien envejecida, pero que marcó a toda su generación y que convirtió a The Who, por un tiempo, en la mayor banda mundial, un reinado que confirmaría con su presencia triunfal en el multitudinario recital de Woodstock, donde a pesar de estar visiblemente incómodos, terminaron siendo el número de mayor impacto y el que -junto a Jimi Hendrix interpretando “The Star Spangled Banner”- se ha vuelto símbolo mismo del festival. Luego de su participación -bastante superior en lo musical a la de Woodstock- en el festival de la Isla de Wight, los Who alcanzaron el cenit de popularidad e influencia de su carrera, pero musicalmente lo mejor aún estaba por venir en la forma de su próximo disco: Who’s Next.

Lo próximo

Who’s Next, a pesar de su irónica carátula en la que los integrantes de la banda parecen haber orinado sobre un pedestal, es un monumento de disco. Editado el mismo año que clásicos rockeros como Led Zeppelin IV, Every Picture Tells a Story (Rod Stewart), Sticky Fingers (The Rolling Stones), Master of Reality (Black Sabbath) y Electric Warrior (T-Rex), el disco de Townshend y compañía es posiblemente el más revolucionario y enérgico; contiene no sólo canciones más maduras y poderosas que cualquier cosa que hubieran editado antes, sino también algunas estructuras experimentales basadas en la utilización del sintetizador, un instrumento todavía desconocido en el ámbito rockero, y al cual Townshend le da un uso -especialmente en la descomunal “Baba O’Riley”- que no ha sido superado medio siglo después.

La clave de la excelencia de Who’s Next es posiblemente que, aunque contiene sólo nueve canciones, éstas son una selección de lo que tal vez haya sido el período más prolífico (y brillante) de Town-shend como compositor. Who’s Next es en cierta forma la depuración del más ambicioso proyecto del guitarrista, la que iba a ser su segunda ópera rock, llamada Lifehouse, que fue abandonado ante el desinterés de los estudios cinematográficos en realizar una película similar a Tommy. Si el argumento cinematográfico de Townshend -una especie de parábola de ciencia-ficción- no era muy seductor, las canciones eran formidables y cuesta destacar alguna en particular, aunque sobresalen inevitablemente los dos temas editados como simple; “Baba O’Riley”, un homenaje simultáneo al gurú de Townshend, Meher Baba, y al músico de vanguardia Terry O’Riley, en cuya obra está basada la inolvidable secuencia sintetizada que abre el tema; y “Won’t Get Fooled Again”, un llamado tardío al espíritu revolucionario de los recién finalizados años 60, que ya contenía la desilusión de las promesas no cumplidas por éste: “conozcan al nuevo jefe / igual que el viejo jefe”.

Si Lifehouse no llegó a ver la luz (aunque eventualmente sus canciones terminarían siendo editadas en los subsiguientes discos de The Who o en el brillante primer disco solista de Townshend, Who Came First -1972-), Townshend se daría el gusto de plasmar una nueva ópera rock con Quadrophenia (1973), un complejo repaso de los orígenes mod de los integrantes de la banda a través de la historia de un muchacho con su personalidad dividida en cuatro. Ocasionalmente monótono y un poco estirado, Quadrophenia es tal vez el disco más duro y denso de la discografía de la banda, pero contiene algunas grandes canciones como “5:15” y “Love Reign O’er Me” que lo hacen para muchos el último disco realmente importante de The Who. Su obra siguiente, The Who by Numbers (1975) los encontraría dispersos y con señales evidentes de los problemas de la banda, tanto entre ellos como con las drogas y el alcohol. Aunque la popularidad de la banda resurgió con la edición de The Kids Are Alright (1978), un documental y disco recopilatorio que reunía lo mejor de su carrera hasta el momento, Who Are You? (1978) sería aun más errático y falto de inspiración, pero contenía al menos los que serían sus dos últimos grandes temas: “Who Are You?” (conocido como cortina de la serie CSI) y “Sister Disco”. La baja de calidad puede deberse tanto a los ya mencionados problemas de la banda como al desinterés de Townshend, que se reservaba muchas de sus mejores canciones para su obra solista, como demuestra su segundo disco, Empty Glass (1980), superior en lo compositivo a cualquiera de los discos de The Who desde Who’s Next.

Apenas un mes después de la edición de Who Are You?, los Who recibieron un golpe del que nunca se recobrarían con la muerte de Keith Moon. La vida salvaje del baterista había comenzado a cobrarle cuentas a su salud -debilitada por su adicción al alcohol y a la cocaína- y paradójicamente fue uno de sus intentos de rehabilitarse lo que le costaría la vida, ya que murió por una sobredosis de Heminevrin, un calmante que le habían recetado para combatir los síntomas de carencia alcohólica. Moon fue reemplazado por Kenney Jones, ex baterista de los Small Faces y los Faces, pero en 1979 la banda volvió a sufrir una tragedia cuando en un concierto en Cincinatti 11 seguidores murieron aplastados en una avalancha humana.

Con el espíritu original desvanecido y con Townshend dedicado a su carrera solista y Daltrey más interesado en la actuación que en la música, la banda llegó a editar dos discos más -Face Dances (1981) e It’s Hard (1982)- perfectamente olvidables salvo por alguna canción rescatable. En 1983 Townshend -que sufría de problemas auditivos por culpa del monstruoso volumen de sus conciertos- disolvió sus vínculos legales con la banda y ésta dejó de existir.

Regreso, agonía y ¿final?

La separación de los Who no duró demasiado tiempo, ya que la banda volvió a reunirse varias -tal vez demasiadas- veces para hacer giras de regreso entre 1989 y 1999, pero en 2002, mientras la banda preparaba una nueva gira mundial, el bajista John Entwistle se fue a la cama de un hotel en Las Vegas acompañado por una stripper y una gran cantidad de cocaína y nunca se despertó: murió víctima de un ataque al corazón. Sin embargo, esto no detuvo a los Who -ya reducidos a Townshend y Daltrey, a quienes la muerte de Entwistle extrañamente reconcilió- que incluso lanzaron un nuevo disco de estudio -el primero en 20 años- llamado Endless Wire, y en el cual en cierta forma citaban musicalmente a todos los períodos musicales de su ya extensa carrera.

El comienzo de su quinta década de existencia los ha encontrado con sus mejores riffs convertidos en cortinas de las diversas versiones de CSI y birlados como “homenaje” por una agrupación como One Direction, prácticamente la antítesis de todo lo que The Who significó en su momento. No se previeron grandes celebraciones para el cincuentenario de la banda, pero Townshend anunció que en 2015, los Who se embarcarían en su gira final, un anuncio que fue tomado entre pinzas ya que la banda ya realizó otras giras finales y definitivas. En todo caso y con sus dos integrantes sobrevivientes a punto de cumplir los 70 años, tal vez ahora sea verdad. Detrás de ellos queda un magnífico trabajo de creación y destrucción intermitentes.