Hacia fines de enero escribí sobre la murga y el leve pero marcado proceso de desfrenteamplización de su discurso, que abandonó las formas casi propagandísticas que había llegado a asumir para complejizarse en sus planteos políticos, tendencia que se confirmó en este carnaval. Ya finalizada la fiesta de Momo, es posible hacer un breve repaso de las opiniones y abordajes políticos más repetidos en los espectáculos murgueros de la temporada, entendiendo la política tanto en el sentido más amplio del término como en el más estricto.

Si nos remitimos a lo partidario, es notorio que los partidos Nacional y Colorado siguen siendo cuestionados y objeto de burlas sin piedad: Pedro Bordaberry, Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga, entre otros dirigentes opositores, fueron un blanco constante de los letristas, mientras que Asamblea Popular y el Partido Independiente pasaron casi inadvertidos. La precandidatura frenteamplista de Constanza Moreira obtuvo un par de menciones, ni críticas ni elogiosas, a la vez que el presidente Mujica sólo recibió chistes menores.

Pero el carnaval que termina deja un saldo especialmente negativo para el Frente Amplio (FA): numerosas murgas se mostraron muy duras con dicha fuerza política y con el gobierno, y entre ellas merece una mención especial Falta y Resto. La “de las cuatro estaciones” no vaciló en ubicar al FA al margen de lo que -consideró- es y debe ser la izquierda. Oscilando entre críticas bien terrenales y planteos de tipo más filosófico, cuestionó con brutalidad la falta de espacios para la militancia juvenil, el abandono de los idearios latinoamericanista y artiguista, la obediencia y la obsecuencia como posturas políticas naturalizadas, así como la precandidatura del doctor Tabaré Vázquez. Pero éste no fue el único dardo que recibió el ex presidente. Desde la potente irreverencia de Metele que Son Pasteles, hasta el estilo jocoso de A Contramano, pasando por una La Gran 7 que en dos versos se mostró lapidaria, Vázquez se convirtió en una de las figuras más castigadas por los coros murgureros. Un matiz presentaron Curtidores de Hongos y Momolandia, que compensaron sus reparos hacia el candidato favorito argumentando que blancos y colorados no han gobernado mejor que el FA, y renovando por ese motivo sus esperanzas en un tercer gobierno frenteamplista.

Por su parte, la idea de un Uruguay que progresa linealmente (entre otras cosas, gracias al boom del consumo, las inversiones extranjeras y los megaemprendimientos) ha sido fuertemente rebatida por Garufa, La Gran Muñeca, Falta y Resto y Diablos Verdes. El caso de esta última (“la murga consecuente”) resulta por demás interesante: a simple vista, su espectáculo careció de cuestionamientos al oficialismo, pero su texto incluyó una de las críticas conceptuales más agudas que se le han hecho a la izquierda gobernante, referida a la derrota cultural del progresismo a manos del consumismo y la violencia. Desde luego, este señalamiento también apuntó a la sociedad.

En una línea similar, que implica una crítica al sistema en términos generales, y de un modo más particular y solapado al gobierno, discurrió uno de los mejores momentos del carnaval 2014: el descontento de la juventud para con el mundo del trabajo, expresado en un ácido y divertido cuplé de Cayó la Cabra.

En cuanto al tema seguridad/inseguridad, algunos repertorios asumieron posturas que podríamos catalogar como progresistas e inclusivas, que otros combinaron con clichés algo reaccionarios, como en los casos de La Margarita y Garufa. Este último conjunto, no obstante, tuvo la virtud de abordar y condenar, al igual que La Trasnochada, los abusos policiales. Sinceramente, creí que el crimen del joven Sergio Lemos, asesinado por la policía en Santa Catalina, iba a merecer otra atención. También hay que destacar que la sociedad se vio cuestionada por su derechización al momento de plantear soluciones en la “lucha contra la inseguridad”. El estado de la educación, en tanto, fue abordado en reiteradas ocasiones, siempre con diagnósticos negativos y repartiendo responsabilidades, pero sin demasiada profundidad.

La aprobación del matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana, que integran la llamada “nueva agenda de derechos”, fueron celebradas por numerosos espectáculos. La inflación, los medios de comunicación, la presidenta argentina Cristina Fernández y la memoria histórica reciente, respecto a lo sucedido durante la última dictadura, también estuvieron presentes en diversos repertorios.

En resumen, el carnaval 2014 ofreció una categoría de murgas que, si bien desde lo artístico puede que no haya estado en su mejor año, resultó variada en cuanto a las formas y contenidos de sus discursos políticos. La desfrenteamplización de la murga, es decir, el abandono de los panfletos partidarios, enriquece a los espectáculos al tornarlos menos predecibles, más contradictorios (internamente y entre sí). Casi transcurrida la década frentista, me atrevo a pensar que el reacomodo de muchos esquemas de pensamiento encuentra su correlato en la variedad de posturas políticas que asumen los letristas, y en la amplitud de repercusiones que se generaron a partir de ciertas propuestas. Y aunque los textos puedan seguir cayendo en lugares comunes, convalidando ciertas veces un sentido común dominante reaccionario, la murga continúa siendo un valioso espacio de la cultura nacional donde se abordan otros temas, o los mismos temas desde otro lugar. Y ello, por si fuera poco, se da en el marco de un carnaval masificado como nunca antes.

Como espectadores e individuos críticos, siempre podemos exigir más ingenio y transgresión. Pero el carnaval uruguayo no deja de ser un oasis de reflexión y talento, sobre todo si lo comparamos con la mayoría de los productos que a diario ofrecen nuestros medios de comunicación locales. Y particularmente la murga, como expresión de las virtudes y contradicciones populares, como espejo de la realidad y como soñadora de otras realidades, goza de buena salud.