La utilización de la nueva herramienta ha ganado terreno en áreas de trabajo e investigación como la medicina, la arquitectura, la orfebrería, el diseño industrial, la industria automotriz y la ingeniería civil. Ante esta realidad “parece pertinente destacar la relevancia de esta tecnología en el ámbito de la enseñanza en términos de aprendizaje o investigación creativa”, según se plantea en el llamado a proyectos para incorporar el uso de impresoras 3D en los centros educativos.

La iniciativa está orientada a docentes y estudiantes de enseñanza secundaria, tanto de ciclo básico como de bachillerato, y a los del Consejo de Educación Técnico Profesional (CETP-UTU) de todo el país. Las propuestas deberán estar relacionadas con los contenidos curriculares de una o más asignaturas, al tiempo que se valorarán las que incluyan como socios de trabajo para la ejecución a otras instituciones educativas, ya sean escuelas, liceos o escuelas técnicas.

El objetivo final de este proyecto es la conformación de laboratorios de fabricación digital que funcionarán como espacios de aprendizaje y fabricación asistida digitalmente, que integren tecnologías de producción en la comunidad educativa. En el llamado se describe a estos laboratorios como talleres que pueden agrupar máquinas controladas por computadora para la producción de objetos físicos. “Son concebidos como espacios de experimentación en el campo de la producción, y sus proyectos se vinculan fuertemente con la comunidad que los integra”, concluye.

Usa tu imaginación

En diálogo con la diaria, Miguel Brechner, presidente de Plan Ceibal, consideró que la incorporación de las impresoras 3D significará una “revolución productiva”, particularmente para los países más pequeños. Esto sucederá porque cambia la lógica de la producción y “la gente empieza a entender que no hay límites en el deseo para fabricar o hacer una pieza”. Y es que estas impresoras permiten construir objetos físicos a partir de contenido digital tridimensional. Si bien el material más utilizado en la actualidad es el plástico, Brechner explicó que también es posible trabajar con madera y metal.

Consultado por sus expectativas respecto de qué tipo de proyectos pueden presentar antes del 24 de marzo los docentes y estudiantes que estén interesados, Brechner puntualizó que “la imaginación es muy grande” y que desde Plan Ceibal se espera contar con propuestas de diferente tipo. “Las aplicaciones son variadas, el límite es la imaginación”, se adelantaba en las bases del llamado que divulgó Plan Ceibal.

Una vez culminado el llamado, los centros educativos ganadores tendrá a su disposición entre 30 y 40 impresoras de este tipo, algunas de una tinta y otras de tres, cuyo costo aproximado es de 1.000 y 4.000 dólares, respectivamente.

Brechner recordaba ayer en su cuenta de Twitter que dicho llamado permanece abierto. El subsecretario de Relaciones Exteriores, Luis Porto, comentaba también en esa red social que “la impresión 3D cambiará las cadenas de valor globales y regionales o nacionales. Es clave desarrollarlas”.

En este intercambió, Brechner le respondió al vicecanciller que para concretar este avance en las cadenas es necesario desarrollar antes la interacción entre estudiantes y las pequeñas y medianas empresas (pymes).

Para bien o para mal

Consultado por la diaria, Diego Vallarino, experto en innovación, también reflexionó sobre los cambios que genera este desarrollo tecnológico en materia productiva, y remarcó la importancia de llevar la tecnología al aula en la que se van a formar los niños y niñas que trabajarán con estas herramientas en el futuro.

“Cualquier objetivo puede ser reproducido en una impresora de este tipo”, dijo. Luego detalló los cambios que se generan en la cadena productiva, a los que describió como “radicales”. Vallarino puso un ejemplo concreto: con estas herramientas será posible diseñar lentes y, en lugar de producir determinada cantidad y exportarlos, se podrá mandar el diseño por correo electrónico para que se impriman en formato tridimensional en otro país, lo que redundará en ahorros en aspectos comerciales y logísticos.

Vallarino también se refirió a las ventajas en materia de innovación. No sólo es posible diseñar e imprimir el repuesto de cualquier maquinaria, sino que también se puede diseñar por partes una máquina para producir. Calificó de “fabulosa” la incorporación de este conocimiento en el ámbito educativo, porque “los botijas van a empezar a pensar desde esa perspectiva”.

Pero como todo avance tecnológico, el desarrollo de las impresoras 3D también tiene su cara negativa; ejemplo de ello es el debate que originó la posible impresión de armas y material bélico. Sobre la aplicación para este tipo de usos Vallarino comentó: “Es un riesgo, es como todo. Es un instrumento que se puede usar para bien o para mal. La diferencia está en la ética del que trabaja con ellos”.

Por su parte, Brechner opinó que esta revolución tendrá “cosas muy buenas y cosas muy malas”. El presidente del Plan Ceibal coincidió en que todas las tecnologías tienen aspectos negativos cuando se les da un mal uso y que, como sucede con herramientas como internet, los padres deberán ser quienes “marquen los límites en el uso, así como los valores éticos”.