Eran tiempos en los que nadie imaginaba que un día existiría TuneIn. No había otra que orientar la antena hacia el oeste. Siempre que alguna descarga no lo impidiera, entre los tangos de Clarín y las domas de Rural, la voz de Víctor Hugo Morales nacía como un tesoro para futuros relatores. Estruendosos estadios porteños, cataratas de goles y comentarios al punto se mezclaban en transmisiones kilométricas que parecían surgir de la perfecta combinación entre ética y estética. El adolescente que fui nunca se imaginó que el responsable de tantas horas de cátedra radial algún día pudiera decir “le tengo mucho aprecio a Paco”.

Víctor Hugo se lo dijo a Canal 10 durante una reciente entrevista, en la que defendió la postura del empresario en el conflicto que lo enfrenta con la Conmebol a raíz de la pugna por la televisión continental. Poco después del golpe impulsado por Tenfield para tumbar al gobierno de Sebastián Bauzá en la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), Casal recibió un espaldarazo con valor simbólico. No lo va a ayudar en su pelea por los torneos internacionales pero, a escala local, colabora con el lifting que su pésima imagen pide.

A los futboleros uruguayos nada les gusta más que ganar de visitantes en Buenos Aires. Víctor Hugo representa eso. Durante años, los elogios cosechados por el cardonense fueron disfrutados como propios por miles de compatriotas. Otros saludaron sus posturas progresistas: una manera de cuestionar a un periodismo deportivo local entre conservador y falto de compromiso por cualquier causa extrafutbolística.

Pero ser progresista no asegura una buena lectura de situación, como ya lo demostró el presidente José Mujica cuando dejó a Bauzá librado al abandono. Víctor Hugo parece padecer un problema similar al del Pepe, si nos guiamos por su defensa de la teoría del mal menor: “Estamos en una lucha de poderes, y de los poderes tiene que salir algo que sea mejor”. Se refería al enfrentamiento entre Francisco Casal y la Conmebol, que defiende sus contratos con la brasileño-argentina T y T pese a que el empresario nacional llegó a ofrecer “cinco veces más”.

Como olfateando críticas orientales, el relator jugó al anticipo: “Me hubiera peleado con Paco si yo viviese en Uruguay, porque el poder avanza sobre muchas cosas”. Quizá por eso, debió ampliar el abanico de apuntadores. Así, se hubiera enterado de que los dirigentes de los clubes que denunciaron ante la Justicia a la actual conducción de la Confederación por encargo de Paco no tuvieron empacho en fotografiarse con Nicolás Leoz en plena movida judicial. ¿Acaso hay una persona más capacitada para aportar pruebas que destapen los tarros de la corrupción que el hombre que gobernó desde Asunción durante 27 años? Sin embargo, nunca figuró en la demanda. ¿Inmunidad por información? Si así fuera, se aproximaría bastante a la complicidad.

No hacía falta tanta espera para constatar tales afinidades. Alcanzaba con repasar la historia del vínculo Tenfield-AUF para saber que, desde 1998, hay una lógica que anula el verso de la transparencia. Entonces se aprobó el primer contrato entre la empresa y la AUF, con Casal conminando a los delgados clubistas a votar por el documento de su interés, mientras se mantenía lacrado el sobre con una oferta superior, por supuesta falta de avales. Es que la fórmula que hoy posterga sus ofertas en la Conmebol se inventó antes y en la AUF. No llama la atención: el hilo conductor es Eugenio Figueredo. Amigo de Paco durante buena parte de sus nueve años en el sillón de Guayabos. Titular de la Confederación desde que FIFA degradó a Leoz.

Hizo la vista gorda en el caldoso verano de 2003, cuando los clubes agobiados por la crisis económica pidieron la primera extensión contractual con Tenfield a cambio de moneditas. La firmaron sin que se les entregaran copias de unos contratos que sus dirigentes leyeron sin pestañear, durante pequeños lapsos controlados por reloj. Vergonzosa situación que escondió cláusulas beneficiosas, descubiertas años después gracias a la perseverancia de un puñado de dirigentes dignos.

Ya sin Figueredo en la cancha, el pequeño avance impulsó la búsqueda de la independencia. Luego de Sudáfrica, Bauzá conformó el mejor Consejo Ejecutivo de los últimos 30 años. Su gran gol fue la inédita venta de los derechos de televisación de la selección nacional para las últimas Clasificatorias, en las que Casal, por primera vez, cedió ante el riesgo de perder. La catarata de amenazas personales orientadas a los dirigentes no impidió que la AUF se plantara firme y recaudara la cifra récord de 12.500.000 dólares.

El día del golpe, el Ejecutivo tenía previsto avanzar con la consultora que guio la exitosa negociación. El piso estipulado para vender los derechos de las Clasificatorias que arrancarán el año que viene se estimaba en 18.000.000 de dólares. En relación con algunos de los acuerdos con Tenfield, la diferencia es comparable con la que surge del contraste entre lo que Paco le ofrece a la Conmebol y lo que le paga T y T.

Las autoridades renunciantes se proponían realizar un inédito llamado a precios. Pero los conspiradores no lo permitirían. Como para ahorrarse incertidumbres semejantes, ahora el contratista aprovecha el cambio político para ir por más: por estos días se discute un proyecto de reestructura que propone elevar a 20 la cifra de clubes de Primera. Casal, experto en asegurar la supervivencia de las instituciones pero enemigo de su fortalecimiento, sueña con una Asamblea de la AUF llena de dirigentes pobres dispuestos a devolverle favores con votos.

Víctor Hugo tendría que saberlo, aunque quiero creer que no. Envalentonado por su combate a Julio Grondona y los poderes mediáticos argentinos, indirectamente perjudica a un fútbol uruguayo del que posiblemente conozca poco y nada. Su guerra es necesaria. Pero debería tener presente que a ciertas armas las carga el diablo.