Cuando se iba la primera parte, cuando desde los bancos gritaron “¡cuidala que es la última!”, cuando el técnico se desgañitaba gritando “¡atentos!, atentos!”, vino el gol de Luis Aguiar. Un tiro libre lejos del área que el mediocampista carbonero ejecuta y rebota en Juan Álvez, quien en el intento de despejar lo emboca en el arco propio. Nada más incómodo para un arquero que atajar a contrapié. Se iba la primera parte y el grito de gol rompió una noche en la que sólo se notaba el frío.

La tarea para Peñarol era cuantitativa: ganar y esperar el clásico. Lidera la tabla con 23 puntos, uno más que su perseguidor Wanderers. Quedó quinto en la Anual y quiere copa. Cuando faltan cuatro partidos, el desenlace del campeonato tiene varios niños en busca del premio final.

Peñarol comenzó jugando anoche con el típico planteo que dispone en la cancha su entrenador: tres defensores, cinco volantes (si consideramos a Marcelo Zalayeta como el enlace), dos delanteros. Con las sustituciones que se especulaban en la previa para cuidar jugadores pasibles de sanción que se perderían el clásico, Jonathan Sandoval jugó de volante central junto a Luis Aguiar. Por definición del buen pie, las características técnicas de Aguiar fueron las elegidas por los carboneros para crear el fútbol. De todas maneras, nada fue muy claro. Con poca proyección y claridad de los volantes que jugaban por afuera, Mauro Fernández y Japo Rodríguez, todo fue por el centro: tanto Carlos Núñez como Jonathan Rodríguez debieron atacar por ahí. Del otro lado, Tejera puso un 4-5-1 con dos mediocampistas de creación, Martín Ligüera y Aníbal Hernández, y Lucas Cavallini como punta neto. Bien tirado sobre la derecha, Maximiliano Pérez laburó en permanente recorrido de arriba abajo y viceversa.

En el primer tiempo hubo pocas chances. Ambos probaron desde afuera o con pelota quieta. Núñez aprovechó un despeje a medias de la zaga albivioleta y sacó tremenda volea que dio en un palo. Iban 12 minutos y fue la primera clara. Después el partido fue de Fénix, desde los 20 hasta pasada la media hora de juego. Hernández probó de lejos y encontró a Castillo. Luego Pérez, a los 21, ganó la línea del fuera de juego y se la jugó al medio a Cavallini. El telón se bajó con el tiro de Aguiar y el único gol del partido.

La segunda parte se heló de la espera. Tímidos, monótonos, ambos equipos demoraron casi 15 minutos en encontrar situaciones. En una de esas, Cabecita Rodríguez encontró una pelota en el área y le dio de bolea, como venía, y otra vez el palo le dijo que no a Peñarol. Fénix, sin peso arriba, aprovechó y cambió a Cavallini por el joven Franco Acosta. El sub 20 entró participativo, encarador, y en la que generó se juntó con Maxi Pérez en una pelota que salvó Castillo en el área chica ante la embestida de Ligüera. Fénix tuvo convicción y fue con sus armas sobre la defensa aurinegra. Entró Waterman y se juntó con los de arriba, haciendo más número en un área que acumulaba camisetas carboneras. La razón siguió siendo la velocidad de Pérez al vacío y los espacios que éste generó; en uno de ésos se coló Juan Álvez cuando faltaban 5 minutos, pero definió mal ante la salida del arquero. Peñarol renunció al ataque, quitó todos sus puntas, pobló la mitad de la cancha y obtuvo el resultado. Acaso nada importaba más, esta vez.