Recientemente se mantuvieron las reuniones de primavera conjuntas con el Banco Mundial y se pensaba que serían una oportunidad para avanzar en las negociaciones. Pero terminaron en un nuevo fracaso. Estados Unidos, la mayor potencia económica mundial, tiene la llave de la reforma del FMI. Es el país con más poder en el fondo y el único que tiene capacidad de vetar las grandes decisiones, entre ellas la reforma de la institución.

El Congreso de Estados Unidos acaba de rechazar el proyecto de reforma del funcionamiento del FMI, que fue aprobada en 2010 y que requiere de ese país un refuerzo de recursos. Algunos legisladores republicanos argumentaron que los cambios costarían demasiado en un momento en que Estados Unidos lidia con un enorme déficit de las finanzas públicas. Por cuestiones ideológicas, la reforma también enfrentó el rechazo de una creciente tendencia aislacionista del ala del Tea Party entre los republicanos.

De aprobarse la reforma acordada, China pasaría al tercer lugar entre los mayores miembros del FMI (pasaría de 3,81% de los votos a 6,07%) y otros tres países -Brasil, India y Rusia- entrarían a la lista de los diez primeros. Pero el cambio requiere el apoyo de al menos 85% de los votos y Estados Unidos cuenta con 16,7%. El poder para decidir en el organismo depende de las cuotas que aportan los países, y que son algo así como las acciones en una empresa, y sus correspondientes derechos de voto. Las cuotas se calculan a partir del peso económico del país, medido por su Producto Interno Bruto , corregido por el grado de apertura de cada economía y las reservas internacionales que tiene.

Los aportes se realizan en una divisa propia del FMI, denominada Derechos Especiales de Giro (DEG), y Estados Unidos es el país que tiene la mayor cuota, con un aporte equivalente a 65.000 millones de dólares al tipo de cambio vigente. Por lo tanto, tiene el mayor número de votos. Uruguay, por ejemplo, tiene una cuota de 473 millones y 0,15% de los votos totales. Medidos en DEG, a Estados Unidos le siguen Japón, Alemania, Francia y Reino Unido. Con el nuevo reparto de votos, Estados Unidos apenas vería variar su poder unas décimas, hasta 16,4%, y conservaría su poder de veto; Japón quedaría en el segundo lugar pero China se colocaría en el tercero al experimentar la mayor ganancia en representación: 2,4%. Por su parte, Arabia Saudita, Bélgica y Alemania serían los países con mayor retroceso.

“Los compromisos alcanzados en 2010 por todos los miembros son importantes y debían llevarse a cabo en 2012. Estamos en 2014 y aún no ha ocurrido”, lamentó la directora gerenta del FMI, Christine Lagarde, al final de la semana de discusiones, el 11 de abril. Añadió que aprobar la reforma “importa para la credibilidad de la institución”.

Las críticas a Estados Unidos, que no aprueba la reforma por discusiones domésticas más que por la pérdida real de peso en la institución, se han multiplicado. El responsable del Tesoro australiano, Joe Hockey, advirtió que “el fracaso a la hora de concluir este asunto reduce el prestigio de Estados Unidos en el mundo”. Por su parte, el gobernador del Banco Central de China, Yi Gang, señaló que este nuevo fracaso “es una amenaza para la legitimidad del FMI y crea incertidumbre sobre el futuro de los recursos”.

El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Jack Lew, se comprometió a “seguir trabajando activamente con el Congreso para impulsar la legislación definitiva este año”. Pero esa respuesta no alcanzó. La paciencia, después de tres años y medio, se agotó para los países integrantes del Grupo de los 20 (integrado por países emergentes), que advirtió: “Si las reformas de 2010 no se ratifican para finales de año, pediremos al FMI que presente opciones para los próximos pasos y trabajaremos con el IMFC (el principal órgano de gobierno del FMI) para poner en la agenda una discusión sobre esas opciones”.

“Estamos profundamente decepcionados por el continuo retraso”, dice el comunicado emitido el martes 11, tras la reunión en Washington de los ministros de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales de estos países. “La implantación de estas cuotas sigue siendo una de nuestras mayores prioridades y urgimos a Estados Unidos a ratificar estas reformas cuanto antes”, agregó.

Según medios internacionales, Brasil presionó por una postura más dura. Lo que quería era exigir al FMI a que comenzara a trabajar ahora para determinar las opciones que se implementarán si Estados Unidos no cumple con el plazo. “El final del año, para mí, es el último plazo”, dijo el ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega.

Las alternativas que el G20 maneja son las de separar las dos grandes patas de la reforma: el refuerzo de los fondos y la redistribución de las cuotas. Esta fórmula busca que esta última pueda salir sin necesidad del visto bueno de los Parlamentos nacionales y, por tanto, evitar el obstáculo de la política estadounidense. Pero la vía alternativa no agrada a Lagarde, que, según dijo, prefiere insistir por el camino establecido: “Espero que podamos agotar todas las oportunidades. No creo que nos debamos mover a un plan B hasta que tengamos la certeza de que el plan A está muerto definitivamente”.