Viejo Rampla...

Con tus once siempre en ristre,

Vos tuviste al Indio Arispe.

Indio bravo, te acordás.

Yo te canto...

Yo te canto, viejo Rampla,

Que vos sos igual que un tanque

Porque nunca te entregás.

Viejo Rampla (letra: Enrique Soriano; música: Donato Racciatti).

Pasaron 769 días desde aquel lejano 28 de mayo de 2012, cuando el viejo Rampla Juniors Fútbol Club perdía 7-1 ante el Club Atlético Peñarol en Jardines del Hipódromo, un lunes de tarde por la 14ª fecha del Torneo Clausura y, de esa manera, perdía la categoría y debía bajar a la Segunda División Profesional. Dos temporadas estuvo el picapiedra en la B, y la agonía, que parecía que no iba a terminar más, le dio una caricia en la espalda y el empujón para llegar a la A.

La temporada fue dura, larga, pero terminó con sabor a victoria. El formato de disputa de la Segunda División Profesional les da posibilidades a muchos equipos de meterse en la definición. Rampla, que tenía al Pájaro Andrés Márquez como estandarte y goleador del equipo en la primera rueda, mantuvo el liderato en la tabla de posiciones hasta que Tacuarembó empezó a ganar y no paró hasta salir campeón. El que acompañó al Tacua fue Atenas de San Carlos, y ahora el tercer ascendido es Rampla, que tuvo que transitar el camino del play off y dejar atrás a Rocha en cuartos de final y a Plaza Colonia en las semifinales, para llegar a enfrentar a Villa Teresa en la final, que había eliminado a Boston River y a Central Español. Las finales fueron muy parejas; de hecho, terminaron 0-0, no se sacaron diferencia en el marcador, tampoco en el alargue, y los penales definieron la suerte del equipo que ocuparía la tercera plaza de ascenso en la A. Fue Rampla, y sus hinchas cumplirán el sueño de festejar los 100 años de historia del club en Primera División. Costó pero llegó, y qué placer es gozar después de sufrir tanto.

Corazones de titán

La tarde estaba invernal en el Prado de Montevideo. Por decisión conjunta, las finales de los play off se jugaron en el Parque Alfredo Víctor Viera, escenario del Montevideo Wanderers Fútbol Club. La ida se jugó la semana pasada y terminó 0-0, tal vez un poco escondida por los partidos del Mundial. Ayer cuadró que era día libre mundialista, así que la gente aprovechó para acercarse a ver los colores de sus amores, y otros lo deben de haber seguido por televisión. El campo de juego estaba muy mal y no colaboró en nada al juego colectivo de los dos equipos. Y para peor, el más lírico de todos, Richard Núñez, tuvo que salir de la cancha reemplazado, por una fuerte falta que recibió. Así las cosas, la pelota debía ir por los aires, y la veta que encontró Rampla fueron los pases largos para el luchador incansable, Sebastián Gularte, que a base de esfuerzo, firuletes y goles, se ganó el protagonismo en los picapiedras. No sólo en el partido de ayer, sino en la segunda parte de la temporada ramplense. Villa Teresa también fue puro esfuerzo, y partió sus líneas de defensa y mediocampo con respecto al ataque: Yoel Burgueño, goleador del Villa, tuvo que luchar solo arriba durante todo el partido, cada pelota que le llegaba la sostenía en solitario y los cuatro defensores de Rampla no lo dejaban respirar ni un segundo. Así sería muy difícil. En la primera etapa la más clara fue para Diego Gallo, que metió un buen cabezazo para la estirada de Carlos Techera, golero de Villa Teresa, que voló, voló y la mandó al córner. Fue buenísima la atajada, una pena que no haya podido seguir, porque en el segundo tiempo volvió a estirarse y por una lesión debió abandonar la cancha. Por él entró el pibe riverense Jhordy Vaz, que estuvo muy seguro hasta que llegó acalambrado a la tanda de penales. El segundo tiempo no tuvo jugadas peligrosas de gol y se vino el alargue, que fue durísimo, tensionante y sufrido. Vaz le tapó una media tijera maravillosa a Paul Dzeruvs que pudo haber sido el gol sobre el final. Se venían los benditos penales y el estrellato para Bernardo Long: ya en el primer remate voló bárbaro y se la atajó a Gonzalo Curbelo, para dejarles en bandeja el ascenso a sus compañeros, que concretaron sus tiros desde el punto penal y vieron cómo Gabriel de León tiraba el suyo por encima del travesaño. El último fue para Rampla. Lo pateó Diego Barboza y fue adentro.

Y ahí empezó la corrida eterna, la caravana mágica que llevó a Rampla de la B a la A. De la Aduana al Cerro. Con los corazones de titán.