El fútbol tiene esas cosas. Por momentos se rinde a la magia, por ratos se presenta de forma extraña. A veces ciencia exacta, otras materia intangible o azarosa. En ese vaivén, entre tanto teje y maneje de dos equipos que quieren lucir sus mejores páginas internacionales, cuesta encontrar palabras para describirlo. Lo más parecido a la realidad -que nunca nos avisa cómo será y sólo se deja ver el día después- es decir que el tricolor paraguayo ganó 2-0 porque jugó bien en dos tramos del partido: luego de la media hora de juego y en los primeros 20 minutos del segundo tiempo. Eso hay que entenderlo, justificarlo, encasillarlo cueste lo que cueste y esperando los segundos 90 minutos de la revancha, que será acá, en Uruguay, el martes. Así, corriéndolo de atrás, el violeta deberá olvidar los porqués que llevaron a su derrota en manos guaraníes y mejorar dentro de su colectivo, ése que tanto extrañó ayer.

Después del primer gol, Nacional se sintió cómodo, como más le gusta: tirando contragolpes. Mostró su mejor faceta y logró el segundo, y con ello un resultado interesante para el partido revancha, que se jugará el martes en el Centenario. Una diferencia brava de remontar. Defensor deberá recordar su mejor versión. Aquella que acumulaba individualidades pensando en colectivo, mucho más solidaria, consecuente con la rebeldía del semestre pasado.

Fútbol paso a paso

El partido comenzó parejo y se disputó básicamente en la media cancha. Estudiado, se respetaron y buscaron ofender sin descuidar la retaguardia. El juego en contragolpe es la predilección alba, pero también atacó por las bandas, abriendo bien la cancha. Con tácticas diferentes, eso sí: Nacional con un tradicional 4-4-2, con dos volantes centrales fijos y con los dos pegados a la raya, tratando de buscar el fondo para tirar el centro o juntarse con los puntas. Hicieron doler, y mucho. La viola, en cambio, pobló el centro del campo para recuperar el balón, pero lo encontró poco y nada. Cada vez que lo hizo buscó a Giorgian de Arrascaeta y a Felipe Gedoz primero y luego a Nico Olivera y a Joaquín Boghossian, pero faltó claridad en la definición.

Dentro de las pocas jugadas peligrosas, los tricolores paraguayos comenzaron a ofender más que Defensor. Martín Campaña se fue erigiendo en figura por necesidad y obligación. Estuvo atento en los tiros libres y brillante en tres mano a mano. De no haber sido por sus intervenciones, el resultado podría haber sido más amplio. Nicolás Correa y Matías Malvino no repitieron sus sólidas actuaciones anteriores al parate de la Copa, y fueron permanentemente sobrepasados por los delanteros paraguayos. La primera vez que perdieron las marcas apareció Brian Montenegro: tomó la pelota por el semicírculo del área, se la entregó a Julián Benítez marcándole el pase al área, éste se la devolvió de globito y Montenegro no perdonó el quedo defensivo violeta. La cruzó con zurdazo fuerte y abajo, contra el palo, imposible de llegar para el arquero. El 2-0 fue producto de un rechazo a medias de Nicolás Correa; Derlis Orué le dio de lleno, el balón pasó por entre una maraña de piernas y se fue adentro.

Lo más interesante de la viola fueron chispazos aislados. Poco de De Arrascaeta y un tiro libre de Gedoz, que desde lejos del arco sacó tremendo zapatazo que podría haber sido el empate transitorio, pero que fue bien intervenido entre arquero y travesaño para mandarla afuera. Poco más. Todo se ahogó en tres cuartos de cancha, realidad que ni con los cambios se pudo cambiar. En la última podría haber sido el descuento, pero los paraguayos la sacaron de punta y para arriba.