La designación de Germán Coutinho como candidato a la vicepresidencia por el Partido Colorado (PC) viene a confirmar un dato que, aunque previsible, no deja de ser escalofriante: ninguna de las principales fórmulas presidenciales cuenta con una mujer. Los partidos Nacional, Colorado, Independiente, Frente Amplio y Unidad Popular finalmente encontraron algo que los une: ninguno de ellos considera que alguna de sus dirigentes esté capacitada para candidatearse para ejercer la presidencia o la vicepresidencia del país.

Se podría argumentar que en ninguno de estos partidos existe actualmente una mujer con las cualidades o méritos suficientes para integrar la fórmula. Tal situación podría ser el resultado de una extraordinaria sumatoria de casualidades, o bien una demostración más de que el sistema político uruguayo está fuertemente dominado por hombres que, sistemáticamente y por las motivaciones que fuere, impiden o dificultan el acceso de las mujeres a los lugares de toma de decisiones. Para respaldar esto último, alcanzaría con recordar que gozamos del triste privilegio de ser el país sudamericano con menor cantidad de ministras, y que sólo 13% de quienes integran el Parlamento son mujeres, lo que nos ubica por debajo del promedio de los países árabes (16%) y de la media mundial (22%).* Todo ello ocurre en el marco de la era progresista, que amplía derechos y ubica en la presidencia de sus países a mujeres como Dilma Rousseff, Cristina Fernández y Michelle Bachelet, que han gobernado tan bien o tan mal como cualquier hombre.

No faltará quien diga que, si las presidentas aciertan y se equivocan al igual que los presidentes, la participación política de las mujeres en ese nivel se vuelve irrelevante, planteo que resulta errado por partida doble: en primer lugar, porque se trata de una cuestión de derechos (si están obligadas a elegir, deben poder ser elegidas); en segundo lugar, porque está demostrado que las cuestiones que estrictamente tienen que ver con los derechos de las mujeres suelen ser mejor defendidas por éstas que por los hombres.

Tampoco faltan a la cita quienes afirman que las uruguayas no se interesan por la política, para desmentir lo cual alcanzaría con visitar cualquier comité de base o club partidario, recorrer los congresos de todos los partidos o interiorizarse en el trabajo político de numerosas organizaciones sociales.

Por todo lo dicho antes, la oferta electoral de 2014 no es una casualidad, sino la confirmación de un drama: los hombres, que representan 48% de la población, copan 100% de las principales fórmulas presidenciales. En octubre, un público mayoritariamente femenino tendrá que optar entre protagonistas masculinos.

Al mismo tiempo, las mujeres uruguayas protagonizan a diario, como víctimas, las situaciones más escandalosas y repudiables: violencia de género, abuso, explotación sexual infantil, olvido y abandono en todas sus formas. No es necesario entrar en detalles. Sólo diré que en Uruguay el dolor suele tener cuerpo de mujer, aspecto de pobre y, a veces, voz de niña. Seguramente habrá quienes observen esta realidad como otra triste coincidencia. Pero estamos quienes creemos que no es azar el hecho de que los últimos escalones de esta sociedad sean habitados por mujeres mientras un puñado de hombres se disputa la dirección del Estado.

La democracia uruguaya está en deuda con las mujeres, lo que equivale a decir que la democracia uruguaya está en deuda.

  • Datos del Mapa 2014 de las mujeres en política, elaborado por la Unión Interparlamentaria y ONU Mujeres.