Peñarol ganó en su debut por la Copa Sudamericana. Un gol en cada tiempo hicieron una diferencia que da esperanzas, mucho más pensando que el partido se iba 1-0. Fueron los Rodríguez: primero Jorge, el Japo, que aprovechó a los 12 minutos una pelota flotando a la salida del área, la apretó con dirección al arco y la desvió, descolocando al arquero; después fue Jonathan, que al final, en su búsqueda incesante de dese-
quilibrar él solo, se sacó defensas de encima y tiró buscando el arco, con la fortuna de otro desvío que la mandó al fondo de la red. Hubo otras, como la de Tony Pacheco a los 70, que tapó bárbaro el arquero de los bolivianos, o la de Sebastián Píriz a los 81, que fue mano y podría haber sido penal. No sobró nada, pero se hizo un buen margen de dos.

El funcionamiento que Peñarol se propuso le salió generalmente bien. Bien parado en la cancha, sin pasar sobresaltos. Con su esquema normal, que ubica tres zagueros; Diogo y Andrés Rodales por las bandas; la zona central de volantes con Jorge Rodríguez y Sebastián Píriz; Pacheco libre y arriba Marcelo Zalayeta con Jonathan Rodríguez. En la primera parte, quizá, faltó conexión; que Pacheco se juntara más con el Japo para armar y proyectar el juego en profundidad. Sin poder hacer eso, el aurinegro abusó por momentos del pelotazo para los delanteros. Aprovechó los tiros libres, de donde procedió el primer gol del partido, y generó algunas otras chances de peligro. En la segunda mitad el estilo del partido fue de características similares: discreto, falto de precisión, con más voluntarismo que juego aplicado. Fossati mandó cambios, buscando mejorar el funcionamiento para fabricar chances; tampoco le dieron resultado. La individual del Cabecita Rodríguez, dribleando de la izquierda hacia el centro, dio la diferencia que deja respirar, pensando en la vuelta.

Wilstermann, en la suya. Jugó un planteamiento preferentemente defensivo, con un navegante solitario como atacante, Carlos Neumann, que así y todo se las ingenió para sostener la pelota hasta la llegada de sus compañeros. El resto del equipo funcionó celando la zona del mediocampo y tímidamente dispuesto a salir de contragolpe. Su mérito estuvo en presionar bien desde la salida del carbonero, con hombres bien pegados que no dejaron jugar con fluidez. En esa tarea realizó un buen desempeño el uruguayo Enrique Díaz, que recaló en el fútbol del altiplano en 2011; jugó en Blooming de Santa Cruz hasta 2013, luego en San José, y este año pasó a los aviadores (en nuestro fútbol jugó en Cerrito y Bella Vista; también jugó en las ligas de Hong Kong y Venezuela).

Individual, tampoco

A Peñarol le hicieron falta, cuando no le salió jugar en conjunto, algunos desempeños particulares que facilitan las cosas. Los laterales, Diogo y Rodales, no hicieron su típico juego en largo y atacando; se trancaron y se ahogaron en la zona central del campo en (casi) todos sus desprendimientos. Japo y Tony no fueron los habituales creadores de fútbol con pelota al ras del suelo, y eso es mucho. O poco, porque vacía de conexiones al aurinegro y deja muy solos a los delanteros. Zalayeta no pudo influir, siempre bien tomado por dos hombres, y Jonathan Rodríguez se jugó a la personal siempre. Una le salió bien, y con eso alcanzó para agrandar la diferencia. Atrás, tranquilos: Migliore tapó un solo balón y en el resto fue un espectador de lujo, mientras que los tres defensores (dos, cuando Valdez salió lesionado) trabajaron poco.

Otra será la historia en Bolivia. Con el factor de la altura a su favor (unos 2.500 metros sobre el nivel del mar, aproximadamente), el planteo de juego seguramente se dará a la inversa que anoche: Jorge Wilstermann exponiendo mucho más fútbol de ataque, mientras que Peñarol deberá jugar administrando la ventaja a favor y el aire en los pulmones. La revancha se jugará el jueves 28 a las 22.00 en el estadio Félix Capriles de Cochabamba.