La Universidad de la República (Udelar) elige rector y el debate está en algunos medios. El problema es que no siempre aporta a la discusión seria.

A veces la táctica es no referirse a lo que el oponente piensa o dice, sino a lo que se ha construido desde la mirada contraria para favorecer, por contraste, opiniones propias. Así se configura un demonio: el doctor Roberto Markarian. Su llegada al rectorado implicaría, según estas “contribuciones al debate”, la consolidación de una universidad elitista y del academicismo, el fin de la extensión y el contacto con los sectores postergados de nuestra sociedad y últimamente el fin del desarrollo en el interior. Y en este punto, aparentemente, el fin de los grupos de estudiantes discutiendo, de las bandadas de jóvenes en bicicleta, de los emprendimientos comerciales y hasta del incremento del valor de la propiedad inmobiliaria.

Sobriedad: estamos eligiendo el rector de una institución con conducción colectiva. Nada más ni nada menos.

Modestamente voy a opinar sobre el tema. Soy docente de la Udelar desde 1987, soy de Montevideo (hincha de Goes para más datos) e hice mi carrera universitaria radicado en la Estación Experimental Dr. Mario A Cassinoni, viviendo en la ciudad de Paysandú. La precisión no es frívola, porque el debate se ha teñido de “oposiciones” entre “el interior” y “el centralismo”. Conozco las dificultades de integrar el cogobierno desde fuera de la capital: fue el mío el primer voto por videoconferencia (como delegado a la Comisión Sectorial de Investigación Científica), fui el primer integrante del Consejo Directivo Central radicado en el interior y fui durante muchos años “el” integrante del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas en el interior. Pero eso no me hace parte de esta falsa oposición entre “nosotros” (los buenos, los del interior) y “ellos” (los malvados centralistas) con que se viene manejando el tema. Mi “nosotros” es la Udelar, toda la Udelar. Tengo opinión fundada porque tengo experiencia en el tema, pero sobre todo porque soy universitario. El tema del interior es de todos, no de un grupo.

Lo obvio: la política desarrollada por la Udelar en el interior (por toda la Udelar, no sólo por un grupo de iluminados) ha sido un avance trascendente y puede tener un impacto duradero en nuestra veterana institución. Estuvo basada en decisiones del conjunto de la Udelar y, en términos generales, la apoyamos. Es además apoyada por los dos candidatos a rector. El problema es que no todo lo hecho se ajusta a aquellas definiciones. Y lo que no se ajusta nos preocupa. Y esa preocupación provoca las reacciones destempladas.

Los conceptos que impulsaron el desarrollo en el interior deben ser ratificados: a) la Udelar no tendría centros en todo el país sino que se concentraría en un número limitado de locales, donde desarrollaría centros de referencia nacional, b) la orientación de dichos centros tendría en cuenta las potencialidades de la región donde estuvieran ubicados, c) la vocación de dichos centros sería transformarse en referencia nacional en sus áreas específicas y d) se conformarían tres centros regionales. Este enfoque implica que el cometido de los centros no es formar universitarios provenientes de su región sino de todo el país, y que cada potencial estudiante debe tener la posibilidad de estudiar lo que quiera donde decida.

La concreción de esos objetivos no depende exclusivamente de la Udelar, y existen limitantes debidas a la ausencia de una adecuada política nacional de becas y a carencias en infraestructura, comunicaciones y organización política. La Udelar sí debe enfatizar dichos aspectos, pero en el último período esto se ha ido perdiendo, al focalizarse en los impactos locales y expandir el número de sedes. Sólo así se puede decir que con el desarrollo en el interior “se empezó a pagar la deuda con todos los jóvenes del país”.

El objetivo no era condicionar a los jóvenes de cada ciudad a estudiar lo que en ella se ofreciera, sino instalar centros potentes que apoyaran al desarrollo regional. Se buscaba el desarrollo nacional, no “la universidad en la esquina”. Pero los aplausos fáciles y los localismos menores tienen su peso. El énfasis en las sedes se encaminó hacia una expansión con límites difusos. A modo de ejemplo, la Udelar no ha resuelto la creación de uno o dos centros regionales en la zona sur y suroeste, pero una vez sí y otra también se confunde sobre el punto y se hacen promesas sin fundamento. Ante la creación de la Universidad Tecnológica y el actual contexto político, la discusión sobre el tema debe actualizarse. Esto, que Markarian ha enfatizado, causa temor y desasosiego en algunos. No entiendo por qué. Es la continuación de las políticas definidas por la Udelar, no de las que algunas autoridades generaron por la vía de los hechos.

¿Qué otro miedo ha generado Markarian? El de la evaluación. No es una opinión personal: la anterior Asamblea General del Claustro la comparte en gran medida. ¿Es sólo evaluar al interior? No. ¿Es sólo una evaluación externa hecha “desde una unidad central”? No exclusivamente. Si se lee sin mala intención, no se elimina la autoevaluación, se la complementa. Igual que para el resto de la Udelar, con una instancia especializada y no exclusiva para el interior. La actual mayoría de la Comisión Coordinadora del Interior considera que se realiza suficiente evaluación. Otros pensamos que no, que los indicadores son insuficientes, los informes excesivamente adjetivados y los datos incompletos. Y que es complicado planificar, gestionar y evaluar al mismo tiempo. Siempre es bueno tener una mirada externa. Son opiniones.

Pero hay una diferencia más de fondo. Sé por mi experiencia que desarrollar universidad de calidad en el interior no es sencillo. Requiere tiempo, trabajo y continua discusión y evaluación. Requiere desterrar la autocomplacencia, la mediocridad y los “genios locales a los que el centralismo ha relegado”. Se debe mirar la calidad académica, no la ubicación del domicilio. No se logra por resolución administrativa. Poner un escudo con el nombre de la Udelar no nos da universidad sino un placebo, parecido a los pueblos de cartón que Potemkin le construía a Catalina la Grande para que creyera que todo andaba bárbaro en las Rusias. Lo que nos da universidad es que haya recursos humanos de calidad, con las condiciones para formar nuevos recursos humanos de esa misma calidad. Y eso, en el interior, es doblemente necesario y es para la Udelar un compromiso esencial. La propuesta original apuntaba a eso: empezar por los Polos de Desarrollo Universitario porque la investigación fomenta la formación de esos recursos, trabajar en planes regionales de enseñanza terciaria y consolidar centros potentes. Nada decía de la expansión gaseosa (cada vez más superficie, cada vez menos densidad) ni de la vehemencia napoleónica de salir a conquistar cada departamento sin universidad que estamos viviendo.

Es necesario evaluar, ajustar, consolidar. Eso puede generar menos aplausos y elogios superficiales, pero sin duda genera más universidad. No implica cerrar nada, ni cortar recursos. Implica analizar y luego, colectivamente, hacer los ajustes. Como se deben hacer las cosas en la Udelar. En el período que se cierra hubo avances sustantivos pero también problemas. La actual conducción ha hecho muy difícil discutir éstos al considerar toda crítica (algo inherente al hecho de ser universitario) un “palo en la rueda”. Ambos candidatos han dicho que es necesario evaluar. Personalmente les creo a ambos. Pero creo que Markarian está más convencido de eso. Ésa es una de las principales razones por las que lo voté el 13 de agosto. Porque estoy convencido de la necesidad del desarrollo de la Udelar en el interior con la mejor calidad. Y porque hace 27 años que opté por eso.

*El autor es Ingeniero agrónomo (PhD) y profesor de Mejoramiento Genético (Facultad de Agronomía, Paysandú). Fue consejero docente de Agronomía (2002-2010) y representante del Área Agraria en la CSIC (2006-2012). Actualmente es integrante de la AGC (desde 2010) y consejero por el orden docente en el CDC (Desde 2012).