-¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza cuando pensás en la Copa Libertadores?

-Que los jugadores jugaron una gran copa, con gran nivel. Jugamos de igual a igual con todos, nadie nos pasó por arriba, aun en los partidos que nos tocó perder. La mala noche fue en Paraguay. Se potenciaron jugadores, se revalorizaron otros, entró mucha plata al club, y estuvimos históricamente a un paso de lograr algo transcendente. Lamentablemente, por varios factores no se logró.

-¿Dónde estuvieron las claves?

-En el convencimiento del grupo, en la idea de trabajo y en la idea de juego. Y en la interpretación de eso. En la capacidad individual y la calidad humana de los jugadores.

-¿Cómo se puede amortizarlo para el futuro?

-Hay que saber que se está en el camino correcto, que tenemos que atender los detalles. Por ejemplo: los campos de entrenamiento. Mejoramos muchísimo los campos para jugar -el Franzini, Belvedere y Jardines están espectaculares-, pero no sucedió lo mismo con los lugares para entrenar. Eso nos condicionó en esta Copa. O entrenás en el barro o entrenás en sintético. O los dos. Si lo hacés en el barro corrés el riesgo de lesiones musculares; en el sintético, de lesiones de tendinitis, porque es duro. Por suerte, en Argentina pudimos jugar partidos que nos dieron un ritmo interesante; fue un mérito del club y estuvo bien. Las canchas de entrenamiento son tan importantes como aquellas donde se juega. Ahora Defensor, con la entrada de dinero, va a hacer drenajes en el complejo, para que dos canchas estén como el Franzini todo el año.

-¿El receso por el Mundial incidió en el rendimiento del equipo?

-A nosotros nos puede haber incidido, pero no es una excusa. No podemos cambiar tanto de un martes a otro martes. Un martes jugamos un muy mal partido, y al siguiente cambiamos totalmente. Jugamos contra el mismo equipo, lo metimos en su campo, no lo dejamos pasar la mitad de la cancha en el segundo tiempo, no generó ningún remate peligroso.

-¿Cómo se trabaja el talento innato de los jóvenes?

-Primero, hay que respetar ese talento. No hay que encasillarlo dentro de funcionamientos que lo limiten. Después, hay que hacerlo entender que ese talento debe estar al servicio del equipo. Sobre todo, hacerlo entender que sus rendimientos individuales se ven mucho mejor y se potencian mucho más cuando hay un buen rendimiento colectivo. Hay ciertas cosas que el jugador tiene que ir aprendiendo y madurando. No es lo mismo que cometa un error conceptual en Cuarta o Quinta División que en la Copa Libertadores. Eso se corrige en los entrenamientos: no es que no tire un caño, no es que se saque tres jugadores de encima; sí que no lo haga en una zona peligrosa. De tres cuartos de cancha en adelante sí tiene que hacerlo, ahí es que su talento es productivo para él y para el equipo.

-En buena parte del ambiente del fútbol existe la concepción de que Defensor Sporting y algunos equipos más son el ideal en el trabajo de formativas. ¿Cómo se trabaja esa parte de la captación de 
 futbolistas?

-Todo empieza con la escuelita del profesor [César] Santos, en la que hay gente que va a los equipos de baby fútbol. El mundo del fútbol sabe que acá hay un trabajo bueno, igual que en otros equipos, porque no vamos a decir que somos los únicos. Sí podemos decir que hacemos un trabajo serio, con una sistematización, con un respeto hacia el desarrollo del jugador, y tratamos de corregir las equivocaciones. Muchas veces vienen buenos jugadores, y al haber generaciones buenas hay buenos valores que se terminan yendo a otros equipos con los que terminan siendo figuras. ¿Cómo los dejamos libres en Defensor? Lo que pasa es que había otros delante de ellos que en ese momento pintaban para ser mejores. Eso pasó con Martín Campaña, que tenía adelante a Martín Silva, al Gato Fernando Rodríguez y a Yonatan Irrazábal, tres arqueros muy buenos. Quedó libre porque no podía estar acá como cuarto arquero. Se fue, la rompió y terminó volviendo. Los jugadores son jóvenes y no lo entienden, después pasa el tiempo, maduran y se dan cuenta de que no lo hacíamos de mala fe. Yo también me enojaba cuando era jugador.

-¿Es importante que el entrenador ascienda de categoría en categoría?

-Es mucho tiempo ganado. Porque los jugadores conocen la metodología de los entrenamientos, saben de nuestras exigencias. Ya los conocemos como personas, sabemos cuáles son sus debilidades y virtudes para poder atenderlas. En la alta competencia ya no se trata de corregir una debilidad, sino de fortalecer. Por eso Defensor sigue apostando a la cantera.

-¿Cómo analizás el fútbol local, que muchas veces se cubre por los medios de comunicación como un drama cuando no se gana?

-Los latinoamericanos somos así, pasionales, y vemos todo como un drama. Yo me amargo cuando pierdo y me alegro cuando gano, como todo ser humano. Sí me preocupa, a la hora de perder, analizar si hubiera podido hacer algo para ganar. Por ejemplo, en esta Libertadores, ¿qué les puedo reclamar a los jugadores? Si hicieron todo lo que tenían que hacer y hasta más de lo que podíamos…

-Sos entrenador, fuiste comunicador, ¿cómo tomás las críticas de la prensa?

-Las acepto. Cuando son críticas fundamentadas uno las tiene que aceptar, no me cierro a eso. Que las comparta o no es otra historia. Ni yo soy el dueño de la verdad ni lo es el periodista, que opina desde otra perspectiva. Cuando hay respeto las acepto; cuando hay una intencionalidad o falta de respeto, no. Por ejemplo, ¿por qué saqué a [Felipe] Gedoz? Lo vi cansado, sumado a razones tácticas. Con el diario del lunes digo: “No lo tendría que haber sacado, me equivoqué”. ¿Tendría que haber puesto a [Joaquín] Boghossian antes? Creo que no. Son decisiones. La misma persona que me pidió dos jugadores grandes para jugarme la última pelota contra Nacional de Paraguay fue la que me felicitó porque en Belo Horizonte el gol del empate 2-2 fue tocando por abajo y la definieron entre el zaguero y el lateral derecho. Y creí lo mismo: que era por abajo porque los paraguayos tenían un juego aéreo fuerte.

-Hablanos de tu vida en familia, de tu infancia en Nueva Helvecia.

-Como todo niño uruguayo empecé a jugar al fútbol en la esquina de mi casa. Fútbol de tarde, vóleibol de noche, natación en verano. Era todo deporte, como la infancia de cualquier niño del interior. Después empecé a jugar en Nacional de Nueva Helvecia, llegué a jugar en Primera con 15 años, me vine a probar a la Quinta de Defensor y quedé. Hice las inferiores hasta que llegué a jugar. Debuté con el Profe [José Ricardo] de León, jugué cinco o seis partidos en Primera en 1981, en 1982 me fui a Colón y salimos campeones en la B con Líber Arispe como técnico, en 1983 y 1984 jugué en Miramar Misiones con Mario Patrón y Ángel Traverso como técnicos, en 1985 en Cerrito en la B, con el Pepe [José] Sasía, en 1986 me fui a Centroamérica: estuve dos años en Costa Rica, donde jugué en Cartaginés, y uno en El Salvador. Después estuve 12 años en Guatemala, en Juventud Retalteca, Xelajú y Bandegua. En 2001 regresé a Uruguay con mi familia y a los tres meses empecé a dirigir la Séptima de Defensor.

-¿Te empezó a picar el bichito de ser entrenador cuándo estabas en 
el exterior ?

-No. Siempre me picó. Allá no había tenido la oportunidad y no había condiciones que me llamaran la atención. Pero en algún momento pensaba dirigir porque es lo que más me gusta. Me apasiona desde chico. Siempre me preocupaba por el funcionamiento del equipo, cada vez que jugaba. Muchas veces, sin la idea de lo que era el funcionamiento. Me parecía importante que cada uno cumpliera sus funciones, y yo quería cumplir la mía.

-¿Dónde estudiaste?

-En Guatemala hice cursos que dictaba la FIFA [Federación Internacional de Fútbol Asociación], después hice actualizaciones. Cuando volví a Uruguay hice un posgrado de especialización en Preparación Física en el ISEF [Instituto Superior de Educación Física] y después empecé como docente del ISEF y la ACJ [Asociación Cristiana de Jóvenes] en el curso de técnico, y en la licenciatura de la ACJ.

-¿Cuál fue tu mayor inspiración o tu ejemplo a seguir como entrenador?

-De todos aprendí muchísimo, pero hubo dos que fueron muy diferentes y me marcaron: uno fue el profesor [José Ricardo] de León y su metodología de trabajo; el otro, el chileno Efraín Santander, al que tuve en Guatemala.

-¿Qué te dejó el Profe De León?

-Sobre todo, los conceptos de juego. Era un adelantado. Hoy por hoy, se trabajan conceptos que él ya manejaba, tanto en lo defensivo como en lo ofensivo. No era sólo defensivo, como se cree. Trabajaba todo. Fue un adelantado y rompió la historia del fútbol uruguayo. Hay un antes y un después del profesor De León.

-¿Cuándo sentiste que te dedicarías a ser entrenador?

-Cuando volví a Uruguay. Surgió la chance en Defensor, donde necesitaban un ayudante de campo para Séptima División. Ahí me di cuenta de que era lo que siempre había querido. Dirigí en otras ocasiones, pero no con la dedicación con la que empecé en ese momento.

-¿Qué diferencia encontrás entre ser coordinador de juveniles y dirigir un plantel de mayores?

-La coordinación es otra función. Tenés que preocuparte de que desde el punto de vista metodológico todos los entrenadores tengan un lineamiento, sobre todo en Defensor, donde manejamos desde un modelo de juego hasta los lineamientos básicos para lograr ese modelo de juego, donde hay un perfil del jugador. Eso no es lo mismo que el sistema de juego. Es a qué juega Defensor, que será distinto, ni mejor ni peor, que a lo que juega Peñarol, Danubio o cualquier otro equipo. Hay que cuidar eso desde la metodología, orientándola hacia eso y hacia la formación de los jugadores.

-¿Cómo se transmite la metodología desde el aula a los futuros 
entrenadores?

-Parto del concepto de que el conocimiento no se transmite. Lo que se da es el concepto para que el conocimiento sea adoptado por el alumno. Se pueden transmitir experiencias. Lo que trato de hacer es que el alumno descubra, mediante ciertas guías, qué es lo que quiere, necesita, le gusta, y cómo lograrlo. El conocimiento está en el libro. El docente tiene que facilitar que ese libro sea entendido y que ese conocimiento sea adquirido. Ésa es la gran labor docente. Como en el fútbol, vos le decís al jugador: “Quiero que hagas esto por la punta derecha”, pero hay veces que el jugador lo hace mejor de lo que se le pidió. Hay que dar las pautas para que con todo su potencial haga cosas dentro de determinado esquema.

-La interpretación de las cosas.

-Siempre va a ser interpretación. Porque si el docente te guía demasiado, esa interpretación va a estar parcializada, y a veces cada uno debe tener sus propios criterios. Lo que pasa es que nuestra educación estuvo siempre dentro del paradigma del modelo del maestro, del profesor; nunca estuvo centrada en el alumno. Y la educación debe estar centrada en el alumno porque es el que tiene que aprender. El profesor tiene que ser el nexo entre el conocimiento y el alumno. Me gusta dar lugar a la creatividad, aunque después la discutamos, razonando, para que cada uno se vaya dando cuenta entre preguntas, aciertos y errores.

-Eras un chiquilín cuando De León cambió la historia con Defensor en 1976. Fuiste finalista de la Copa Libertadores sub 20 con este club y semifinalista del torneo de mayores. ¿Qué similitudes encontrás entre tu vivencia y la de 1976?

-De ninguna manera puedo compararme con el hito histórico de 1976. Me parece que lo que hicimos nosotros es el preámbulo de cosas buenas que están por venir en Defensor.

-¿El mérito de un director técnico lo traducen siempre los jugadores en la cancha?

-Creo que el gran mérito de un técnico -no solamente del entrenador, del cuerpo técnico en general- es hacer que los jugadores se convenzan de qué es lo mejor. Cuando el jugador está convencido es porque sabe que le sirve individual y colectivamente. Nosotros tenemos un gran profe, [Paolo] Copatti, dos asistentes muy buenos, Román Cuello y Gerardo Miranda, así como [José] López, el segundo profe. Además, hay muy buenos profesionales en divisiones juveniles, no sólo en Primera. Ellos han ido marcando el camino para que hoy esto sea más fácil. Sería muy egoísta de mi parte decir que mi gran mérito fue convencer a los jugadores para que hicieran algo. Quizá lo mío es lo más visible, pero lo otro es el cimiento y la fortaleza del edificio. Con respecto a los jugadores, no hay secretos: hacen lo que el técnico les pide, a veces hacen cosas mejores y el técnico se lleva aplausos que no merece, y otras veces hacen otras cosas y el técnico se lleva críticas que tampoco le corresponden. Pero el jugador es el gran protagonista, es el que resuelve dentro de la cancha. Vos marcás ciertas pautas, ciertos lineamientos. Cuando el jugador está convencido se hace todo mucho más fácil.

-¿Vos también estás convencido de que esa espontaneidad del jugador se puede dar en cualquier momento?

-Es que el jugador dentro de la cancha está tomando decisiones permanentemente. Y no hay tiempo a veces ni de reflexionar, sólo cuando hay un espacio de descanso. El jugador que piensa, cuando quiso reaccionar, está tres metros atrás de la jugada, sobre todo con la velocidad de juego que hay ahora. Cuando los conceptos son claros, la adaptabilidad del futbolista es más fácil, más rápida, porque se hace sobre ciertos patrones. Sobre todo cuando está la organización defensiva, que es la que se puede automatizar un poco más. El jugador pasa permanentemente del orden al desorden, del desorden al orden. La teoría del caos está plasmada ahí. Orden, desorden. Vos tenés que provocar desorden para ordenarte, tenés que ordenarte para poder provocar el desorden. La táctica está basada en el engaño. Ataco por la derecha porque quiero sorprender por la izquierda; si voy es porque vengo, si grito “larga” es porque la voy a tirar al pie, a menos que el jugador sea un avión. Las pelotas quietas, que forman parte de la táctica fija, o de la estrategia a balón parado, también están basadas en el engaño: arrastran todas las marcas al primer palo porque la pelota va a caer en el segundo. Ahí es donde le sacás ventaja al rival.

-¿Cuál es el objetivo de ahora en más?

-Volver a poner a Defensor en los primeros lugares del Campeonato Uruguayo. Tenemos mucha confianza en el grupo, en los jugadores; vamos a trabajar con ese objetivo.

-¿Qué te gusta hacer en los momentos de ocio?

-Escucho música, últimamente estoy leyendo mucho de fútbol. El curso de técnico me obliga a algo que me ha hecho muy bien: a actualizarme. Tengo que estar leyendo, viendo qué es lo que se hace en Europa, porque los alumnos me preguntan y porque no puedo quedarme parado. Ahora estoy leyendo un libro de cabecera, por tercera vez. Se llama Jugar con el corazón, de Xesco Espar, un entrenador de balonmano que estuvo muchos años en el Barcelona. Habla mucho del aspecto mental y de la importancia del aspecto emocional en el jugador.

-¿Qué importancia le das al aspecto emocional del deportista?

-Yo te diría que es el 100%: 100% el aspecto técnico-táctico, 100% el aspecto emocional y 100% el aspecto físico. Está todo relacionado, no se puede dividir. Nosotros tenemos la lógica cartesiana, que es la que nos han inculcado en nuestra educación, pero los paradigmas han cambiado y tenemos que cambiarlos también en el fútbol. No se puede dividir el fútbol en lo físico, a los 20 minutos lo técnico, después lo táctico. Es un todo. El jugador de fútbol emocionalmente está involucrado en el juego, con la cabeza funcionándole al mango para ver cómo resuelve, técnicamente supeditado a cómo está físicamente. ¿Cómo hacés para separar en partes? La parte táctica está condicionada por la parte física. Lo mismo ocurre con la toma de decisiones: tenés que ir a presionar allá arriba pero estás muerto, entonces no vas; técnicamente querés hacer un pase largo pero estás cansado, o no tenés una buena técnica y hacés el pase corto. Capaz que tu decisión táctica era espectacular, pero tu capacidad técnica te limitó. La parte emocional: vas perdiendo un partido, tenés que darlo vuelta, emocionalmente estás con todo, físicamente estás muerto, pero das un poco más. Fisiológicamente vos no podías hacer ese pique, sin embargo, lo hiciste, diste algo más. No se puede separar, es el 100% de todo.