“Eduardo presente, Marina presidente”, gritaron los militantes del Partido Socialista de Brasil (PSB) al proclamar ayer a Marina Silva como su candidata presidencial, en sustitución de Eduardo Campos, que murió en un accidente aéreo. Su compañero de fórmula será el líder de la bancada del PSB en Diputados, Beto Albuquerque.

El ingreso de Silva en campaña genera un cambio en el escenario político y los comités de campaña del Partido de los Trabajadores y el Partido de la Social Democracia Brasileña ya están trabajando para contrarrestar sus efectos. Los medios brasileños informaban ayer que en ambas tiendas se definió que los candidatos a la presidencia, Dilma Rousseff y Aécio Neves, respectivamente, no se dirigirán directamente a la nueva candidata, sino que continuarán atacándose mutuamente. Otros dirigentes partidarios de alto perfil sí se dedicarán a desgastar la imagen de Silva. Apuntarán a que se desconoce qué haría la candidata en un eventual gobierno.

Silva se presenta a sí misma como parte de una tercera vía, un camino intermedio entre la izquierda y la derecha que incluye políticas sociales progresistas y acciones económicas liberales. Ella propone -también lo hizo Campos- continuar con las políticas exitosas del gobierno de Rousseff y retomar aquellas que tuvieron éxito del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, y basar el gobierno en un programa y no en las alianzas partidarias.

Pero más allá de esas generalidades, las propuestas de Silva son poco conocidas, y lo que se intenta destacar de ella es una imagen de una personalidad política distinta, identificada con los brasileños que se han mostrado decepcionados con el sistema político en las manifestaciones de los últimos dos años.

La diputada Luiza Erundina, una histórica del PSB cuyo nombre se manejó para la vicepresidencia, informó que el partido le pediría a Silva “una agenda más a la izquierda” y “una posición menos ambigua en algunos temas, como distribución de ingreso, reforma tributaria y democratización de los medios de comunicación”.

Este tipo de cosas fueron las que debatieron ayer de tarde la cúpula del PSB y Silva durante una extensa reunión. Los dirigentes partidarios salían del encuentro y hablaban con los periodistas que esperaban afuera sobre las negociaciones. Informaron que la candidata asumió algunos compromisos e incluyó a algunas personas afines en el equipo de campaña. El PSB aceptó que ella se oponga a acompañar las candidaturas a gobernador que apoya ese partido pero no así el de Silva, Rede Sustentabilidade. Esto afecta a tres estados: Santa Catarina, Paraná y San Pablo, donde el PSB se alió con el PSDB para respaldar la candidatura a la reelección de Geraldo Alckmin. Será el candidato a vice del PSB, Albuquerque, quien haga campaña con estos candidatos en sus respectivos estados.

El otro

El compañero de fórmula de Silva es diputado, era candidato al Senado e iba tercero en las encuestas. De 51 años, se afilió al PSB cuando tenía 28 y fue líder de la bancada oficialista en Diputados durante el primer gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, cuando su partido era aliado del gobierno. Desde ese cargo impulsó una medida legislativa que permitió la experimentación con soja transgénica, a la cual se opuso Silva, que entonces era ministra de Medio Ambiente. Ésa no fue la única vez que impulsó medidas que favorecían al agronegocio, algo que le valió críticas en Rio Grande do Sul, de donde proviene.

Entre las empresas que donaron a su campaña para el Senado figuran varias vinculadas al agronegocio -que están vedadas en los estatutos de Rede Sustentabilidade-, así como una de la industria armamentística y una fábrica de cerveza.