-Zanahoria se estrena en salas montevideanas en un momento bastante interesante de la política uruguaya, con vistas a las próximas elecciones: se basa en un hecho ocurrido en tiempos de las elecciones de 2004.

-Sí, yo no sé hasta qué punto eso influye en cómo le está yendo a la película. Nos jugamos un poco a eso y decidimos estrenar en momento de campaña porque me parecía oportuno. El comportamiento del público con respecto a las películas uruguayas y la campaña electoral, por supuesto, van por dos vías separadas. Pero es obvio que me parecía un momento oportuno, porque se habla de una campaña política con muchas similitudes con ésta, algunas muy obvias -como el candidato de la izquierda- y otras no tanto, como por ejemplo el tema de los derechos humanos, en qué estado está ahora, en qué estado estaba en aquel momento, lo que pasó en estos diez años, lo que no pasó en diez años... Creo que si se estrenaba después de las elecciones se iba a perder un momento interesante. Ahora, de ahí a saber en qué medida la gente hace o no una nueva lectura de lo acontecido, de las elecciones, o de la película, eso se me escapa un poco.

-Te comentaba porque la película hace, sobre todo al comienzo, un particular hincapié en este contexto histórico, con imágenes de informativos y portadas de diarios de aquel momento.

-A mí me interesaba que hubiera un contexto, que no se dejara de percibir el clima que se vivía en ese momento. Era uno de los costados interesantes de la obra que pasara todo esto en medio de una vorágine electoral de la que ellos eran parte, como periodistas y como militantes con un claro sesgo hacia ese lado. Jorge y Alfredo me dijeron, un poco en broma, un poco en serio, que lo que pasó en ese momento les arruinó un poco el disfrute de esa campaña que fue inédita y que ninguna campaña posterior, incluso con otro posible triunfo del Frente Amplio, va a significar lo que ella significó.

-Es interesante que la película se basara en personajes de la vida real, pero que, a diferencia de los pocos films uruguayos que hacen esto, sean personas actuales y que ejercen una función similar.

-Si bien en algunos casos me tomé la libertad de cambiar nombres, como en el caso del informante, en el caso de ellos dos me parecía interesante conservarlos por un tema de autenticidad y de cercanía histórica (de hecho, el semanario conserva el nombre, bueno, casi, porque antes se llamaba Voces del Frente). Lo que sí quería era que ellos aprobasen la conservación de sus nombres en la medida en que mutaba la historia. Que ellos estuvieran conformes con la libertad con que yo contaba su historia, incluso en lo que refiere a sus vidas, que no tiene mucho que ver con la realidad. Es un poco como lo que pasa con [Bob] Woodward y [Carl] Bernstein en Todos los hombres del presidente [Alan Pakula, 1976], que no tienen tanto que ver con Robert Redford y Dustin Hoffman, pero se mantuvieron los nombres.

-Todos los hombres del presidente es una de la referencias más directas del subgénero.

-Sin dudas. No es que me haya marcado desde la primera vez que la vi, pero me quedó como una de mis películas favoritas de ese género. Y por supuesto, cuando empecé a trabajar en Zanahoria fue uno de los primeros referentes. A partir de ahí empezamos a buscar referencias estéticas incluso, con el director de fotografía, para por lo menos inspirarnos.

-¿Cuánto del trabajo de César Troncoso y cuánto del guion hay en Walter?

-El personaje es bastante del guion. Lo que hicimos con César fue construirlo desde varias particularidades del personaje. El texto es más o menos el mismo, pero había pequeñas cosas que uno no imagina y que deja después para el momento de construcción física/orgánica del personaje. Por ejemplo, cómo mira: si mira fijo a los ojos o no, sobre todo un tipo que esconde como ése. Cómo fuma… De ahí vino el grueso del trabajo in situ con César. Hay actores con los que es mucho más necesario pensar en la historia del personaje, como el caso de Martín [Rodríguez], por ejemplo. Martín es un tipo que analiza muchísimo y que tiene un poder de concentración admirable, agotador, por momentos, pero a él le funciona y en la medida en que le funciona también me funciona a mí. Lo que el director tiene que hacer es mantenerlo en el carril de que las cosas se conduzcan para que funcione la película.

-No llegaste a conocer al informante. ¿Qué te movió a no hacerlo?

-Varias cosas. Primero, no sentirme condicionado de ninguna manera a intentar hacer un retrato verídico de un personaje que para mí es muy cuestionable. No sé, no lo tengo tan pensado. Me parecía que Zanahoria tenía que estar construida desde la mirada de los dos periodistas. Es un personaje fascinante, pero con la información que tenía y con lo que imaginé, me pareció 
suficiente.

-Es interesante cómo en alguna medida tu película retoma el formato de thriller, un formato al que pareció apuntar el cine uruguayo de los 90, pero que después se abandonó.

-Era una de las cosas que me atraían de la película. Es un género que me gusta y que le daba un tono que me interesaba manejar. Plantearlo desde un tono meramente testimonial, o realista, por llamarle de alguna manera, no era suficiente, y creo que había un montón de elementos de intriga que sugerían que llevara la película para ahí.

-Pero incluso el film se enmarca en un momento en el que la cinematografía uruguaya empezó a poblarse de cine de género. ¿Cómo ves ese cambio? ¿Qué te parece que dice del cine uruguayo?

-Me parece buenísimo. Me parece un resultado natural del aumento de producción, en la medida en que se hacen más películas por año y hay personas más jóvenes. Es lógico que se diversifique el tipo de producción. También me parece una respuesta lógica a esta suerte de divorcio que ha habido entre el público uruguayo y las películas uruguayas. Me parece saludable que el cine haga este tipo de películas para ver si logra conectar con cierta parte del público. Además de que, bueno, están las inquietudes propias de cada director.

-Desde tu vinculación con la ECU, ¿qué podrías decir de estas nuevas generaciones de realizadores?

-Se ve de todo, siempre es muy difícil ver qué tipo de realizador va a egresar una vez que se inserte en el medio. Mis cortos y mis preocupaciones cuando yo era estudiante de la ECU tienen poco que ver con lo que hice de más grande. Creo que en las nuevas generaciones se ve sobre todo esa diversidad; a la hora de presentar proyectos para Film 1, que es la primera realización que hacen, o para Film 2, el segundo año, ves de todo, desde películas de terror, muy gráficas, a dramas intimistas, y también comedias de enredo. Todo muy armado en base a lo que ellos vieron, porque cuando uno empieza comienza a filmar desde lo que le quedó grabado.

-¿Qué pensás que fue lo que cambió entre tu generación y la actual?

-No sé si cambió tanto. Ojo, yo la escuela la conocí como estudiante en otro momento, después me desvinculé porque estuve trabajando en otro lugar, en mis películas, y volví en 2012 como coordinador. A nivel de intereses en proyectos concretos no hay tantas diferencias. Lo que sí hay es un cambio en el tipo de generación que éramos nosotros y la de ahora. Son más jóvenes, ahora vienen del liceo directamente, en cambio en mis tiempos generalmente la carrera de realización era una segunda opción, para sacarte el gusto, después de haber hecho otra cosa. No por falta de interés, era algo que respondía a una realidad del medio y del momento. Vivir de esto, antes, era una utopía.