Muchos entran y salen de los talleres, otros conversan en los pasillos mientras comparten una tarta de jamón y queso. Al ingresar al taller literario nos recibe Delia, quien con sus 80 años y una sonrisa enorme oficia de anfitriona, mientras el coordinador y docente Walter Ferreira acomoda las sillas. “Aquel negro, Nazareno, es un fenómeno, hace de Michael 
Jackson”, dice.

Se trata del Espacio Cultural Urbano, gestionado por la Dirección Nacional de Cultura, que desde 2009 aspira a democratizar la cultura organizando distintas actividades y múltiples talleres semanales, abocados a la literatura, el cine, la danza y la música, entre otros. Si bien está dirigido a personas en situación de calle, a los talleres se suman vecinos seducidos por las propuestas. “Desde Urbano nos centramos específicamente en el trabajo del arte y la cultura. No desconocemos que las personas que asisten se encuentran en una situación problemática -en cuanto a la salud mental y la alimentación, por ejemplo- pero lo que hacemos es coordinar con otras instituciones donde sí las pueden atender. Acá lo que intentamos es que por medio de la apropiación del arte y la posibilidad de expresarse, cuenten con herramientas que les den fuerzas para seguir viviendo. Además, intentamos asegurar el derecho a la cultura, que ha sido vulnerado por lo que supone el hecho de estar en la calle y no tener acceso a la cultura”, cuenta a la diaria Walter Ferreira.

José Armando es un zapatero que vino de Argentina hace cuatro meses y que cuenta con entusiasmo las actividades del centro. Al mismo tiempo, uno de los primeros en llegar se pone a tocar la guitarra y cantar “El tiempo está después”. Cuando llega la hora del comienzo -ya somos más de 20- Walter recuerda el encuentro anterior, cuando se trabajó sobre textos de Oliverio Girondo y las distintas personalidades -y personajes- interiores que coexisten en cada uno. Mientras el tallerista propone nombrar a algunos de esos personajes que puedan identificar, Delia nos aclara bajito que no pertenece al refugio pero asiste a los talleres para sobrellevar la soledad, e inmediatamente se pone a escribir. Todos leen sus textos en voz alta. Pablo advierte que cuenta con 14 personajes distintos, entre los que se encuentran el “misógino contradictorio”, el “terapeuta interior”, el “taoísta del minuto” y el “paranoico constante”.

Extensiones

Este año Urbano ha organizado un ciclo de lecturas junto a la Mediateca Idea Vilariño, los últimos martes de cada mes en Punto de Encuentro (San José 1116), donde participan de manera conjunta integrantes del taller y poetas. Paula Simonetti -coordinadora del espacio junto con Walter- contó que se ha sorprendido con el clima que rodea a estas lecturas. “De hecho, los poetas que asisten destacan mucho la escucha y la reflexión, así como el encuentro que se da entre las distintas voces en un plano de igualdad. En el ciclo no sólo se lee sino que además se incorpora la música, la danza y el coro, por ejemplo, cruzando las distintas disciplinas en torno a la poesía”, expresó.

De agenda

Hoy a las 18.30 en Punto de Encuentro se presentan los poetas Alicia Preza y Víctor Cunha en Lecturas con Idea-Vol. 3, junto a integrantes de Urbano: Heber Trinidad, Zalla Vizozo, Pablo Montauban y Mario Vallejo, quien presentará un audiovisual poético. El cierre estará a cargo del coro del centro, que se incorpora a los diversos talleres artísticos de Urbano.

Los próximos encuentros serán el 28 de octubre y el 25 de noviembre. En la primera instancia participarán Fabián Severo y Andrea Blanqué, y en la segunda, Washington Benavides y Andrea Estevan.

Por su parte, Walter precisó que la idea inicial era que los asistentes al taller literario, luego de un tiempo, pudieran encontrarse “con la sociedad y el afuera”. Califica de increíble la experiencia y sostiene que todos los poetas que se han acercado a leer se “sintieron impactados”, sobre todo por el ida y vuelta producido. “Hoy tenemos un relacionamiento con muchísimos poetas que vienen y asisten a las lecturas. Al mismo tiempo, los integrantes de Urbano se enfrentan a creadores que nunca los hubieran leído de otra manera, en un nivel de horizontalidad. Entonces se percibe que no hay una gran diferencia entre los seres humanos que exponen artísticamente. Esto se trata de inclusión para ambos lados”.

Walter integra el centro desde su inicio, al igual que muchos de los que asisten al taller. “El grupo se configura en torno a cuatro o cinco personas que siempre están presentes”, dice. Agrega que el taller se caracteriza por desarrollar un proceso creativo, y de sus cinco años de existencia destaca el compromiso -no en cuanto a la participación sino en lo que refiere a lo literario-, que todos asumen con gran energía. “Ésta es una relación con la literatura muy jugada, ya que están presentes los cuerpos, los intelectos, las inteligencias. Yo coordino otros talleres literarios, y éste, que está orientado a personas en situación de calle, no tiene nada que envidiarle en cuanto a lo interpretativo, la escritura y los niveles cognitivos a ninguno de los demás. El dispositivo es el mismo. Destaco su capacidad de jugarse a decir algo y exponer la complejidad del ser humano”.

La poeta Claudia Magliano -autora de los poemarios Nada y Res- describió la experiencia del ciclo como muy interesante, y entiende que esa oportunidad abre “el micrófono a quienes no cuentan con muchas instancias para ser escuchados”. Considera que ésta es una iniciativa importante que democratiza tanto la creación como la expresión, porque permite escuchar voces nuevas. “Este intercambio con personas que no son las mismas que están(mos) siempre en los ciclos es enriquecedor. Ojalá este ciclo siga haciéndose, que las puertas se sigan abriendo a todas las voces que tienen algo para decir y a todos los oídos que quieran escuchar. Valoro mucho el trabajo que hace Urbano, porque rescata el arte guardado de muchos a los que no se les ha dado espacio, voces que han estado acalladas y ahora pueden decir y decirse.”

“Para los que creemos que el arte debe ser un bien de todos y no un lujo de pocos, es imprescindible el trabajo que desarrolla Urbano Espacio Cultural” dijo Fabián Severo, el célebre poeta de la frontera. Sostuvo que allí cuentan con la posibilidad de acercar sus creaciones a un público que, generalmente, se encuentra marginado. Y de algún modo, cree que es una oportunidad para compartir con otros compañeros que también hacen arte, en otras circunstancias y condiciones. “Personalmente, creo que debemos democratizar la poesía, y un buen comienzo para esta democratización es repartir poemas y canciones, pinturas y diálogos, un martes al mes, con nuestros hermanos que conocen la “realidad” con la que algunos soñamos escribir. Los que tuvimos la suerte de vivir esa experiencia sabemos qué ciertos son los versos de la canción que dice: ‘No queremos sólo comida, queremos comida, diversión y arte…’”.

Otros mundos

“Yo voy siempre allá”, dijo Delia, y contó que cuando le tocó leer fue fantástico, incluso cuando lo hizo después de una “gran escritora” (Claudia Magliano). Pablo, en cambio, dijo que a partir de esta experiencia pudo vincular lo que soñó y escribió “en un formato público” con artistas en escena, a partir de una “linda sinergia”. Melina, otra de las integrantes del taller, dijo que para ella todo es muy nuevo, tanto empezar a escribir como asistir al ciclo, “donde no sólo descubro cosas mías, sino que también soy capaz de explorarlas y transmitirlas”. Contó que con Pablo -en piano- y Chino -en guitarra- realizaron una performance a partir de la que “escenificaron” sus textos. “El taller en general es muy íntimo, y tener la posibilidad de ir a un espacio público es buenísimo. Sobre todo porque en estos pequeños lugares se gestan cosas muy grandes que no están en los grandes anaqueles de las librerías”, decía, con los ojos brillantes. Es probable que todas estas experiencias recuerden lo que dijo Horacio Cavallo sobre estas lecturas: “No recuerdo haber leído antes para un público tan respetuoso. Calaba hondo ese silencio”.

Pero el taller de Urbano no sólo ha contado con ciclos de lecturas. También ha sido testigo activo de un libro: La brújula y el barco, de Daniel Américo Lópes. Walter dice que Daniel es un gran poeta, que pertenece a una generación de creadores e intelectuales “como Roberto Appratto -que lo viene a visitar siempre- y Eduardo Milán”. En cierto momento, Daniel cortó el vínculo con el mundo literario. Mucho tiempo después asistió al taller, firme en su decisión de que nunca más volvería a escribir. Pero luego empezó a hacerlo y entonces “surgió ese libro maravilloso”.

Urbano es un espacio cultural que busca garantizar el pleno ejercicio de los derechos culturales y la integración social de toda la ciudadanía, en especial de aquellos que se encuentran en situación de calle.

Ese día, en la última instancia del taller cada uno escribió la continuación de unos breves aforismos entregados por el coordinador. Delia se emocionó y le pidió a un compañero que leyera el suyo mientras iba al baño. “Estoy sola en mi soledad, con mi alma”, decía.