Esta noche comienzan los espectáculos en el tablado de Colón; mañana en los tablados de los barrios Lavalleja, Sayago, Punta de Rieles y Manga, y el jueves 29 arrancarán en Aires Puros. Los seis participan en el concurso, que se desarrolla por tercer año consecutivo. El museo les entrega dinero a los tablados que participan en el certamen para la compra de materiales y apoya técnicamente todo el proceso. En Montevideo hay 15 tablados barriales. Además de esos seis barrios, otros dos también decorarán sus escenarios pero no participarán en el concurso. Alejandro Rubbo, encargado del área de Relacionamiento con la Comunidad del Museo del Carnaval, explicó a la diaria que la intención “es que la decoración de escenarios realmente se transforme en algo necesario para los tablados populares y se rescate esa tradición perdida”.

En las dos primeras ediciones el concurso otorgó premios y hubo quienes sólo obtuvieron diplomas. Esta vez se descartó esa jerarquización y se otorgarán menciones a todos por igual, que atenderán necesidades materiales de cada colectivo. “Llegamos a la conclusión de que todos los escenarios tienen valores”, afirmó a la diaria Milita Alfaro, quien integra el jurado (representando al Museo del Carnaval) junto con Iván Arroqui (Esquinas de la Cultura, Intendencia de Montevideo) y Martín Iribarren (Instituto de Bellas Artes, Universidad de la República). No sólo se premia la calidad artística, sino también el esfuerzo y el involucramiento del barrio.

Bien de al lado

Un gran muñeco de 3,20 metros es la figura principal del escenario del tablado El Gallo Durán, de Manga. Está con una brocha en una mano y con un balde de pintura en la otra, terminando de armar una placita. El muñeco es César Gallo Durán, un vecino, pintor de casas, que falleció en 1996. Él fue quien impulsó la creación del tablado, así como la del merendero y otra serie de obras barriales, contaron ayer a la diaria integrantes de la Comisión de Fomento Jardines de Manga. El tablado tiene 20 años, pero que ésta es la primera vez que los vecinos decoran “en 3D”, dijeron. La mayoría de los vecinos trabaja, por eso suelen llegar de tardecita. Son ayudados por niños, grandes y chicos, que aportan en lo que pueden y saben hacer.

Gabriel Nieto, artista plástico que hace la coordinación artística del museo, reseñó el resto de las escenografías. En el tablado de la Asociación Civil Monte de la Francesa, en Colón, los vecinos homenajearán a Carlos Páez Vilaró, con sus pinturas. En Sayago, el escenario del tablado Parque de los Fogones agrupará las diferentes partes del barrio, desde los lugares emblemáticos hasta las cooperativas. El tablado Paso de las Duranas “Escenario Pablo Estramín”, de Aires Puros, exhibirá dinosaurios. Nieto dijo que se muestran algunos existentes, entre ellos “hablan Mick Jagger como un dinosaurio de la música” y también van a hacer alusión a dinosaurios del mundo de la política. En el Teatro de Barrio Lavalleja las figuras centrales surgen de extraterrestres y naves producidos por niños de sexto de escuela que asisten al Centro Morell. En Punta de Rieles “trabajan en torno a la generación de un tiempo, que separa el tiempo de la rutina para que surja el tiempo del Carnaval”.

Nieto acompaña todo el proceso, desde la creación de la idea y hasta la realización. “Nos importa respetar la idea que surja de cada escenario; a veces surgen cinco ideas y hay que ir mediando”. Luego se hace una maqueta y se barajan las diferentes técnicas. El artista indicó que la técnicas más tradicionales son las que incluyen engrudo y cartón piedra, pero debido a las lluvias se están buscando otras alternativas; la fibra de vidrio es una de ellas.

Cada barrio tiene su propio programa que distribuye en 15 funciones. Tienen que contratar a los 42 conjuntos que participan en el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas. Por día tres son pagados por la Intendencia de Montevideo y uno por el barrio. Las entradas cuestan 50 pesos (los menores de ocho años entran gratis) y, para obtener más recursos, los organizadores -que suelen ser comisiones barriales- venden chorizos, hamburguesas, pop y refrescos.

Viejos tiempos

“Una de las características más representativas del carnaval montevideano en la primera mitad del siglo XX eran los tablados barriales, que se construían por iniciativa de los vecinos en muy diferentes barrios, había por cientos. Se construían en la calle. No se cobraba entrada, era una estructura de madera y una de las características más llamativas era la costumbre de adornarlos”, reseñó Alfaro, historiadora del Carnaval. Detalló que a comienzos del siglo XX las decoraciones eran sencillas: “Una baranda con una guirnalda de colores o con telas o banderines y de a poco se fue pasando a la construcción de muñecos de acuerdo a técnicas muy artesanales, hechas por la gente, con papel de diario y engrudo”. Sobre la década de 1920 la intendencia impulsó los concursos de decoración de escenarios. Alfaro comentó que los premios no eran de mucha plata, pero “era el orgullo del barrio que había logrado organizar la colecta entre los vecinos para poder tener ese escenario, que era el centro de reunión de todo el barrio y tenía el principal objetivo de recibir a los conjuntos de carnaval”.

Los conjuntos no cobraban un caché en los tablados barriales, pero cada uno de ellos organizaba un concurso, y cobraban los conjuntos que ganaban, pero a veces los tesoreros se quedaban con la plata, detalló la historiadora. “En los años 40 se impone la costumbre de que los conjuntos cobran al bajarse del tablado”, dijo, y eso motivó que dejaran de tener entrada gratuita. El auge de los tablados ocurrió entre los años 30 y 40; ya en los 50 comenzaron a decaer, y a principios de los 70 sólo quedaban unos pocos. Había tablados en los barrios Cordón, Centro, Palermo, y en otros, como La Comercial y Barrio Sur, llegaban a haber cada tres cuadras, afirmó Alfaro, que dijo que a fines de la década de 1920 llegaron a contabilizarse más de 200 tablados en Montevideo.

La historiadora relacionó la importancia de la decoración con “los procesos de autoconomimiento: el barrio se presenta ante sí mismo y ante los demás, es un poder de autoafirmación, las identidades estaban consolidándose”.

Según Alfaro, el éxito de los tablados reunía tres componentes: la oportunidad del barrio de hacer algo propio que lo representara, el gusto por el Carnaval y la presencia de intereses comerciales, puesto que “al bolichero de la esquina le servía tener a todo el barrio reunido y consumiendo cerveza, refresco, grappa”. Era el centro de reunión en épocas sin televisión. Quienes habían armado los muñecos no eran artistas y lo habían hecho durante sus ratos libres, “pero cuando llegaba la noche del carnaval y se prendían las bombitas amarillas todo el mundo quedaba boquiabierto”, narró.