La Biblioteca Circular Marosa está en el centro de Punta Carretas, no en el barrio Punta Carretas, sino en la punta misma, en la península, el punto más austral de Precariópolis. La Biblioteca Circular Marosa es una construcción cilíndrica de piedra, vidrio y amplios techos verdes, que son sus terrazas-miradores.

La sala de lectura principal tiene varios lucernarios, uno que da al poniente y otro al levante. El lucernario que da al levante es un ventanal gigante en la pared al borde del agua, por lo cual las sudestadas son aquí, desde la sala de lectura principal de la Biblioteca Circular Marosa, un espectáculo interesante.

La pared curva contra el mar mide unos diez metros. A esa altura sale una pared hacia el sur, como la de una fortaleza, interrumpida a medio camino por el Anexo Felisberto, también circular, y por varios pórticos, por donde se puede pasar a las rocas cuando no hay temporal.

Este gran paredón es del ancho de una habitación. Por su interior corre un pasillo que va desde la Biblioteca Circular Marosa, pasa luego por el Anexo Felisberto y, finalmente, llega hasta la punta exacta de la península, donde se encuentra el Gran Mirador Circular Maroso, un gran círculo de pavimento al borde del mar. El pavimento es un mosaico gigante con la cara de Marosa. Todo el mosaico está hecho de pedazos de baldosas y azulejos de ancestrales cocinas, baños, patios, zócalos y zaguanes de todas las ciudades que fue Precariópolis.

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Desde el cielo, todos estos círculos se revelan formando el Gran Árbol de la Vida, figura mística muy querida por los precariopolitas, que lo han reproducido en las puertas de sus casas, en los techos, en murales interiores, en cubrecamas, en tazas, en almohadones tejidos e incluso en tatuajes sobre muy diversas partes del cuerpo. No obstante los círculos, el parque es conocido simplemente como Gran Parque Maroso. En cualquier caso, los diez círculos del Árbol de la Vida se reparten en la península en perfecta distribución, según se describe.

Es importante que el lector active su lóbulo-buscador-imágenes de tal forma de seguir mentalmente y con certeza la conformación del Gran Árbol de la Vida que constituye el esqueleto del Gran Parque Maroso. Activado el lóbulo, se podrá comprender el fabuloso poder del Gran Parque y la energía constante de bienestar y equilibro que emana sobre toda la ciudad.

El círculo de La Fuerza corresponde, justamente, al edificio de la Biblioteca Circular Marosa, mientras que el de La Inteligencia corresponde al Anexo Felisberto. Asimismo, el círculo de La Corona coincide con el Mirador Circular Maroso. Por su parte, el círculo central, correspondiente a La Belleza, es un estanque circular donde nadan carpas de colores y unas tortugas verdes y amarillas levantan las cabezas (con el pálido sol, después de días de tormenta) sobre unas piedras chatas muy parecidas a ellas.

El círculo en el extremo norte, sobre la rambla misma, es El Reino, base del Gran Árbol de la Vida. Allí se encuentra la Estación Terminal del tranvía 117, que baja por Bulevar Artigas, se hunde en la rambla y avanza subterráneamente hasta la estación para evitarles a los visitantes los crueles vientos invernales. La estación se conecta con la Biblioteca Circular Marosa por un túnel abovedado, todo tapizado de amatistas cuya luz refractada por innumerables dicroicas invade todo el recinto de violeta (el color del alma), de tal forma de preparar mental y espiritualmente a los usuarios, y estimularlos a internarse en las múltiples e infinitas bifurcaciones del pasado.

El resto de los círculos (La Sabiduría, El Amor, La Gloria, La Victoria y El Fundamento) se limitan a circunferencias de césped donde los visitantes del parque meditan dirigiendo sus pensamientos de acuerdo con el círculo elegido y según las necesidades terapéuticas de las circunstancias. Se llega a estos círculos a través de senderos que atraviesan la abigarrada flora que hace del Gran Parque Maroso un árbol gigante hecho de otros árboles.

En efecto, en el Gran Parque Maroso se ubican, en el extremo sur, las especies más resistentes a las sudestadas y los pamperos. En la primera línea encontramos a los imbatibles tamarises, verdaderas rocas vegetales, alineados en todo el extremo suroccidental, dado que el otro flanco del Gran Parque Maroso está protegido por el alto murallón de piedra ya descrito.

En segunda línea, se agolpan densamente las acacias, que se van incorporando a medida que se alejan del mar dejando bóvedas y pasajes. En una tercera línea se suceden los aromos y las retamas alternativamente y, ganado el refugio suficiente, se van alzando las bóvedas de transparentes. Hacia la costa oeste se van repitiendo las matas de pajabrava y, ya en el agua, muy cercanos al círculo de La Victoria, se extienden los humedales.

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Yo estoy viendo todo esto desde la terraza-mirador de la biblioteca, un poco avasallado por el sonido del viento incesante sobre el follaje ondulante y denso, otro poco intentando inspeccionar el documento encontrado en la biblioteca luego de un día de búsqueda. Es un documento tan inquietante como el encontrado un mes atrás y que también ubico en mi carpeta mental nombrada “Revelación Precariópolis”.

A mi derecha, sobre el mismo círculo de La Gloria desierto de seres humanos en la tarde húmeda y ventosa, un carancho corre a unos benteveos y luego vuela a posarse desprolijamente en la punta de una chirca. Los benteveos empiezan a correr a unos tordos, que a su vez corren a los gorriones. Un grupo de torcazas permanece en el lugar, ausente de todo, como viviendo en una dimensión sólo poblada de torcazas.

Entonces revolotea un tordo y llega hasta mí y se posa en la otra punta del banco donde estoy sentado. Mueve la cabeza azabache mecánicamente, en varias direcciones, y lee mi pensamiento: el escaneo mental reciente del documento, que digo en voz alta, como un médium al que le fuera revelado un misterioso mantra.

“Luego de padecer un sinfín de problemas técnicos en el Hernando Siles de La Paz, el relator Roberto Moar llegó a los oyentes de Carve a través de un teléfono de línea. Moar no fue el único relator que sufrió las consecuencias de trabajar en la altura. Durante su trabajo para radio Oriental, Máximo Goñi reconoció que tenía dolor en la nuca y la presión por las nubes. Más allá de estas dificultades, los relatos coincidieron en que valió la pena hacer el esfuerzo”.

El texto era claro. Sin embargo, existían tantos términos que desconocía, personajes ignotos que no podían pertenecer sino a una gesta heroica de la que no podía adivinar sus expectativas, sus triunfos, sus sueños de grandeza.

Roberto y Máximo se adivinaban relatores proféticos. ¿Pero cuál era su relato? ¿Qué consecuencias aleccionadoras, qué aprendizaje doloroso, qué martirio habían padecido para alcanzar La Paz? ¿O fueron colosos que soportaron la presión misma de las nubes para llevar su mensaje a cualquier precio? ¿Fueron los héroes innominados de la prosperidad eterna de Precariópolis, pregonada en estos, sus relatos visionarios? Sospechaba que “teléfono de línea” refería a un linaje hereditario de relatores sagrados. Y muy posiblemente, Carve era una entidad enemiga, sin duda refractaria a la voluntad salvadora de Roberto y Máximo.

Repetí el mantra tres veces intentando descubrirle nuevos significados, sin demasiada suerte. Cuando abrí los ojos, el tordo ya no estaba y tampoco los pájaros del círculo de La Gloria, con excepción de las torcazas. A lo lejos, el tranvía 117 se hundió en el túnel de la rambla. Era hora de irme.