Con un planteo y un plan seguido paso a paso, el esfuerzo de siempre y un rendimiento óptimo dentro del campo de los 11 que estuvieron en cada momento del partido, Uruguay derrotó claramente a Bolivia 2-0 y arrancó el camino a Rusia 2018 con un resultado nunca visto y en punta.

Un nuevo hito en la historia del fútbol uruguayo se logró con la magnífica victoria 2-0 ante Bolivia ayer, en los 3.600 metros sobre el nivel del mar de La Paz. Ante la magnificencia de la historia del fútbol uruguayo, parece una anécdota mínima haber derrotado por primera vez a Bolivia en la altura; sin embargo, esos tres puntos inéditos tal vez sean determinantes; tal vez no, pero fueron conseguidos bajo la égida del maestro Óscar Washington Tabárez, en un celoso trabajo de planificación y desarrollo en busca de un objetivo. La histórica victoria acallará - por unos días, por lo menos- las lenguas viperinas que sistemáticamente pretenden mover el piso. No hay caso y no hay con qué darle: este grupo tan amplio como compacto ha sido sistemáticamente capaz de desafiar a la lógica de la cátedra, y racionalmente y con la seguridad que dan el trabajo, el esfuerzo y las ganas, ha roto otro récord y empezó la eliminatoria con los tres puntos en La Paz y ya está pensando en reafirmar este gran resultado el martes ante Colombia en el Centenario.

Tomando mate en La Paz

Al principio parece que no me diera cuenta de que en realidad estoy analizando el partido, pasándolo a crónica con opiniones, y me distraigo con el paisaje del Hernando Siles, el gigante de Miraflores, con su sol, con la postal del Ilimani e, irremediablemente, con el efecto que genera la altura en quienes no hemos acostumbrado el cuerpo a procesar esa carga inferior de oxígeno en el aire.

Todo muy lindo hasta que, apenas en dos minutos, todo lo que duró mi distracción placentera, una peinada de Christian Stuani a una pedrada desde el fondo fue una habilitación ultra rápida para la Joya Abel Hernández, que sacó el zurdazo express contra el palo. Respondió brillante Vaca, el arquero boliviano, que la sacó al corner.

Es cierto que después tuve que aprender a deletrear el nombre de Jhasmani Campos, el 10, que sacó tres terribles fierrazos que me subieron las pulsaciones.

La presión arterial tiene variaciones según las emociones; por eso, seguramente, en mi caso y en el de unos tres millones de organismos se debe haber modificado cuando el Pato Carlos Sánchez, que jugó un partidazo, metió terrible centro, como antes lo hacían los jalvitas de mi pueblo apenas pasada la mitad de la cancha; Abel Hernández le hizo un enorme cabezazo al gol interceptado por Vaca, y ahí apareció como puntero derecho atropellando (¡cuac!) el Pelado Martín Cáceres, para ponerle un quemo bárbaro al fondo de las redes y enloquecer a todos los creyentes celestes,La idea de que en ese momento cambiara el partido y perdieran protagonismo Fernando Muslera y los atacantes bolivianos no se concretó: apenas unos minutos después, el otro Yasmani, Duk, cuerpeó lícitamente a Diego Godín, lo dejó por el piso y metió terrible tiro al caño.

Aguante, corazón

Bien apretado atrás, concentración máxima en la tarea defensiva y sin echar más cola que la necesaria, el bloque de volantes y defensas uruguayos neutralizó todo cuanto pudo, a excepción de los remates de larga distancia, unos torpedos verdes de los cuales se debió ocupar oportunamente. Pero además, casi exclusivamente por la derecha, casi exclusivamente por un dinámico y pujante Carlos Sánchez, Uruguay pudo sacar algunos contragolpes con destino final en Abel Hernández, determinante en el primer tiempo.

No hay análisis convencional de este tipo de partidos, en los que además del protagonista y el antagonista hay claramente otro evento que oficia de variable. En este caso fue la altura sobre el nivel del mar, pero también podría haber sido la temperatura extrema, la nieve o hasta el viento, aunque en este caso es una variable que afecta por igual a los contendientes.

Los equipos que llegan a estas canchas fundamentalmente son ahogados, sometidos por el local, que ejercita el conocimiento de la situación, la relación tiempo-distancia, la velocidad de la pelota. Seguramente, a Uruguay le cuesta más que a casi todos los representativos futbolísticos del continente, porque es el único fútbol con destaque que adolece de buena técnica en posesión, y que de mucho tiempo a esta parte, ha establecido sus logros basado en su magnífica escuela de marca, en su prodigación, en sus contragolpes largos y sufridos y en futbolistas que son siempre rendidores, a pesar de la falta de buenas plataformas de lanzamiento para sus habilidades.

Con otro aire

La salida del Cebolla Rodríguez en el primer tiempo por lesión significó unos cambios de apuro hasta terminar la primera parte. Camilo Mayada, que entró por el Cebolla, fue de lateral derecho, el Pelado Cáceres pasó al lateral izquierdo y el Palito Álvaro Pereira pasó a jugar de Cebolla. Sin embargo, para el segundo tiempo se volvió al modelo inicial, afianzando la solidez defensiva.

El equipo oriental estuvo más estirado y con más flancos, lo que complejizó la neutralización de la insistente ofensiva verde. En apenas diez minutos, el equipo desnudó carencias de índole física, provocadas por el enorme esfuerzo en la altura, y empezó a quedarse sin respuesta ante el martilleo de los dirigidos por Julio César Baldivieso.

¿Cómo se puede controlar un partido cuando el físico de todo el colectivo no responde? Una de las respuestas parece ser tratar de manejar los tiempos con la seguridad que da la experiencia como atributo válido dentro de una cancha de fútbol.

Y fue así como, sintetizado en esos valores, pero sobre todo en una calidad excelsa que a veces es invisible a las miradas analíticas más convencionales, el Terrible Diego Godín metió un glorioso frentazo en el área chica, para marcar el segundo gol celeste. El 2-0 redobló la oxigenación del equipo y, casi de inmediato, los bolivianos se quedaron con uno menos por una entrada artera de Jair Torrico sobre José María Giménez.

El ingreso de Diego Rolan le dio a Uruguay no sólo la jugada previa al segundo gol, que motivó el centro de tiro libre de Sánchez, sino también esa admirable capacidad para desequilibrar con su técnica, velocidad y fuerza, con prodigación en la marca, en el quite y en los relevos.

Todos, absolutamente todos jugaron muy bien, pero la estrategia -en la cancha, en la planificación, en la integración, en la de la forma de jugar- fue la que le dio a la celeste esta inolvidable victoria a la altura y sobre Bolivia.

Vamos que vamos.