El concepto “historia reciente” refiere a una idea que hoy ya constituye parte de nuestro sentido común académico y público. El término designa un período histórico cercano marcado por la violencia política, el autoritarismo estatal y el retorno democrático. Asimismo existe cierto consenso entre sectores importantes de la sociedad acerca de la importancia de hablar de estos asuntos en la esfera pública. En esta última década una diversidad de actores e instituciones han trabajado sobre la temática. Desde El País hasta la diaria, desde la Universidad de Montevideo hasta la Universidad de la República (Udelar), desde políticos colorados hasta frenteamplistas han participado en actividades y han publicado materiales vinculados a estos asuntos, con diversas aproximaciones a este período controvertido de la historia. Sin embargo, esto no resultó evidente en décadas previas.

En el retorno democrático existió una importante producción testimonial y académica sobre el período, principalmente vinculada a víctimas del período y a académicos mayormente asociados a los centros de investigación que se habían mantenido durante la dictadura. Uruguay nunca más, del Servicio Paz y Justicia, y el libro Breve historia de la dictadura, de Gerardo Caetano y José Rilla, son ejemplos representativos de aquel primer momento.

Pero luego vino 1989. El resultado del plebiscito de ese año, con el importante triunfo de los defensores de la Ley de Caducidad por 57% frente a 43%, tuvo un profundo impacto en la discusión pública y en el debate académico sobre la “historia reciente”. El silencio y el olvido se transformaron en valores políticos positivos que resultaban difíciles de interpelar luego del resultado plebiscitario. En el campo académico también existió un retraimiento en torno al tema. Dentro de la disciplina histórica tendió a consolidarse la idea de que la historia académica debía dejar un tiempo prudencial para acercarse a la investigación histórica de un período cercano. Otros cientistas sociales asumieron que el plebiscito había saldado las cuestiones del legado dictatorial. Más allá de valoraciones, el resultado implicaba el final de la transición: ahora se debía abandonar el pasado y abocarse a los asuntos de la nueva democracia.

A partir de 1985, con la dirección de José Pedro Barrán, el Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos (CEIU) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación comenzó a trabajar sobre el período reciente. Durante los 90, dicha apuesta intentó consolidarse. Sin embargo, la historia reciente como campo académico estaba lejos de tener su espacio. Hubo que ir contra los silencios sociales y académicos sobre el período. El CEIU fue uno de los pocos lugares donde se mantuvo la idea de que la historia reciente era un campo legítimo de saber y que requería una apuesta académica específica. De a poco fueron surgiendo los primeros productos académicos. Una documentada cronología dirigida por Carlos Demasi que se planteaba como un primer paso para organizar y periodizar los contenidos específicos del período. Los trabajos de Álvaro Rico en los que se proponía la tesis del camino democrático al autoritarismo y se cuestionaban los marcos interpretativos sobre el pasado a partir de los cuales se legitimó el discurso acerca de una transición exitosa. También comenzaron a publicarse trabajos elaborados a partir de eventos interdisciplinarios, organizados entre otros por el CEIU, que procuraban mantener la discusión sobre el pasado reciente en la agenda académica. Por último, se comenzó a desarrollar una línea imprescindible, relativa a la producción de archivo, ya que la historia reciente no estaba incorporada en los archivos estatales.

A partir de 1996, una serie de eventos mostraron el gradual retorno de las demandas vinculadas al tema de los derechos humanos: la Marcha del Silencio, luego la Comisión para la Paz creada por Jorge Batlle, las medidas de verdad y reparación tomadas por el primer gobierno frenteamplista, así como los logros en materia de justicia limitada, generaron un aumento de la demanda social en relación con propuestas académicas sobre la historia reciente. A modo de ejemplo, en 2003 un seminario organizado por la Udelar en la Intendencia de Montevideo convocó a miles de personas y evidenció el gran interés que había por el asunto. Asimismo, la iniciativa de recolección de testimonios de mujeres llamada Memorias para armar, apoyada desde el CEIU por Graciela Sapriza, tuvo un profundo impacto como forma de repensar la memoria histórica desde una perspectiva de género.

El año 2005 marcó un nuevo salto en el reconocimiento social y estatal a dicha historia. Por primera vez, académicos del CEIU se enfrentaron a los dilemas de participar en políticas públicas de la nueva administración, como las políticas de formación de docentes o la investigación sobre los desaparecidos. También por primera vez, el conocimiento sobre la historia reciente resultaba útil para cumplir ciertos objetivos estatales. En el ámbito académico, los fondos para la investigación universitaria en torno al período comenzaron a tener más reconocimiento. Además de proyectos de investigación financiados por el Fondo Clemente Estable y la Comisión Sectorial para la Investigación Científica -que, entre otras cosas, permitieron la edición del libro La dictadura cívico militar-, lo más importante ha sido el desarrollo del Grupo de Estudios Interdisciplinarios sobre el Pasado Reciente, un programa de investigación de cuatro años y renovado por otros cuatro, en el que tres investigadores del CEIU (Demasi, Marchesi y Rico), Vania Markarian (Archivo General de la Universidad) y Jaime Yaffé (Instituto de Ciencia Política) hemos trabajado en el desarrollo de diversas líneas de investigación y formación sobre el período.

Hoy la historia reciente parece haber llegado a cierto nivel de reconocimiento público y académico. Sin embargo, eso no inhabilita las preguntas en torno a dicho campo. Por un lado, la pregunta sobre qué tan reciente es la historia reciente comienza a adquirir más notoriedad a medida que nuevas generaciones miran con mayor distancia aquel período. Por otro, desde las preocupaciones del presente comienzan a aparecer preguntas acerca de las maneras en que se han construido las narrativas de la historia reciente. Otros derechos humanos, vinculados al género, la minoridad y la marginación social, comienzan a ser mirados en el pasado para entender mejor el presente que nos ha tocado vivir.

Muchas veces se discute la relación entre el saber académico y las demandas sociales. La trayectoria contada en este caso muestra las complejidades de ese relacionamiento. En los 90, la historia reciente no tenía mucha prensa; sin embargo, en este siglo adquirió una centralidad importante en el debate público. ¿Qué habría pasado si en los 90 se hubieran abandonado estas líneas de investigación, quedando libradas a los humores de una difusa opinión pública? Seguramente los debates y las políticas de este siglo habrían tenido menos insumos y contenidos para pensar y discutir ese pasado complejo.

Aldo Marchesi

Doctor en Historia (New York University), director del Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos (CEIU) y profesor agregado. Ha publicado múltiples trabajos sobre la historia reciente de Uruguay y el Cono Sur.