Con un estilo mestizo en el que confluyen muy diversos géneros -ska, reggae, rock, chacarera, reguetón, cuarteto y así-, Cuatro Pesos de Propina viene remando por las arduas aguas independientes del rock vernáculo desde hace 15 años, aunque debutó en las bateas en 2007 con Se está complicando, que empezaba con aquella declaración de principios titulada “Pirata”. Luego vinieron Juan (2010) y Surcando (2013). El sábado 7 de noviembre el grupo de nombre tacaño presentará su primer DVD, Muerto pero vivo, en el Teatro de Verano; su vocalista, Diego Rossberg, conversó con la diaria.

-Siempre me llamó la atención el nombre de la banda. ¿Cómo se les ocurrió?

-Fue una chiquilinada: dejaron 20 pesos de propina en un bar, y un amigo, el más pillo, se los afanó y dejó cuatro.

-Acaban de lanzar su primer DVD: Muerto pero vivo.

-La banda en vivo tiene un fuerte: es donde se da el ida y vuelta con el público y se arma la fiesta. Teníamos la necesidad de editar este material en vivo, con los temas pilares de los tres discos de estudio, más el inédito “Muerto pero vivo”. Además trae extras, con los músicos contando cosas e imágenes viejas de los orígenes del grupo.

-Francisco Fattoruso se encargó de la producción del DVD, como hizo en Surcando, el último disco de estudio, que desprende un sonido más potente. ¿Cómo surgió trabajar con él?

-Buscábamos un sonido power, que explotara. Alguien tiró la data de que Fran, que estaba en Estados Unidos, volvía a Uruguay; lo invitamos a escuchar y dijo que sí. Le arrimamos unas maquetas muy aproximadas a lo que es la producción -no es que agarró las canciones de cero, con la guitarrita-, e hizo que todo rindiera a morir: la mezcla, el mastering, etcétera. Fue el toque que buscábamos, sin miedo a meterle hasta el extremo a los estilos que teníamos ganas de hacer. Fran vino a reforzar todo eso.

-Surcando es el álbum en el que mezclan más géneros.

-Sí, hay estilos marcados; “La fruta permitida” es un ska, y “Mi revolución” es un valsecito que termina en algo épico mexicano. También es la primera vez que metemos un candombe: “Lo dedo negro”, un cover de Eduardo Mateo. Fue un disco que se permitió esos estilos y que vino a complementar los otros dos.

-Muerto pero vivo lo editó Montevideo Music Group (MMG). En el tema más famoso de ustedes, “Pirata”, cantás: “Libertad o sello”. ¿Qué pasó?

-Cuando íbamos a sacar el primer disco nos juntamos con un sello discográfico y nos enteramos de la desigualdad en el reparto de regalías y de la pérdida de los derechos de comercialización. Por eso decidimos ser independientes. Pero siempre dijimos que cuando hubiera alguien que reconociera nuestro trabajo y estuviera dispuesto a laburar con porcentajes justos, íbamos a trabajar con él. Porque ser independientes genera un costo energético muy heavy, de organización, de resolución de conflictos, etcétera. Entonces, hoy con MMG tenemos un trato que logramos después de tanto tiempo esperando, tranquilos, con la pelota en el piso. Un trato justo, equitativo y que nos parece bien: nosotros producimos, el material es nuestro y ellos lo distribuyen. Ése era el debe de la banda: en los orígenes repartíamos los discos en bicicleta, a pedido por mail de la gente; hoy es imposible. Así nos aseguramos de que el disco esté en todas las disquerías, incluso en las del interior. Quedamos con aquella bandera, como de perros rabiosos, pero la verdad era que estábamos dispuestos a trabajar con un trato justo; nunca aparecía.

-¿Pero siguen tocando “Pirata”?

-En este momento, no. Tocamos “Pirata dos”, la de Juan, que tiene un estribillo muy parecido: “Pirata, / no todo lo que brilla es plata. / Escucha mi consejo: / libertad”. Porque se nos había adjudicado la bandera del sello como la principal causa, y en un momento en que maduramos vimos que lo del sello era una parte de la lucha, pero había cosas más importantes, como la libertad interna o seguir apoyando causas sociales.

-¿Y si tomás vino rosado te seguís olvidando del pasado, como cantás en “Basta”?

-Con ese tema pasa algo muy loco; mirá qué buena observación. Cuando canto esa parte bajo el dedo pulgar y, sin embargo, la gente levanta el tetra. No sé si se entendió bien. Para mí es uno de los mecanismos que tiene el sistema para oprimirte: la fiestita, “estamos todos contentos”. Y nos olvidamos de pasados atroces y de presentes desiguales. Era como diciendo: “Me metés anestesia y quedo aletargado”. Pero cada uno interpreta para donde quiere. Cuando bajo mi dedo pulgar, estoy juzgando, y no está bueno. Capaz que tengo que encontrar otra manera.

-¿Hay otra canción del grupo que pensás que se malinterpreta?

-Hay un tema del primer disco que dice: “A tu hermano y esta bala / no la niegues, no la pierdas”; y ahora canto: “A tu hermano, esa alma, / no la niegues, no la pierdas”. En un momento estaba influenciado por las revoluciones, en las que si era necesario matar a otra persona, valía, por la causa que fuera. Hoy eso no lo comparto: entiendo que matar a otro es llevarse karma en el bolsillo para la vida siguiente, y matar esa unidad que somos; entonces, quedó ese cambio. Hay muchos temas que hablan de la marihuana y yo no fumo más, pero está todo bien con la planta. Me he reinventado nuevos significados dentro de mí. A “La puñeta” o “Vente pa' aquí” hoy en día les doy otros significados para no dejar de hacer esos temas, que a la banda le gustan y a mí también.

-¿Por qué dejaste de fumar marihuana?

-Porque tenía que sanar aspectos personales que la planta quizá potenciaba: como potencia lo bueno, me potenciaba algunos fantasmas. Y porque uno tiene que cuidar su campo áurico de protección, por todas las energías y los bichos que andan en la vuelta; los que no se ven, que son los más bravos: los mosquitos los ves, los bichos fantasmagóricos que vienen a intervenirte, no. La marihuana va haciendo más permeable ese campo áurico. Entiendo que mi sanación, hoy en día, va de cara, y no porque me puse careta, sino porque elijo que sea de cara. Yo no tomo alcohol y no fumo desde hace casi diez años. Pero no me pongo en el “no se debe”; es un aspecto mío, tomé esa opción y tengo mis razones. Pero la planta es una cosa natural y está bien. También está en cómo se la tome. En el reggae se usa como una planta de meditación, de introspección y hasta de revelación; y capaz que muchas veces -sin juzgarlo- también se consume como el vino rosado. Pero cada uno va llevando su presente y cómo quiere relacionarse con los elementos.

-Das clases de guitarra. ¿Cuál es la canción que más te piden los gurises para aprender?

-Siempre hay un hit que todos piden. En un momento era “El viejo”, y lo enseñaba tres veces por día; después fue “Zafar”. Ahora pregunto si conocen “El viejo” y los guachos de 15 dicen que no. Va cambiando. Pero hay de todo, por suerte. Están los que te piden pop, y así me entero de lo que está pasando en la movida, como One Direction. Hay cosas buenas dentro del pop comercial. Me saco el esquema “es malo porque es comercial”; hoy en día, los productores la rompen. Y trato de sacar de donde sea para que el alumno toque lo que lo motive.

-Mientras no te pidan temas de Rombai...

-Mirá que Rombai juega como loco.

-¿Te gusta?

-No se trata de que me guste o no: los tipos tienen armonías y melodías que se te pegan. Ellos meten una armonía que es primero, quinto, sexto y cuarto grado; una receta que no falla. Quizá lo que no está bueno es que después ves el video, escuchás las letras, y queda todo en eso, o en mostrar a la chiquilina con buena cola. Eso aporta a la distracción y a estar cada vez más agarrado de los sentidos, de lo sexual, de lo visual, etcétera.

-Además, detrás hay una empresa privada de telefonía móvil que fomenta el bombardeo que distrae.

-En todos lados hay una empresa, y no está mal. Nosotros en un momento dijimos: “Queremos ser una empresa”; no una capitalista que somete y oprime, pero queremos tener la prolijidad que tienen esos tigres para andar bien. Quiero ser prolijo, no hippie. Quiero laburar en serio.

-Te noto cambiado.

-Por suerte, sí. A veces te dicen: “Ya no sos el mismo”... Y, si en 15 años no cambiaste, quedaste con la misma mentalidad que cuando tenías 25. Ahora tengo 40. ¿Cómo no voy a cambiar?