Aloízio Mercadante, mano derecha de Rousseff, será el más visible de los perjudicados por el cambio de gabinete. Dejará el Ministerio de Presidencia y pasará al de Educación, en un cambio que, además, será físico: tendrá que abandonar la oficina del ministerio en el Palacio de Planalto, en el que trabaja la presidenta, para irse a la Explanada de los Ministerios.

El nuevo habitante del edificio en el que se concentra gran parte del poder en Brasil será Jacques Wagner, que hará el recorrido inverso: dejará el Ministerio de Defensa para asumir el de Presidencia.

Éste es el cambio que los medios brasileños dan por seguro, pero habrá otros. Entre ellos, se unificarán carteras para eliminar diez ministerios, tal como prometió la presidenta. Se creará una nueva Secretaría de Gobierno (con estatus de ministerio) para unificar a la Secretaría de Micro y Pequeñas Empresas, la de Relaciones Institucionales, la General y el Gabinete de Seguridad Institucional. Por esta puerta entraría, también de la Explanada a Planalto, Ricardo Berzoini, el actual ministro de Comunicaciones. También se unificarán -en un cambio resistido por los movimientos sociales- las secretarías de Mujeres, Igualdad Racial y Derechos Humanos.

Tanto Wagner como Berzoini pertenecen al sector de Lula dentro del PT, a diferencia de Mercadante, que es más bien un independiente en la interna partidaria. Además, el PMDB contará con un ministerio más, el de Puertos, y habrá cambios en otros de los ministerios que ya dirige, acordados en una negociación entre Rousseff y su vice, el presidente del PMDB, Michel Temer. La reforma se anunciará antes de que Rou- sseff viaje a Colombia este domingo.

Cuestiones de fondo

El gabinete con el que Rousseff inició su segundo mandato generó disgusto en casi todos los sectores que respaldaron su candidatura. El PT y el PMDB emitieron las típicas quejas por no contar con el número de ministerios que consideraban que debían tener, pero además dirigentes de cada partido criticaron los nombres que Rousseff había elegido, en sus propias filas, porque los consideraban poco representativos. Es el caso, por ejemplo, de la ministra de Agricultura, Kátia Abreu (que continuará en su cargo), que integra el PMDB pero que el partido no considera como una designación propia, porque ella fue elegida por Rousseff.

Pero ahora la presidenta tiene que renovar el apoyo del PT y del PMDB: necesita su respaldo en el Congreso para aprobar una serie de medidas para paliar la situación económica y, a su vez, frenar iniciativas parlamentarias que implicarían un aumento de gasto.