Reciclaje de material descartado en creaciones coreográficas

Llévame al lugar donde estuvimos antes es la obra más reciente dirigida por Paula Giuria, una artista de la danza que cuenta ya con décadas de profesión y trabajo en y por el colectivo. Su presencia en la escena dancística uruguaya (tanto en la espectacular como en la comunal) data de 1996, cuando iniciaba sus primeras colaboraciones en el marco de Contradanza -grupo pionero de la danza contemporánea (DC) en Uruguay-. Luego trabajó como intérprete o cocreadora con múltiples coreógrafos de la escena nacional e internacional.

Además de su trabajo artístico, que le valió el premio a la creación 2014-2015 del Fondo de Estímulo a la Formación y Creación Artística, Giuria es la fundadora (junto con Santiago Turenne) y actual directora del Festival de Danza Contemporánea del Uruguay, iniciativa independiente que desde 2012 ha contribuido mucho a la maduración de la DC uruguaya y a la diversificación de los circuitos de intercambio de sus artistas y obras con el exterior.

La línea de investigación de Giuria como coreógrafa da cuenta de su fluida comunicación con otros artistas y de su indagación permanente en nuevas y viejas estéticas dentro del campo de la DC. También de que ella piensa, experimenta y coreografía cuerpos, en diálogo y tránsito con otras áreas de conocimiento (y desconocimiento).

Giuria entiende y practica las políticas estéticas y éticas como inextricables. Esto hace que sus metodologías de trabajo y procesos de creación estén atravesados por (o incluso comiencen en) la pregunta ética sobre cómo trabajar/crear/relacionarse con otros.

Sus últimas obras tienen un carácter intraducible y son pensadas desde preguntas que, aunque hayan sido formuladas verbalmente, se derivan y se investigan desde las experiencias del cuerpo y la intersección entre conocimientos tan diversos como los provenientes del arte, la fisiología, la neurología, la medicina o la historia.

El interés por la exploración formal también caracteriza al trabajo de Giuria, que en este caso se deja afectar por el vanguardismo bauhausiano de los años 20 y su expresión más conocida en la danza: el ballet triádico de Schlemmer.

De sus recientes creaciones -Cuero crudo-objeto-neurona espejo, IN situ SLP y Me sitio- vimos la última como parte de la programación del ciclo Montevideo Danza, en su edición anterior.

Llévame... propone desde su título el regreso a un lugar cuya memoria y significación reexiste de modo colectivo, poniendo de manifiesto la necesidad de los otros para recordar dónde se estuvo o se estaba, o quién fue una allí, o cuándo. El proyecto parte de una investigación titulada Second Hand (“segunda mano”) que se propone crear a partir de los materiales descartados durante los procesos creativos, recordándolos para así dejar al cuerpo (o a otros cuerpos) afectarse por ellos una vez más. La intención es “visitar desechos coreográficos [...], ir a buscarlos, rescatarlos, traerlos a la memoria, releerlos, profundizar en ellos y de pronto, volver a amarlos. Rescatar también el trabajo desde el inconsciente, [...] la intuición, [...] un lugar difícil de nombrar con palabras, tan específico como inaprensible”, dice el comunicado que anuncia la obra.

Si la danza conceptual, con la que gran parte de la contemporánea se identifica, ha intentado que el pensamiento teórico converja con el del cuerpo que piensa, marginando en parte a otros fenómenos que suceden en y entre los cuerpos (la emoción, el afecto, lo inconsciente o lo pulsional), aquí se enuncia el deseo de explorar a partir de éstos.

El regreso o reciclaje de ciertos materiales del pasado y lo que nos hace (o no) volver a ellos plantea una pregunta que resignifica el valor atribuido a lo “desechado” o de segunda mano mediante su expansión coreográfica, su reconversión poética en otra cosa. La meta de deconstruir el aura de “lo original” en el arte ya parece haber sido suficientemente explorada, y no es éste el objetivo de Llévame.... El interés de esta obra no es la reconstrucción ni la recuperación de la esencia original de una obra del pasado, sino crear a partir de lo no seleccionado, de lo descartado, de los restos de una creación. El proyecto explicita simultáneamente una característica de la producción artística: emergen, durante horas y horas de ensayo, materiales de los que luego sólo una pequeñísima parte integrará la “coreografía final”. ¿Qué sucede con el resto, con todas esas otras experiencias?

La propuesta devela que en toda creación hay un exceso y en toda selección un resto valioso, aunque quizá es precisamente el fundamento para la atribución de dicho “valor” lo que esta investigación toma como su deriva.

Giuria reutilizó también material humano, invitando a tres intérpretes que estuvieron antes en sus trabajos y específicamente en Me sitio: Manuela Casanova, Alexandra Galceran y Seida Lans, además de las colaboradoras Leticia Skrycky y Lucía Yáñez, también cómplices en anteriores creaciones. Manuel Rilla en la música y Lucía Rubbo en el diseño de luces se integraron al equipo de investigación.

Hace poco leí una cita que decía algo así como que la memoria propia es la mejor fuente de documentación, entre otras cosas porque si falla es porque hay algo que no era necesario conservar. Si dejamos de lado la cuestión de los recuerdos reprimidos, en la memoria no hay préstamo ni pérdida, sino que se tiene algo o no en el archivo en función de que sea útil y necesario. El modo en que el cuerpo practica la memoria quizá también podría pensarse de esta forma: en tanto archivo que muta a medida que incorpora nuevas informaciones y las transforma radicalmente en su contacto con otras. El cuerpo es un archivo y archiva un cuerpo, y el acceso sólo es posible en el presente de una experiencia, incluso del pasado. Volver a un lugar es sobre todo ir a donde no se sabe qué se va a encontrar; es el regreso como punto de partida. Como dice Walter Benjamin: “Si el pasado insiste, es debido a la demanda inevitable de la vida para activar en el presente las semillas de sus futuros enterrados”.[1]